Una tarde de Halloween de 2014, María C. de 41 años, se encontró con varias horas por delante al cuidado de sus sobrinos. Para entretenerlos recurrió a las manualidades que tanto le gustaban, y tras ver un tutorial de cómo hacer piñatas, algo despertó en ella que le pidió seguir. Se encerró un mes en una casita familiar, perdida en un bosque, a ver qué salía, y fue un auténtico vómito creativo. De golpe, María fabricó piñatas, una web y prototipos. Sin darse cuenta, había montado un negocio -del que hoy vive- cuando ella solo pensaba en cuánto podía dar de sí un material como el papel.

   En aquel retiro, María (retratada aquí) tomó consciencia que aquel objeto condensaba todos los temas que le interesaban: paisaje, antropología, maquetas, colores, geometría, folclore, instalaciones efímeras, y encima, creaciones artesanales, capaces de generar alegría y ser para muchos piezas casi mágicas. Ella, que venía de la arquitectura en la que trabajó durante 2 décadas, especializada en la recuperación del paisaje y el territorio, nunca antes se había interesado por las piñatas, y de repente, estaba absolutamente enganchada a ellas y quería reivindicarlas como un objeto artístico en sí.

   Sin duda su formación arquitectónica le ayudó a la hora de hacer la estructura de las piñatas más grandes y complicadas, y dejándose llevar por sus números favoritos, decidió crear 7 modelos por 3 variaciones de piñatas, y cuando volcó en sus redes sociales lo que había hecho, se obró el milagro.

   María siempre había compartido en Facebook los contenidos que le preocupaban de arte y arquitectura, así que, cuando se encerró, comunicó que estaba trabajando en algo nuevo, pero sin desvelar de qué se trataba. Ni tan siquiera su novio o su familia sabían qué estaba haciendo, y cuando al mes por fin desveló sus piñatas, fue brutal. La gente compartió y empezó a vender de inmediato.

   María trabaja sin plantilla, y aunque tiene modelos concretos y en stock, todo está hecho a mano precisamente para que sean piezas únicas. Utiliza mucho el papel de seda, pero también trabaja con papeles policarbonatos, más brillantes. Sobre todo le gusta mezclar texturas, cartulinas troqueladas, partes transparentes y siempre tiene que ser material producido en España y (en la medida de lo posible) respetuoso con el medio ambiente. Y aunque para ella hacerlas es fascinante y ha logrado un grado de paciencia que desconocía, confiesa que lo más emocionante es el momento de romperlas y observar las caras de alegría de los niños y no tan niños. Y buscando esa felicidad y estética, además de piñatas, usa su papel para realizar lámparas, guirnaldas o farolillos.

   Así María ha recuperado una forma de artesanía. Un oficio manual que es casi una terapia después de tantos años con el ordenador. Un grito contra un mundo totalmente tecnológico y además su particular lucha para que no se pierda una tradición. Originarias de China, las piñatas llegaron a Europa en el siglo XII gracias a Marco Polo. Y si en Italia se convirtieron en el siglo XVI en uno de los juegos favoritos de los nobles, en España pasaron de ser un rito pagano a un rito cristiano para celebrar la Cuaresma. Por entonces, la piñata era una olla de barro con papeles de colores y dulces en su interior. Tal era su éxito que la Iglesia viendo su potencial las usó para evangelizar en el Nuevo Mundo y atraer así a los indígenas hacia las ceremonias religiosas cristianas. De hecho, la más famosa de la época era una estrella con siete picos que representaba los siete pecados capitales y romperla suponía vencer al demonio. Luego, el pueblo se apoderó de ella y pasó a tener uso popular y de disfrute, tal y como se mantiene hoy en día, en especial en México, de ahí que muchos piensen que proviene de este lugar.

   Hoy, María apuesta por “piñatizar el mundo” con un objeto que está por encima de edades, razas, estatus o religiones y que simplemente hace feliz. Disfruta en especial cuando hace instalaciones sostenibles en medio de los paisajes que tanto le gustan, como el impacto visual que supone ver 50 de sus piñatas en una misma sala.

   Su obra ha sido expuesta en Matadero, se ha visto en editoriales de Vogue, Telva, Ikea, Mango o Zara Home, en colaboraciones con Schweppes, Desigual, DecorAcción o BBKLive, y aunque reconoce estar orgullosa de estos trabajos, no quiere que sus piñatas se relacionen solo con un mundo elitista, pues sus piezas son para todos los públicos y bolsillos. Tanto que fiel a sus principios se ha negado en más de una ocasión a llevar a cabo grandes encargos en los que por algún motivo se perdía la esencia de la piñata, como clientes que querían que tuvieran un hilo para romperlas -perdiendo la gracia del golpe- o que copiara modelos comerciales y nada acordes con el mensaje de María, una artesana de unas obras que sin duda son mucho Más Que Piñatas...  

                                               (De Lidia Martín, el 29 de noviembre de 2017)

Referencias útiles:
Para saber más de MÁS QUE PiÑATAS, conéctate a su web, su Instagram y su Facebook.

[Volver a Mi Petit Callejero o Blogosfera]