Que se llame Hada de los dientes (Tooth Fairy) en los países anglosajones, Ratoncito Pérez en casi todo los países hispanohablantes, o Ratoncito a secas en los países francófonos (Petite Souris) y en Italia (Topolino), la mayoría de los niños (occidentales) llevan más de un siglo esperándole toda la noche y repitiendo el mismo ritual cada vez que se les cae un diente de leche. Según reza la tradición, el niño en pleno crecimiento colocará, debajo de la almohada, el órgano anatómico caído (con o sin carta de agradecimiento) y, a la mañana siguiente, descubrirá en su lugar una moneda o un juguetito, dejado por la sexy hada o la mini rata, como premio de consolación. Pero ¿de qué tradición se rata, ay perdón, se trata exactamente?

   Parece ser que la Hada anglosajona y el Ratoncito franco-italiano provienen del mismo cuento, fruto de la mente inquieta de una baronesa francesa, nada aburrida y todavía con la cabeza en su sitio. Conocida de todos en la corte de Luis XIV no solo por su excéntrica vida sino también por sus populares cuentos de hadas y su polémico Relato de viaje a España, Marie-Catherine d’Aulnoy (1651-1705) publicó La Bonne Petite Souris -que podría traducirse por “El Ratoncito Bueno”-, en 1698. En un país lejano, una hada ayuda a una reina viuda en apuros transformándose en ratoncito para vencer a un rey cruel, que quiere abusar de sus poderes. El roedorcito se cuela en la cama del monarca al que espera durante todo el día, escondido debajo de la almohada, y cuando por fin la cabeza real descansa en paz, entra en su boca para roerle los dientes y la lengua. Nadie viene a salvarle, incluso, más bien, lo contrario, ya que sus súbditos, en posición de fuerza, le atan y le tiran en las aguas revueltas del río más cercano.

   En cuanto al Ratoncito Pérez hispanohablante (retratado aquí), con apellido desde 1894, nació y vivió en Madrid “dentro de una caja de galletas, en la Confitería Plast, según el cuento que el padre Coloma escribió para el rey niño Alfonso XIII”, como reza la placa amarilla en forma de rumbo, que colocó el Ayuntamiento de Madrid, hace 12 años, el 05 de enero de 2003 -para ser exactos-, en el nº 8 de la calle Arenal. Por lo que se ve, el monarca menor de edad era un niño miedica, sea por ser consciente de lo que le venía encima, sea por su naturaleza y temprana edad. Entonces, su madre, la reina y regenta María Cristina (“me quiere gobernar...”), como buena psicóloga avant la lettre, le pidió al Padre (jesuita) Luis Coloma que escribiera un cuento para calmar a su Alfonsito que se había puesto enfermo al caerse su primer diente de leche. La historia del Rey Budy y del Ratoncito Pérez que, noche tras noche, recolectaban dientes caídos, no tardó en salir del Palacio Real y en democratizarse.

   Aunque quede por determinar porqué, en su momento, unos eligieron a una criatura con forma humana y otros a un roedor que, en otras circunstancias, echaríamos de casa con una escoba o que simplemente despertaría nuestro instinto primitivo de subirnos a una silla nada más verle..., los dos discretos agentes secretos elegidos comparten la misma finalidad: reconfortar a los niños y quitarles el medio a perder sus dientes (que se dice ponto). En definitiva, les ayudan a crecer y a tomar conciencia de los cambios que experimenta su cuerpo tanto por dentro como por fuera. De hecho, que lo queramos o no, todos los personajes imaginarios, desde el Papá Noel hasta el Príncipe azul, permiten a los niños proyectar sus deseos y frustraciones fuera del círculo familiar, y a los padres, abordar (¿o esquivar?) temas a veces delicados quitándoles hierro y salir airosos.

   Definitivamente, el Ratoncito Pérez es la leche...

PD (nº1) polémica: En cuanto a la recompensa otorgada al niño, solía ser una moneda. Aunque, hoy en día, se critique esta práctica, la idea original no es tanto la cantidad sino el símbolo que representa: un paso hacia la independencia. Pero, como bien se sabe, todo es defendible y su contrario también.

PD (nº2) nominativa: Si los orígenes de la figura folklórica se nos ha quedado más o menos claro, seguimos sin saber ¿por qué Pérez? Si partimos del principio de que Pérez deriva del nombre propio Pedro como resultado de la antigua costumbre de convertir en apellido el nombre del padre (es decir, “-ez” como equivalente de “hijo de”, por decirlo de alguna manera), nuestro Ratoncito sería hijo de algún Pedro. ¿De San Pedro, 1 de los 12 apóstoles de Jesús de Nazaret? ¿O de Pedro Fabro, el co-fundador, junto con San Ignacio de Loyola, de la Compañía de Jesús, es decir, de la Orden de los Jesuitas, a la que pertenecía el Padre Coloma? Sigue siendo un misterio... y también es verdad que Ratoncito García no suena tan bien...

Referencias útiles:
CASiTA MUSEO DE RATÓN PÉREZ
Calle del Arenal, 8, 1ª
28013 Madrid
915 226 968
M Sol / Ópera / Callao

Horario:
- Los Lunes: de 17h a 20h;
- De Martes a Viernes: de 11h a 14h y de 17h a 20h.
- Los Sábados: de 11h a 15h y de 16h a 20h;
- Los Domingos: de 12h a 15h y de 16h a 18h.
PD: Turnos de visita, cada 40 minutos.

Precio: 3 euros.

Para seguir los pasos (re)creativos de RATONCiTO PÉREZ, conéctate a la web de su CASiTA MUSEO madrileña (también en Facebook).

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