RECETA DE AMOR (nº11):
HUEVOS A LA FLORENTiNA
RECETA DE AMOR (nº11):
HUEVOS A LA FLORENTiNA
Ingredientes para 2 personas:
4 huevos
200 gr. de espinacas
50 gr. de mantequilla
50 gr. de queso Gouda o Manchego rallado
Vinagre
Sal
Para la bechamel:
2 decilitros de leche
2 cucharadas de harina
2 cucharadas de mantequilla
1 toque de nuez moscada
Sal y pimienta
No lo sé. Creo que he atisbado una sonrisa entre las espinacas. Debo de dejar ya el descafeinado? Pero el Manchego me regala ese aroma a rancio que impregna mi ser de extrañas volutas de un delirio relleno de futuro, y de brochazos de nuestro pasado. Creo incluso verte llegar por el río, quejándote de la caminata, descaminando pasos que ya habías dado, retomarlos con nuestros hombros a unos pocos milímetros. Mientras de un reojo intenso calibras la estúpida sonrisa que se me había instalado, entre unos patos que se pelean por las míseras migajas, que unos tontos turistas de asfalto les lanzan desde el parapeto.
Comienzo la suave bechamel, calentando la leche con una pizca de sal, la pimienta y la nuez moscada. En una sartén, pongo la mantequilla a fundir y le agrego la harina, removiendo con cuchara de palo. Y sigo removiendo hasta que deja de espumar. Cambio madera por las varillas y le pongo la leche hirviendo a la sartén del roux. Y remuevo todo con prisa, sin pausa, como los pasos que me llevarán, tras unos kilómetros a una alto del camino. A haber terminado el Río y seguir callejeando. A una clara de limón frente al acantilado de tus ojos. Observándome. Intentando calibrar si entre la socarronería de mis palabras, hay algo de cierto. Vislumbrando nuevos senderos que desbrozar entre tanta jungla de cemento. Y algún oasis con forma de taburete en el que encaramarnos para poner los puntos de las is. Con algún beso entrecortado. Con algún juntar los labios dejando que la lengua haga un caracoleo lleno de ternura.
Comienzo a lavar con abundante agua las espinacas. Juego con ellas, dejando que se llene la tina. Y las sacudo de gotitas de rocío de primavera que parce que se le pegan adrede. Huelo el aire, a modo de sabueso. Intento recordar tu olor en el cojín. Y una picara mueca adereza el recuerdo que se me acaba de instalar. Y todo se vuelve una especie de juego de espejos, en que lo lejos está al lado. Y lo cercano tan lejos. Al fondo, un globo de carreras se termina de inflar de aire caliente. Y mece su cesta camino de las nubes que he decidido poner a este imposible recuerdo. Lo siento. Tengo vértigo. Si solo asomarme al balcón de tus ojos o a tu escote me flojean las piernas.
Y salteo en una sartén con una cucharada de aceite las espinacas. Pongo un cazo con cuatro dedos de agua, sal y un enorme chorro de vinagres a calentar. Procuro no buscarte en mi mente. Serenidad. Ahora solo cocina. Me lanzo a la carrera a mezclar espinacas, sin agua, con la bechamel. Poner los huevos cascados, uno a uno en el cazo. Dejarlos que se cuezan poco. Bueno. Dos muy cocidos.
Y emplato en boles de loza, hechos a mano y pintados de diversos colores, un par de paletadas de espinacas a la crema. Corono con los huevos. Y con un pelador, corto lascas de queso como enormes copos de nieve. Y me dejo llevar por un invierno próximo, tal vez entrelazados en la cama, viendo por la ventana de una casuca de Monte, caer una intensa nevada, mientras el fuego de piñas chisporrotea como un condenado y nos ahúma...
De Miguel López Castanier, de La Taberna de Liria.
[Volver a Mi Petit Gourmet]
Ingredientes para 2 personas:
4 huevos
200 gr. de espinacas
50 gr. de mantequilla
50 gr. de queso Gouda o Manchego rallado
Vinagre
Sal
Para la bechamel:
2 decilitros de leche
2 cucharadas de harina
2 cucharadas de mantequilla
1 toque de nuez moscada
Sal y pimienta
No lo sé. Creo que he atisbado una sonrisa entre las espinacas. Debo de dejar ya el descafeinado? Pero el Manchego me regala ese aroma a rancio que impregna mi ser de extrañas volutas de un delirio relleno de futuro, y de brochazos de nuestro pasado. Creo incluso verte llegar por el río, quejándote de la caminata, descaminando pasos que ya habías dado, retomarlos con nuestros hombros a unos pocos milímetros. Mientras de un reojo intenso calibras la estúpida sonrisa que se me había instalado, entre unos patos que se pelean por las míseras migajas, que unos tontos turistas de asfalto les lanzan desde el parapeto.
Comienzo la suave bechamel, calentando la leche con una pizca de sal, la pimienta y la nuez moscada. En una sartén, pongo la mantequilla a fundir y le agrego la harina, removiendo con cuchara de palo. Y sigo removiendo hasta que deja de espumar. Cambio madera por las varillas y le pongo la leche hirviendo a la sartén del roux. Y remuevo todo con prisa, sin pausa, como los pasos que me llevarán, tras unos kilómetros a una alto del camino. A haber terminado el Río y seguir callejeando. A una clara de limón frente al acantilado de tus ojos. Observándome. Intentando calibrar si entre la socarronería de mis palabras, hay algo de cierto. Vislumbrando nuevos senderos que desbrozar entre tanta jungla de cemento. Y algún oasis con forma de taburete en el que encaramarnos para poner los puntos de las is. Con algún beso entrecortado. Con algún juntar los labios dejando que la lengua haga un caracoleo lleno de ternura.
Comienzo a lavar con abundante agua las espinacas. Juego con ellas, dejando que se llene la tina. Y las sacudo de gotitas de rocío de primavera que parce que se le pegan adrede. Huelo el aire, a modo de sabueso. Intento recordar tu olor en el cojín. Y una picara mueca adereza el recuerdo que se me acaba de instalar. Y todo se vuelve una especie de juego de espejos, en que lo lejos está al lado. Y lo cercano tan lejos. Al fondo, un globo de carreras se termina de inflar de aire caliente. Y mece su cesta camino de las nubes que he decidido poner a este imposible recuerdo. Lo siento. Tengo vértigo. Si solo asomarme al balcón de tus ojos o a tu escote me flojean las piernas.
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CATERiNG WOODS
COMER PARA CELEBRAR
Vicky López-Giraldo trabajaba en el departamento de prensa del Museo Reina Sofía, y aunque era lo que siempre había querido...
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DE ViNOS
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