Innovadora, rigurosa, solitaria, analítica, iconoclasta e incomprendida. Así fue Elena Asins, la artista madrileña que vivió al margen de lo establecido, una outsider de apariencia frágil y triste, como una Patti Smith a la española, que revolucionó los años 60 al usar por primera vez en un mismo lenguaje creativo, arte y tecnología. Estricta como los números, Asins olvidó el sentimiento para centrarse en la perfección de la ciencia plasmada en el arte. Lo hizo en todo tipo de soportes: pintura, escultura, dibujo, infografía, obra efímera e inmaterial, e incluso vídeo. Sus blancos y negros, y sus repeticiones y secuencias matemáticas fueron esenciales para entender la transformación del arte patrio en los últimos coletazos del franquismo, convirtiéndola en referente de un arte conceptual, que también llevó a la palabra mediante la docencia, la crítica y la poesía. Hoy, Miércoles 14 de diciembre de 2016, coincidiendo con el primer aniversario de su muerte, el Museo Reina Sofía -al que la artista, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2006 y Premio Nacional de Artes Plásticas en 2011, legó toda su obra-, ha querido recordarla reuniendo a algunos de los que la conocieron y disfrutaron de su creación.

   Elena Asins nació en 1940 en Madrid. Empezó buscándose a sí misma, pero a punto de cumplir los 20 años fue testigo del nacimiento en Europa de una corriente que defendía la geometría como base esencial de la obra, un nuevo lenguaje que de inmediato hizo suyo y que la llevó con tan sólo 23 años a tirar hacia la abstracción. Se estrenó en la capital en 1967 en la exposición “Arte objetivo”, en la que sus obras geométricas y radicalmente diferentes a lo hasta entonces visto, pusieron el punto de mira en una joven artista que hablaba de computación, visualización de datos y sistemas binarios. ¿Podía el arte ser tan exacto como la ciencia? ¿Podía una obra responder a patrones matemáticos o progresiones secuenciales? Asins demostró que sí.

   Investigando, Asins acabó en Stuttgart para estudiar semiótica de la mano del profesor Max Bense, conocido por sumar como nadie naturaleza, arte y filosofía. Fue en esta ciudad alemana donde la joven comenzó a desarrollar su propio lenguaje, en la pequeña habitación del piso, que compartía, y cuya falta de espacio le llevó a un minimalismo, que despertó su interés por los números y algoritmos. La artista prescindió de lo accesorio y superfluo, del sentimiento, el color, los criterios estéticos e, incluso, de la propia belleza para apostar por el pensamiento lógico y centrarse en la esencia o estructura de las cosas, y uniendo puntos mediante líneas, empezó a introducir este nuevo lenguaje en sus obras. Le siguieron el departamento de Arte Computacional de la Universidad de Columbia o la New School Research de Nueva York, donde estudió la lingüística de Noam Chomsky, las composiciones de Mozart y la filosofía del también matemático Wittgenstein. Y así, cargada de ideas y nuevos conceptos regresó a España.

   En 1969 participó en el seminario de “Análisis y generación automática de formas plásticas” del Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid dentro de las conocidas como “experiencias radicales”, pero cuando empezó a llamar la atención fue en los denominados Encuentros de Pamplona de 1972, una iniciativa privada de apoyo a la creación contemporánea al margen de lo establecido y que supuso un punto de inflexión del arte nacional. Por allí pasaron los grandes representantes del cine, la poesía y la música patria e, incluso, ilustres invitados como los compositores norteamericanos John Cage, Steve Reich y David Tudor, pioneros en la música aleatoria, minimalista y experimental, acorde a la corriente que ya practicaba Asins y que llevó a sus últimas consecuencias en el 79. Este año Asins volvió a cortocircuitar el panorama artístico español con una exposición plagada de obras, que seguían pautas musicales como códigos encriptados, con los que jugar con el espectador, porque como ella misma dijo, no creaba obras de consumo inmediato, sino de profunda reflexión.

    Elena Asins (retratada aquí) pasó sus últimos años de vida, apartada en la casa que mandó construir como si de una obra suya se tratara en Azpiroz, un pueblo de Navarra de apenas 30 habitantes. Un refugio sin cuadros -ni suyos ni ajenos-, un hogar distinto, especial, sin puertas y en su eterno blanco y negro, donde creó la mayor parte de su obra. Allí murió de una pulmonía a los 75 años, en una soledad, que -confesó- amaba tanto como dolía, creando hasta el último día para desenredar sus propios enigmas.

                                          (De Lidia Martín, el 14 de diciembre de 2016)

Referencias útiles:
ELENA ASiNS. iN MEMORiAM

¿CUÁNDO? El Miércoles 14 de diciembre de 2016, a las 19h.

¿QUÉ? Mediante recuerdos, fragmentos sonoros y opiniones sobre su obra, participantes como el músico Gorka Alda, autor de la música de algunos de los vídeos; sus colegas, los pintores Luis Gordillo o Soledad Sevilla; el coleccionista de arte y mecenas de Asins, Ian Triay; o el director del Museo Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, recordarán a Elena Asins. También se proyectará el vídeo inédito “Antígona”, eje de la obra de Asins en sus últimos años y que la artista dejó sin acabar.

¿DÓNDE? En el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
En el Auditorio 200 del Edificio Nouvel (en la ilustración)
Ronda de Atocha, esquina plaza del Emperador Carlos V
28012 Madrid
M Atocha

¿CUÁNTO? Entrada libre.

Para saber más del evento, conéctate a la web del MUSEO REiNA SOFíA (también en Facebook y Twitter).

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