Aprovechando los últimos días de Tapapiés -la Ruta Multicultural de la Tapa (a no confundir con la famosa Ruta descomunal del Bakalao que poco tenía que ver con el nombrado pescado)-, Mi Petit Madrid te propone una ruta paralela por las placas de Lavapiés. En 2010, la artista visual madrileña Diana Larrea decide actualizar algunas placas del barrio plasmando la (a veces cruda) realidad de la vida cotidiana como alternativa a las consagradas escenas alegóricas e idílicas de la zona. Al estar colocadas a la altura reglamentaria, mucha gente no es consciente de su existencia. Había que remediarlo.

   Pero antes de hablar de la obra de esta artista gráfica comprometida, es importante recordar que la colocación de las primeras placas en nuestras calles, a partir de 1765, en Madrid, responde a una necesidad estrictamente económica. En 1749, para facilitar la recaudación de impuestos en la capital, se realizó un recuento de las manzanas (557) y de las casas (7.049) de la Villa y se ordenó la progresiva colocación de los primeros azulejos de porcelana que no indicaban el nombre de las calles sino el número de la manzana correspondiente. El rápido crecimiento de la ciudad y la perspectiva de nuevos ingresos para las arcas del Estado obligaron al marqués de Pontejos -corregidor de la Villa, en aquel momento-, a idear un sistema más efectivo para identificar a todos los contribuyentes; y, en 1835, se colocaron las primeras placas de cerámica numeradas para los portales de las casas (partiendo del punto más cercano a la Puerta del Sol) y nominativas para las calles. A partir de ese momento, el callejero pasó a ser un instrumento político: alcalde que llegaba al poder, nombre de calle que cambiaba en función de las personas o hechos relevantes de la ideología del momento. Habría que esperar hasta finales del siglo XX para que las placas se convirtieran en un elemento estético.

   Entre 1991 y 2003, el alcalde José María Álvarez del Manzano encargó al ceramista madrileño Alfredo Ruiz de Luna las 385 placas de cerámica que adornan y ordenan las calles del centro histórico madrileño de hoy en día, dentro de un perímetro bien delimitado (por la plaza de la Cibeles, la calles de Alcalá, la Gran Vía hasta Plaza de España, toda la calle Bailén y la calle de San Francisco hasta la Puerta de Toledo, las Rondas hasta Atocha y el paseo del prado hasta la fuente del principio). Entre las 385 placas realizadas, la mayoría representan escenas que explican el origen del nombre de la calle y otras que retratan personajes (obligatoriamente fallecidos) que marcaron la Historia española con sus libros o sus actos.

   En 2010, Diana Larrea lanza su proyecto “Calles distinguidas” colocando, en Lavapiés, a plena luz del día y sin permiso de la alcaldía, 5 placas elaboradas con los mismos azulejos y tipografía que las de Ruiz de Luna, pero en lugar de las imágenes oficiales neoclásicas y pro turistas, Diana recrea escenas reales y realistas del propio barrio (ver EXPO nº24):

- La placa de la calle de Embajadores reproduce la fachada del edificio que hace esquina con Abades y que lleva tapiado, por lo menos, más de 8 años (es decir, desde que se instaló Diana en el barrio), el rótulo de una Farmacia, una papelera madrileña, bolardos y la mitad de un árbol.

- Los grafitis que contiene la placa de la Plaza de los Ministriles fueron borrados, o mejor dicho, recubiertos con pintura de color gris, poco después de la colocación de la placa, por los empleados municipales, según las pautas establecidas en estos casos. Lo interesante es que no pintaron la obra de Diana.

- En la placa de la calle del Sombrerete (con Mesón de Paredes), un subsahariano (dixit Diana) dobla la esquina sin prestar atención a los grafitis ni al cartel “se vende” en el balcón del primer piso.

- La placa de la calle de Rodas (esquina con Embajadores) representa la casa ocupa feminista Eskalera Karakola, después de su desalojo y abandono en 2005, pero antes de su demolición a principios de enero de 2011.

- En la placa de la calle de la Cabeza, Diana reproduce, una vez más, la propia esquina con la calle de San Pedro Mártir, donde convivían, en aquel momento, los grafitis de Párcec (la explosión de verde y rosa que sale de la ventana con “celosía”) y de Pincho (el hombre trajeado en blanco y negro con una corbata roja).

   Al recurrir a esta “construcción en abismo” (como Velázquez en “Las Meninas”), Diana no solo inscribe sus obras en la Historia sino que recupera la memoria colectiva invitando a los viandantes y a los vecinos a reflexionar sobre la indiferencia de las autoridades frente al deterioro y abandono de numerosos edificios del barrio.

   Entre tapa y tapa y caña y caña, seguro que encuentras placas de cerámica de Diana Larrea. ¡Feliz Placapiés!

Referencias útiles:
Para conocer mejor a la discreta DiANA LARREA, conéctate a su web y su Facebook.

Descubre su último trabajo sobre la “Primavera árabe”, para celebrar el bicentenario de La Pepa.

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