Sobre el amor, se ha dicho, escrito y cantado mucho, y dependiendo de la cultura, la religión, la edad y cada uno, es una cosa diferente. El amor de los niños hacia otros niños suele ser una simple y maravillosa complicidad, un primer despertar de los sentidos, una suerte de cosquilleo indefinido, es decir, una nebulosa informe de sentimientos sin definir, de impulsos y curiosidad, donde el amor y la amistad andan en el borde de la misma línea, siendo difícil y/o innecesario para ellos aclarar cual está a cada lado. Y es que el amor como concepto es difícil de definir. La RAE, en su tercera acepción, dice fríamente que es un “sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo”, pero todos sabemos que es muchísimo más. Entonces, como hoy se celebra la ya tradicional Fiesta del Amor -odiada por algunos y bien rentabilizada por otros-, merece la pena volver a los orígenes del amor infantil, un viaje iniciático sin duda determinante para la construcción emocional del futuro adulto.

   Una cosa que suele gustar mucho a los adultos es preguntarles a los niños si tienen novio o novia, y se lo preguntamos a niños muy pequeños, de 2 ó 3 años, que apenas están aprendiendo a hablar y que, por supuesto, no tienen muy claro a qué nos referimos. Habitualmente suelen contestar con el nombre de sus mejores amigos, porque en el fondo, ¿qué puede ser el amor para un niño tan pequeño que no sea lo que siente por sus mejores amigos? La psicóloga infantil, Violeta Alcocer, lo tiene claro “el amor en esa edad y en esos años es compañerismo, lealtad, reciprocidad y un puntito de interés práctico. No se ama al otro tanto por su forma de ser como por lo que el otro me proporciona: me hace caso, me regala cosas, me deja sus juguetes, me elige en los juegos, etc.”.

   Lejos de ser sentimientos sin trascendencia, los primeros enamoramientos de los niños son emociones fuertes, que los padres y madres nunca debemos ningunear, ya que, aunque probablemente no sean relaciones duraderas en el tiempo, no quita la intensidad que, en esos momentos, están sintiendo los niños. Por esta razón, según Violeta, “los padres y madres deben aprovechar el momento para enseñarles el valor de la reciprocidad, el cuidado mutuo, el perdón, la empatía...”.

   ¿Pero cómo? Con San Valentín en cada esquina, tomamos conciencia más que nunca de que si la mayoría de las historias en el cine, la literatura, el teatro y la música gira en torno al amor, no hay muchas centradas en el amor infantil -a diferencia del adolescente, que por supuesto ha acaparado miles de títulos. En efecto, cuando los niños son protagonistas, los argumentos se suelen centrar en sus experiencias y relaciones con sus padres, su familia o incluso hacia sus mascotas, dejando el plano amoroso en un tema baladí. Menos mal que existen algunas excepciones.

   Una bonita película centrada en la relación amorosa de dos niños es “Mi Chica” (1991), de Howard Zieff,  que cuenta la tierna historia de Vada, una solitaria e hipocondríaca niña, y su amigo, Thomas (interpretado por un aún adorable Macaulay Culkin), un niño tímido y con alergias mortales. La película describe la historia de amor-amistad entre los 2 niños, que juegan, se escuchan y se entienden, hacen travesuras, tienen planes de futuro juntos, y que movidos por la curiosidad, llegan a darse su primer e inocente beso.

   En la obra de teatro “Peter Pan” (1904), de James Matthew Barrie, también se asoman relaciones amorosas entre niños, y en cuanto al niño que no quería crecer se han sacado interesantes teorías, convirtiéndolo incluso en un síndrome psicológico, que hace referencia a los hombres que se resisten a tomar responsabilidades afectivas en sus relaciones adultas. En “Peter Pan”, Wendy y los demás personajes femeninos (Campanilla, las sirenas, Tigrilla...) caen rendidas a los pies de ese niño aventurero, libre y valiente, que no está dispuesto a cruzar las fronteras que separan Nunca Jamás -el mundo de los niños- del mundo real, donde inevitablemente, los niños están condenados a crecer.

   Otra maravillosa historia de amor entre niños es la película de Wes Anderson, “Moonrise Kingdom” (2012), donde su preciosista puesta en escena no resta protagonismo a un argumento en el que la fuerza y valentía de la primera relación amorosa hace que unos jóvenes y castos enamorados decidan escapar de sus tediosas vidas, para vivir juntos aventuras y ser exploradores. En “Moonrise Kingdom”, se ve ese maravilloso sentimiento, que aún en su fugacidad e inocencia, contiene toda la intensidad de una primera vez.

   Aunque en la película “Déjame entrar” (2008), de Tomas Alfredson, no se habla de relaciones entre niños al uso -ya que el personaje de Oskar tiene 12 años, y su misteriosa vecina Ali tiene muchísimos más por su condición de vampira que le permite aparentar eternamente 12 años-,  la relación que establecen sí que es la de dos pequeños enamorados, en las que ella se muestra como su salvadora ante el bullying que el niño sufre en su colegio. Dejando a un lado que es una película de vampiros y de terror, destacaría la relación entre los 2 niños, que lejos de alabar la frescura y la felicidad de la infancia, se centra en lo contrario, en lo difícil que a veces es ser niño, y en cómo una relación de amistad-amor, en esas edades, muchas veces sirve como brazo salvador del dolor, que supone entrar en la adolescencia y entender y sobrellevar el mundo que les rodea.    

   Para acabar, no podía faltar una de las mejores películas de la historia, en la que hay quien intuye una probable identificación de amor homosexual: “Cuenta Conmigo” (1986), de Rob Reiner (basada en la novela El Cuerpo, de Stephen King). En esta magistral película, 4 amigos de 12 años comienzan buscando el cuerpo sin vida de otro niño de su misma edad, que desapareció hace días. Esta aventura irá desembocando en un viaje hacia la madurez y el autoconocimiento. Al final de la cinta, el protagonista ya mayor recuerda este pasaje de su vida y a unos amigos a los que ya no ve, “nunca más volví a tener amigos como los que tuve a los doce años. Cielos, ¿acaso alguien sí?"

                                 (De María Glück, el 14 de febrero de 2015)

PD: Ilustración de by Genevieve Santos (también en Facebook y Twitter).

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