Si bien es verdad que el gato lleva conviviendo con el hombre y en todos los continentes (bueno, excepto en la Antártida), desde hace más de 9000 años, no siempre ha sido su mejor amigo... ni tampoco su peor enemigo -claro está-, pero su historia está íntimamente vinculada a la percepción que tuvieron los hombres del felino a lo largo de los siglos. Después de un debut apoteósico en el Antiguo Egipto, el gato, salvaje o domesticado, sobrevivió a muchas aventuras y desventuras arrastrando, incluso hoy en día, una maleta cargada de supuestos superpoderes maléficos y refranes populares desagradables. Pero lo que no aparece en ningún libro ni estudio sobre el pequeño félido, es la utilización de su nombre como mote castizo para designar a los madrileños. Había que remediarlo. 

   Venerado en el Antiguo Egipto, a partir del año 2900 a.C, por encarnar a la diosa de la fecundidad Bast(et) pero también por matar a roedores, ratas y serpientes protegiendo así al faraón y a sus súbditos de enfermedades y picaduras mortales; siglos después, el gato era quemado vivo en las hogueras de la Inquisición al mismo tiempo que las brujas, los herejes y los asesinos, por llevar el diablo dentro. Entre estos dos extremos, existen varias leyendas sobre el origen de este animal que nunca nos deja indiferente para bien o para mal. Para los griegos, la diosa virgen de la caza Diana, protectora de la Naturaleza, creó al gato para ridiculizar al león, obra de su hermano Apolo. Para los cristianos, el gato fue inventado cuando Noé le pidió ayuda a Dios, durante el Diluvio Universal, para luchar contra la invasión de las ratas en su arca. Y, para los musulmanes, el gato nació del amor entre un simio y una leona.

   En cuanto a sus habilidades, para los chinos, antes de llamarse Maneki Neko (Gato de la Suerte o de la Fortuna) con una pata levantada como si de la palanca de una máquina tragaperras se tratara, era el guardián de los gusanos de seda gracias a su vista aguda tanto de día como de noche. Para los europeos, siempre fue admirado y/o temido por su agiliza. De ahí, el mote de los madrileños desde hace más de un siglo. Según cuenta la leyenda, en el año 1083, uno de los soldados (cristianos) del rey de Castilla, Alfonso VI, reconquistó (avant la lettre) Madrid, caída entre las manos de las tropas musulmanas. El hombre sin nombre propio pero apodado “Gato”, por sus habilidades comunes con el felino, trepó por la muralla mora (sin saber que la Virgen de la Almudena, hospedaba en ella, saldría a la luz dos años después) para sustituir al estandarte morisco por la bandera de la corona de Castilla. No es casualidad que la Almudena y el “Gato” constituyan las señas de identidad del pueblo madrileño y que daten de la misma época. Forman parte de la memoria colectiva que ayudó a fomentar el sentimiento de pertenencia a una misma comunidad.

   Si los puristas moderados afirman que son gatos únicamente los madrileños que llevan 3 generaciones viviendo en Madrid (incluso, 4 para los ultras); en la práctica del día a día, todos los que vivimos en Madrid somos gatos... o caseros o callejeros, o diurnos o nocturnos, o tranquilones o saltarines. Prueba de ello: si los jugadores del equipo de rugby de la Comunidad de Madrid, creado hace tanto solo 4 años, se hacen llamar los Gatos de Madrid, yo también puedo (palabra de chulapa recién estrenada). 

PD: Siguiéndole la pista y la cola al gato a través de los siglos, para redactar esta reseña, nos enteramos de que brilló por su ausencia durante la pandemia de peste negra del siglo XIV que causó la muerte a un tercio de la población del continente europeo. Si el Renacimiento cambió su suerte, hubo que esperar a Luis XIV para que prohibiera, por fin, su sacrificio. Los progresos del siglo XIX en medicina así como la influencia del Romanticismo en la literatura y en la pintura rehabilitaron al felino que volvió a entrar en los hogares y en los corazones tanto de los hombres como de las mujeres, hasta hoy.       

   Hasta pronto para la próxima “Palabra ilustrada” que no hay que perder de vista...

Referencias útiles:
Ayúdanos a completar nuestra Petit Antología de dichos, expresiones y refranes gateros:
- “Al perro y al gato no les pongas el mismo plato”
- “Aquí hay gato encerrado”
- “Cien ratones a un gato le dan mal rato”
- “Cuando el gato no está, los ratones bailan”
- “De noche, todos los gatos son pardos”
- “El gato gruñón no caza ratón”
- “La curiosidad mató al gato”
- “Le dieron gato por liebre”

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