Se dijo durante mucho tiempo que era una tradición motivada por un excedente de cosecha a principios del siglo XX, pero en realidad lo de comerse las uvas nos viene de la aristocracia europea, copiada por la burguesía naciente española, a su vez, imitada por el pueblo madrileño, que lo convirtió en cita obligada tanto en la Península como en muchos otros países en Nochevieja.

   En su afán por tener comportamientos exquisitos, a finales del siglo XIX, la aristocracia y la burguesía españolas adoptaron una costumbre francesa y alemana, recogida por los periódicos nacionales de la época: cuando las clases acaudaladas ilustradas organizaban reuniones en sus residencias en la noche de fin de año, bebían champán acompañado de uvas.

   Mientras la alta sociedad se lo pasaba pipa en sus refinadas casas, al madrileño de a pie decimonónico (como al de ahora, dicho sea de paso) le gustaba salir de farra por las calles. Tanto era así que, en 1882, el alcalde José Abascal y Carredano decidió poner coto a las verbeneras celebraciones navideñas dictando un bando que criticaba las actividades “ruidosas” en la capital por aquellas fechas. Incluso llegó a implantar una tasa de 1 duro a los que quisieran salir por la noche el 5 de enero, víspera de Reyes, para disuadir a los más atrevidos del jolgorio y las borracheras en las calles (¡que el botellón viene de lejos!).

   Molestos por las restricciones festivas, los vecinos de Madrid no tardaron en reaccionar. Lejos de quedarse en casita, le dieron la vuelta a la tortilla: a ellos no les dejaban armar ruido pero sí estaba bien visto que la aristocracia comiera uvas en Nochevieja, pues, nada, con mucha guasa (y quizá algo de protesta), se plantaron en la Puerta del Sol para recibir el año con sus propias uvas y, en algunos casos, Cava.  El primer testimonio escrito de la “tradición” como tal, celebrada en el Kilómetro Cero del país, data de enero de 1897, según un periódico de la capital que explicaba que “es costumbre madrileña comer 12 uvas al dar las 12 horas en el reloj que separa el año saliente del entrante”.

   Huelga decir que los comerciantes se frotaron las manos. Todos y cada uno de ellos se pusieron a vender la fruta como locos en los días previos a la celebración, con carteles sugerentes como “uvas de la suerte” o “uvas de la fortuna”. A una por mes, a una por campanada, doce en total, era un filón de oro. Entonces, cuando se produjo un excedente de producción en los campos de Alicante y Murcia en 1909, los agricultores que tenían que colocar la abundante cosecha, aprovecharon el tirón de la Nochevieja para asentar la costumbre de las 12 uvas de la suerte por todo el país. ¡Y lo consiguieron! La tradición no solo se implantó por todo el territorio sino que cruzó el charco y se empezó a celebrar también en Chile, Perú, Argentina, México, Venezuela, Ecuador y Colombia. 

   Y, si algún (improbable) resquicio del país se resistió a comerse las doce uvas, el 31 de diciembre de 1962 se comenzaron a retransmitir en directo las campanadas de fin de año desde la Puerta del Sol en Televisión Española. Y, desde entonces (con excepción del año 1973, que se hicieron desde la Plaza de Sant Jaume de Barcelona), el programa se ha ido repitiendo cada año con un éxito de audiencia que las televisiones privadas no han podido combatir. 

   Ver las campanadas por la tele es tan tradicional como comer turrón o cantar villancicos. Y con tantos años haciendo directos frente al reloj de la Puerta del Sol, hay muchas anécdotas para contar. Por ejemplo, en 1989, la presentadora Marisa Naranjo se equivocó en los tiempos y anunció el inicio de las campanadas… ¡cuando ya habían acabado! En 1994, ni corta ni perezosa, Carmen Sevilla, acompañada de José María Íñigo, celebró la llegada del año 1964. En la Nochevieja de 1996, a muchos españoles (incluso a algunos de los más diestros en la materia) no les dio tiempo a terminarse las uvas, porque las campanadas duraron 18 segundos menos de lo habitual ya que los técnicos del reloj no retrasaron el intervalo de las campanadas, como habitualmente se hace. Pero eso no se supo hasta el día siguiente, cuando lo contaron en el telediario.

   Con el nuevo milenio, las redes sociales han venido a añadir un plus. Ahora, mientras se espera a que empiecen, se tuitea sin parar, y el flequillo de Imanol Arias en 2012, que acompañaba a Anne Igartiburu en el 50º aniversario de la retransmisión de las campanadas en Televisión Española, fue trending topic e inesperado protagonista de las redes durante varios días.

   Mañana por la noche, los niños pedirán las más pequeñas, algunos las pelarán, otros les quitarán las pepitas, y los más valientes las toman tal cual, pero no faltarán en ninguna casa. ¡Feliz año 2018!

PD (nº1) práctica: Si, por vez primera, vas comerte las uvas en la Puerta del Sol (curiosamente muchísimos madrileños no lo han hecho en su vida), sigue estos consejos:
- No esperes hasta el último momento para comprar las uvas, porque te costarán el doble;
- No lleves bebidas en recipientes de cristal porque te los quitarán (por seguridad) en los controles policiales de
acceso;
- Intenta llegar un poco antes (media hora o tres cuartos) ya que, en el caso contrario, corres el riesgo de no conseguir un buen sitio;
- Ve abrigado pero no lleves ropa que se pueda estropear porque hay muchas probabilidades para que acabes regado con champán, bueno, Cava;
- La parada de metro de Sol estará cerrada a partir de las 21h, por lo que será mejor bajarte en otra estación cercana;
- Cuando acaben las campanadas, espera un poco antes de marcharte, porque se forman unos tapones que impiden la salida de todo el mundo. ¡Y re-Feliz Año Nuevo!

                                            (De Abigail C., el 30 de diciembre de 2017)

PD (nº2) cantarina: ¿Escuchamos “En la Puerta del Sol” de Mecano?

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