DECO - Mi Petit Madrid * - LA PAJERA. TALLER DE RECiCLAJEEL HOMBRE QUE AMA LAS COSAS

LA PAJERA. TALLER DE RECiCLAJE
EL HOMBRE QUE AMA LAS COSAS

“Amo las cosas loca, locamente. Me gustan las tenazas, las tijeras, adoro las tazas, las argollas, las soperas, sin hablar, por supuesto, del sombrero. Amo todas las cosas, no sólo las supremas, sino las infinitamente chicas, el dedal, las espuelas, los platos, los floreros”.

“Oda a las Cosas” del poeta chileno Pablo Neruda es la declaración en verso que resume los principios de Félix Gómez (en la ilustración), restaurador, escultor, artista, inventor de segundas y terceras vidas para los objetos que tienen la suerte de cruzarse en su camino. Preciosos versos que se asoman desde el abigarrado escaparate, impresos en un papel que ha de tener sus años, para suplir quizás el laconismo del artista: “Soy de contar poco”, advierte amable y franco.

Es frecuente verle sentado a la puerta del taller, siempre con algún cachibache entre las manos. Un día le da rostro a la suela de una chancla con un abrebotellas, otro convierte en avestruz una piña natural ya seca, y ahora acaba de hacer de una aldaba de hierro, sobre un azadón, coronada por el piñón de una bici, la viva imagen de la Virgen de la Paloma...

Félix e hizo con La Pajera hace dos décadas. Cuando compró el local era un taller mecánico al tiempo que vivienda, y conserva la pintura rojiblanca de la fachada en chapa (ver la ilustración), igual que las placas, ya prescritas, que advertían del antiguo vado. Cuando allí instaló su laboratorio para reformar o transformar objetos, sabía del oficio por las prácticas en un taller vecino: “Me enseñaron a lijar, sellar y otras técnicas, pero aprendí mucho en Villamorón, mi pueblo de Burgos, donde ya no vive nadie. Allí fabricábamos los aperos de labranza y otras herramientas”.

Su factoría, que es al tiempo taller, tienda, desván, museo y cajón de sastre, con su correspondiente cueva donde muebles y trastos se acumulan, no se llama La Pajera por casualidad. Volviendo al pueblo de su infancia, cuenta Félix que allí le decían “pajera” al lugar donde se almacenaba la paja destinada a la dieta de los animales: “Mi madre me contaba que su padre, mi abuelo, solía encerrarse en la pajera 2 ó 3 días cuando se enfadaba, hasta que se calmaba. Algo parecido hago yo en este lugar. Vengo como terapia, cuando me siento enojado con el mundo, y aunque no gano mucho, al menos me estoy ahorrando la consulta del psiquiatra”.

Entre sus clientes, algún vecino mañoso con pocas herramientas que le pide ayuda, muchos curiosos, amantes de los objetos longevos, y tiendas de El Rastro vecino, que pone a la venta los muebles previamente tonificados en sus manos, y solo admite encargos remitidos por amigos.

¿Alguna vez han logrado convencerle para exponer sus obras? “Sí, y llegué a vender alguna cosa, pero no me compensa el esfuerzo. Es mucho lío”. También se lamenta Félix, en un tono conformista de lo mucho que ha bajado el contenido de las basuras del barrio, en tiempos grandes proveedoras de objetos: “Aún siguen tirando cosas, pero con las recogidas selectivas y los puntos limpios, me han fastidiado un poco el negocio”.

En las paredes de su local, que están ocultas por lo que sostienen, hay una lámpara árabe, dos caballitos de madera, un rayador de verduras convertido en una vieja radio, esas antiguas cajas de metal, donde se vendía el Cola Cao, muñecos o partes de sus cuerpos de goma, una simpática Cleo negra (la hermana mayor de la mítica Familia telerín de la televisión de los años 60), cascos de protección… “Me sirve todo”, concluye Félix Gómez. “Cualquier cosa, por inútil que parezca, es provechosa”.

(De Sol Alonso, el 27 de agosto de 2016)

Referencias útiles:
LA PAJERA
Calle del Ángel, 8
28005 Madrid
M La Latina

Horario: ¡No tiene! Ni tampoco teléfono fijo y su dueño no dispone de móvil. ¡Suerte!

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(De Sol Alonso, el 27 de agosto de 2016)

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LA PAJERA
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