En 1911, al joven guipuzcoano, Antonio Ubillos Baztarrica, el menor de 6 hermanos, no le quedó más remedio que venirse a buscarse la vida a Madrid. Empezó a trabajar en la mercería de un tío suyo -Ángel Caso- en la plaza de Pontejos, sin saber nadie ni el propio interesado que, dos años más tarde (para ser exactos, el 1 de mayo de 1913), el aprendiz abriría su propia mercería en la acera de enfrente y que, 100 años más tarde, sus bisnietos seguirían con el negocio familiar. Detrás de la Fachada del Almacén de Pontejos que rezaba en su día “Novedades, Bordados y Encajes” en lugar de su actual nombre y que ocupa la planta baja de la denominada y protegida Casa del Cordero, no hay hilo, botón o cremallera que uno no encuentre en la famosa mercería madrileña de toda la vida que, hoy en día, recibe cada día la visita de 2.000 clientes adict@s a su muestrario y profesionalismo.

   De lunes a sábado, la tienda se llena de vida cada día. Mientras  María y Mercedes -son cuñadas, me dicen- buscan ribetes para unas toallas, uno de los dependientes les ofrece una caja de cartón con más de 50 variedades… María, sin despegar la vista de tal festín de colores, dice “todo lo que no encuentras en otras mercerías, lo tienes aquí, en Pontejos”. Yo, solo espero que no hayan dejado el cocido en el fuego… Señoras de toda índole y edad miran maravilladas estanterías repletas de botones, abalorios, bisutería, tiras bordadas, ligas para novias y pierden la noción del tiempo… Es el paraíso de la aficionada a la costura, de la mañosa, de la que cose dobladillos y botones a toda la familia, de la que teje bufandas y gorros a sus nietos, de la que desde hace poco aprende a hacer croché, patchwork...

   “Para celebrar el centenario de la tienda, hicimos talleres gratuitos de costura en plena calle y todos los días se llenaban. Vimos la necesidad de una escuela y decidimos cubrirla”, explica Antonio, bisnieto del fundador. Y, poco después, el Almacén de Pontejos abrió una academia en el piso de arriba de la tienda en la que se imparten cursos a todas horas del día de punto, ganchillo, costura creativa, etc. “Los alumnos son variopintos, de diferentes edades, tenemos incluso chicos a los que, como no hablan tanto, la costura les cunde más”, explica María, su hermana, también bisnieta del fundador.

   “Yo aquí vengo de excursión” -confiesa Trini. “Pasas una hora en la sección de los botones, otra escogiendo el color de la lana del gorro que vas a tejerle a tu nieto, sabes cuando entras pero nunca cuando vas a salir”, comenta divertida. Llama la atención que todos los dependientes sean hombres. Explica María que su abuelo tuvo 8 hijos varones y que todos trabajaron en el negocio: ”Hoy ya se ha convertido en una tradición. Yo particularmente pienso que son más nobles y que se llevan mejor entre ellos, dan menos problemas que una mujer en el roce diario. Nosotras somos más complicadas”, sonríe. Hombres de todas las edades que han desarrollado una paciencia y comprensión infinita para atender a las 2.000 clientas cotidianas de la mercería centenaria.

   Antonio, el padre de María, lleva trabajando detrás del mostrador ya casi 52 años y puede hacer realidad todos tus deseos ya que encuentra siempre todo lo que has venido a buscar. “Dicen que es la mejor tienda del mundo, vienen hasta de Sudamérica”, apuntilla una señora a mi espalda. Y no le falta razón. Me cuenta María que viene gente desde México a por lentejuelas metálicas y gusanillo de oro (soy la primera sorprendida de que exista algo con este nombre) para coser los trajes de luces de los toreros y muchas venezolanas a por puntillas para los trajes de las niñas”.

   En el interminable almacén, también se pueden encontrar desde ligas de caballero que venden desde principios del siglo XX y que aún hoy siguen despachando hasta lo último en llegar, los polvos mágicos que ponen entre tela y tela y que, sin necesidad de coserlas, se pegan ¡como por arte de magia! En cuanto a las nuevas tecnologías, el benjamín de la familia, Antonio, trabaja en el diseño de la web y en poner al día las redes sociales “pontejas: “Quién sabe si en un futuro se puede vender todo por Internet”, apunta. No sé yo si sus clientas más incondicionales se iban a perder su excursión a la mercería más popular de Madrid.

                                                                  [De Carla, 28 de noviembre de 2013]

Referencias útiles:
ALMACÉN DE PONTEJOS
Plaza de Pontejos, 2
28012 Madrid
915 215 594
M Puerta del Sol

Horario: de Lunes a Sábado, de 9h30 a 13h30 y de 16h30 a 20h.

PD: Próximo Curso monográfico “Hazte una falda tú misma”:

¿CUÁNDO? El Miércoles 04 de diciembre de 2013, de 16h a 20h.

¿DÓNDE? En la Academia de Labores del Almacén de Pontejos.

¿CUÁNTO? 55 euros. PD: Hay que traer una tela de algodón de 80x15cm. Reserva tu plaza ¡ya! por teléfono o por mail.

Para seguir los pasos (re)creativos del ALMACÉN DE PONTEJOS, conéctate a su web, su Facebook y su Twitter.

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