Al grito de “Vaya castaña que tengo sin entrar en la bodega”, “Y las hago con carbón, que ricas y buenas son” llama la atención de los transeúntes que pasean, con más o menos prisa, por la Glorieta de Bilbao de Madrid.

   Angelines lleva la friolera de 40 años sacándose las castañas del fuego. A los 8 se escapaba del colegio para ayudar a su madre en el puesto de castañas y hoy, apunto de cumplir los 70, es toda una institución en el barrio de Chamberí.

   Cada cinco o diez minutos se acerca un cliente al puesto de la castañera. “15 castañas, 3 euros”. Ella, con sus ocurrencias, a todos les arranca una sonrisa.

   Angelines nació como quien dice debajo de un anafre, el hornillo en el que asa a diario sus castañas. Su abuela Virginia fue una de las primeras castañeras que hubo en Madrid “Estaba en Goya”, recuerda su nieta, que reconoce que siempre fue su ojito derecho.  Su madre heredó el negocio y trasladó el puesto a plaza de Castilla: Tuvo cinco hijos a los que mantenía con su puesto de castañas. Angelines recuerda como ella sustituía a su madre en el puesto para que pudiese ir a preparar la cena a sus hermanos. Allí estuvo hasta que cumplió los 75 y desde hace 40 años es Angelines quien, cuando llega el invierno, vende castañas desde las 10 de la mañana hasta las 10 de la noche en el puesto que le construyó un cerrajero en la Glorieta de Bilbao.

   “En invierno vendíamos castañas y cuando terminaba la temporada, abríamos el puesto de fresones y después, de helados”, explica Angelines, que a pesar de estar todo el día de pie y a la intemperie, nunca deja de sonreír.

   Siempre me había preguntado de dónde vendrá el dicho: “En tiempos de Maricastaña”. Resulta que “las castañas son antiquísimas, el primer castaño que se plantó en España vino de Japón hace más de 500 años. Al principio la gente las comía crudas, después las cocían y terminaron asándolas”, cuenta la castañera, mientras hace los  cucuruchos de papel, casi sin mirar y me explica que “antes los hacían con papel de periódico pero la gente se quejaba porque la tinta contaminaba el fruto”.

   Charlando con ella, castaña va castaña viene,  me entero de que la castaña favorece la circulación de la sangre, ahuyenta el reuma y es uno de los frutos secos que menos calorías tiene. A ella se las trae un hombre que tiene castaños en su finca en León y los días que hace más frío, el puesto se llena. “”Se gana poco, menos de 800 euros al mes, pero suficiente para ir tirando”, asegura.

   Hace años, un hombre muy bien vestido, según sus palabras, intentó atracarla. “Yo le dije: como te lleves el pan de mis hijos, te corto la yugular”. ¡Y es que Angelines es de armas tomar!. El consiguió hacerle un corte en el brazo por el que tuvieron que llevarla al hospital para darle cinco puntos de sutura. Se dio un buen susto, pero nada que me impidiese volver a su puesto al día siguiente.

   Se quedó viuda hace cinco años y tiene dos hijos. “El mayor tiene tres carreras- comenta orgullosa como un pavo real- Ingeniería de telecomunicaciones, Empresariales e Inglés. La pequeña estudió empresariales en la Complutense y me ha hecho abuela hace tres meses”, sonríe.

   Sus hijos  quieren que se jubile, que descanse y que disfrute de su vejez. Ella no quiere ni pensar en cerrar el puesto, masculla que lo echará muchísimo de menos… “Me gustaría dentro de 10 años pasar un día por aquí y ser yo la que compre castañas. Se las pagaría con sonrisas” se ríe la castañera más auténtica de Madrid.

                                   [De Carla, el 13 de noviembre de 2013]

Referencias útiles:
Encontrarás a Angelines desde 10 de la mañana hasta las 10 de la noche en la Glorieta de Bilbao (enfrente de la cafetería Rodilla)

El cucurucho de 15 castañas cuesta 3 euros; de 20, 4 euros; y de 25, 5 euros.

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