¿Un antihéroe de barrio? ¿Un doble agente secreto? ¿Un ángel caído por decisión propia? ¿Un artista oriundo del wild side? Alguien le definió “niño proleta”. No tiene edad pero sí ideología. Y, mucha. Traten de conocerle, pero no le busquen. El vecino más activo del barrio de Lavapiés no está a la vista y se llama Jong Ki Love. Disfrutar de sus obras es, sin embargo, gratis. Solo hace falta estar atentos.

   Lleva 20 años recorriendo las calles de su barrio, flipando con sus fachadas, asomándose a los bares y repoblando la zona de pequeños seres. Unas figuritas, que no alzan ni 2 centímetros (tiene más de 300 desperdigados por toda España, Portugal y Londres), que brotan de las grietas de los muros y las copas de los árboles, que se instalan en los baños de los bares, las casas okupadas, y los pasillos de las viejas corralas. No satisfecho con su aportación a la demografía urbana, hace 2 años, Jong Ki Love comenzó a retratar rincones, personajes y momentos tan insospechados como cotidianos de su adorado barrio. Así nació su libro Lovepies. Lavapiés es sexy.

   “No sé si el barrio tendrá sexo, pero me da que es una mujer. A veces una Juani que llama a sus hijos para que dejen de portarse mal, otras, una perraflauta que increpa a la policía por identificar a un chico sin más razón que ser negro. Otros ratos, es una bailarina que sortea los envites de la crisis y el abandono municipal… Pero siempre una auténtica señora en el centro de la mediocridad y el pijismo”, explica el misterioso personaje.

   Como reza el subtítulo de su libro, dice que, en Lavapiés, faltan yonquis y sobran gafapastas, reivindicando los tiempos en que la gente corriente esquivaba el barrio temeroso de drogadictos y extranjeros de todos los colores. Gente incapaz de convivir con la otredad. Olvidado por las autoridades, bastaba con cruzar la calle Atocha para comprobar que no todos los madrileños son iguales. Pero, para Jong Ki Love, tenía su encanto. Ahora que la zona ha ganado en oferta cultural, y sus empadronados se apuntan a la tribu más moderna, muchos usan la zona como un parking de discoteca, donde nadie repara ni en la suciedad ni en las molestias. Llegan, se divierten y se van. 

   “El barrio está sucio, como todo el centro de Madrid, por culpa de Ana Botella, de algunos cochinos dueños de perros, y de muchos visitantes que piensan que esto es Magaluf”. Daños colaterales del ocio urbano, que estorban a nuestro hombre sin rostro. 

   El “Niño proleta”, como decíamos al principio, “mitad proletario, mitad probeta”, siempre está tramando nuevas acciones mientras canturrea a Golpes bajos o Radio Futura, con el eco de las palmas de un gitano ebrio en una calle oscura, o el reggae de los rastas de la plaza, en su eterna evocación a Bob Marley que está en los cielos.

   ¿Es un superhéroe de barrio? “¿Yo? Para nada, ya me gustaría coger en volandas a viejecitas y subirles las cuestas, quitar los ladrillos que tapian edificios vacíos para las familias sin techo, o plantar árboles de un soplido”. 

   Nos alivia pensar que no es un alma en pena, y que, sumido en su invisibilidad, disfruta de sus locales favoritos: las Bodegas Alfaro, el restaurante La Caleta, el Edificio de la Tabacalera, o el Mercado de San Fernando, donde precisamente expone y vende sus Microjongkipolis (o Ciudades Soñadas), en el restaurante Yankenpon Washoku (situado en el Mercado de San Fernando).

   Entonces, ¡andad por el barrio con cien ojos! y puede que, por sus obras, le lleguéis a conocer. 

PD nº1: Naturalmente esta entrevista se ha realizado por correo electrónico sin haber podido ver de cerca a Jong Ki Love.

PD nº2: En ocasiones, los monigotes de Jong Ki Love ilustran este blog.

                                                                      (De Sol Alonso, el 28 julio de 2014)

Referencias útiles:
Para seguir los pasos (re)creativos de JONG Ki LOVE, conéctate a su blog WE ARE NOT ALONE, su Facebook y su Twitter.

También puedes hojear virtualmente su libro Lovepiés. Lavapiés es sexy aquí.

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