Hasta el 23 de abril del año pasado, los solares hoy unidos por el nombre de Parque Vecinal Autogestionado Sputnik, eran tres recintos abandonados a la suerte de las ratas y otras alimañas acostumbradas a la inmundicia por confort. Dos de los terrenos cayeron en desgracia ocho años atrás, por un episodio de ruina inmobiliaria. El tercero, dispensario de droga dura y sede de otros malos vicios, fue demolido por el Ayuntamiento. Aquel sábado primaveral, una treintena de vecinos, mujeres en su mayoría, de las calles González Soto, Montseny y adyacentes, celebraron una asamblea para buscar un porvenir de provecho a aquel suelo insolvente. Inspirados por el espíritu de Carlos Marx, los vallecanos acordaron pasar a la acción, tomando sin permiso y por asalto las riendas de aquellos terrenos, como si del mismísimo cielo se tratase. 

   Como lo cuenta Dimas Samid (retratado aquí), en nombre de un equipo eficaz y asambleario que consensua la decisión más nimia, “el nombre fue idea de los vecinos. Se les ocurrió observando un artefacto metálico en forma de cohete, difícil de identificar, que habían dejado allí abandonado. De hecho permanece en uno de los solares, esperando que alguien se decida a restaurarlo para que sea el símbolo de nuestro proyecto. A bordo de un Sputnik se puede llegar muy alto. Así nos sentimos, con ganas de volar”. 

   En poco más de un año, ante la indiferencia de las autoridades, el Parque Sputnik ha devuelto a los niños un patio para el recreo, a sus padres y madres una sede para las reuniones mañaneras, a los abuelos, un estadio de petanca, y a los colegas de la zona, un lugar de encuentro al aire libre donde “arreglar el mundo, cervecita en mano”, según Dimas, diseñador profesional y enamorado de Vallecas desde hace una década, el tiempo que lleva empadronado en uno de los distritos más activos de Madrid, a salvo todavía de los caprichos de la vida demasiado moderna. 

   Dimas sabe de qué hablamos cuando repetimos la dichosa palabrita “gentrificación”, término cargado de pésimos augurios para los vallecanos de toda la vida, y quienes, como el propio Dimas, han sufrido en sus carnes el destierro forzoso: “Justo antes vivía en Lavapiés, y me acabé marchando sin pena. No me gustaban las trazas que iba tomando el lugar, y de Vallecas me enamoré  enseguida. Admiro el carácter crítico de los vallecanos. Estamos muy pendientes de los tiburones inmobiliarios. Por aquí hay mucho solar abandonado que engullirían sin pudor para seguir alimentando ese océano espeso y gris, donde Vallecas quiere ser una isla flotante, un refugio oculto de piratas”. Hay buenos ejemplos, como la transformación del Parque de las Tetas, o, como reseñaba la revista Time Out, el Gowanus de Brooklyn. De un descampado inmundo a un espacio vecinal auto gestionado, lugar de encuentro, foro de debate y dinamizador de cultura urbana. Dicho y hecho. Azadón, desbrozadoras, rastrillos, un arsenal de bolsas de basura y manos a la tierra. Trabajar para hacer paisaje, barrio y, de paso, amigos. 

   En el Parque Sputnik ya es posible recrear el tiempo en torno a una merienda casera y colectiva, una proyección de cine, una partida de petanca, una asamblea, una fiesta… Por allí recala la Red de feministas Autónomas, o parte del programa del Orgullo Vallekano, al que sin invitación, también se apuntó la lluvia el pasado mes de julio. No les asusta la controversia social o política. En cualquiera de sus asambleas hay voces anarquistas, socialistas o podemitas. En torno al Sputnik, el debate sensato y racional es un síntoma de buena salud democrática, y por tanto siempre bien recibido. 

   Cada sábado, a eso de las 11 de la mañana, comienza el trajín en la base espacial del Parque Sputnik: “Son jornadas de trabajo, intercambio de ideas y arranque de iniciativas. Antes de definir ideas, ya sabemos muy bien lo que no queremos. Por ejemplo, esos solares abandonados que no aportaban nada bueno. Ah, y otra cosa de la que estamos muy seguros es que, solos jamás porque con vecinos, todo sale siempre muchísimo mejor”, remata Dimas, que ante la posibilidad de pedir un único deseo para el Parque Sputnik, no duda un segundo: una boca de riego para algo tan simple como acceder al agua corriente con normalidad. 

   En Vallecas basta que una idea sea buena, aunque pequeña, para que los vecinos construyan algo grande. El barrio, como el cielo, también se toma por asalto. ¡Buen viaje Vallekanos!

                                           (De Sol Alonso, el 29 de septiembre de 2017)

Referencias útiles:
PARQUE SPUTNiK (ver la ilustración)
Calle de González Soto, 19, 21 y 23
28038 Madrid
M Puente de Vallecas

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