Durante la década de los 70, Madrid llegó a tener más de 500 salas de cine. En la actualidad, apenas quedan una treintena. Situadas en algunas de las mejores zonas y edificios más emblemáticos de la ciudad, durante los últimos años esos centros de cultura han ido cerrando para convertirse en comercios y grandes almacenes. Sus propietarios justificaron el cierre alegando la pérdida de espectadores provocada, según el momento, por el éxito de la televisión, los reproductores de vídeo, los dvds o internet. Sin embargo, la realidad parece apuntar más bien a razones estrechamente relacionadas con la especulación inmobiliaria...

   Poco a poco los cines de barrio, primero, y los de la Gran Vía después, han ido convirtiéndose en Zara, C&A, H&M, Berska, Stradivarius. Una transformación que ha contado con la connivencia de las autoridades correspondientes, que no han dudado en autorizar el cambio de licencia. Por ejemplo, la calle Fuencarral fue una de las calles con más cines de la capital. Desde la Glorieta de Bilbao y hasta pasada la de Quevedo, se llegaron a contar casi una decena de salas de las que solo sobreviven hoy las del cine Proyecciones.

   Las últimas en echar el cierre fueron las del Cine Roxy. En principio iba a ser una clausura temporal destinada a acometer ciertas reformas, pero el tiempo ha terminado por desvelar las verdaderas intenciones de la propiedad: “Lo que le pasa a los Roxy es, desgraciadamente, lo que le está pasando a la gran mayoría de salas de cine y teatros de Madrid desde la modificación del Plan General, que ha permitido convertir estos espacios destinados a la cultura en otros de cualquier tipo de actividad. En el caso de los Roxy, se aprobó el cambio de licencia el pasado 28 de octubre, haciendo que el espacio se convierta en un espacio comercial, concretamente en un supermercado”, explica André Viana, uno de los responsables de la plataforma cívica Salvemos los Roxy, creada para intentar que el Ayuntamiento de la capital reconsidere su decisión de permitir que en ese local se desarrolle otra actividad que no sea la cultural.

   Salvemos los Roxy es, en palabras de Viana, “una plataforma de apoyo a la cultura que pretende paralizar este cambio de licencia y hacer que la Administración se implique en reactivar culturalmente este espacio mítico”. Las razones para ello parecen más que razonables: “Hay multitud de ellas pero la más importante es posiblemente la de evitar la más que evidente desaparición del entramado cultural madrileño y de los espacios donde disfrutar de la cultura”.

   Para dar a conocer su lucha y reivindicaciones, los promotores de Salvemos los Roxy (la mayoría de ellos creativos de Indira, una agencia de comunicación que tiene las oficinas en el mismo edificio que los cines), han desarrollado diferentes estrategias. La primera de ellas, montar una página web, a la que ha seguido una campaña de recogida de firmas a través del portal change.org, y se han unido a la Plataforma en Defensa de la Cultura: “Ellos llevan años luchando por este tipo de causas culturales y cuentan con los medios necesarios para hacer llegar este tipo de peticiones a las autoridades competentes. Sin ir más lejos, hace unos días hemos participado en un acto en defensa de la cultura que se celebró en el Ateneo y en el que estaban representantes de los principales partidos políticos de la capital”.

   Sin embargo, de todas estas acciones, la que más ha llamado la atención ha sido una serie de carteles que han ido publicando en internet y que incluso han impreso y pegado en el cierre metálico de los cines. Unas piezas pensadas y producidas en Indira, que combinan el concepto cinematográfico con el mundo del consumo: “Utilizando carteles de películas conocidas, hemos hecho el ejercicio conceptual de mezclar cine y supermercado, para difundir este cambio de licencia entre los demás ciudadanos e intentar paralizarlo”. A través del humor y un buen acabado gráfico, cintas como “Solo en casa” se convirtió en “Solo en salsa”, “Pesadilla antes de Navidad” en “Pescadilla antes de Navidad” y “El día de la Bestia” en “El día de la oferta” (ver carteles aquí).

   Hace unos meses, con motivo de los premios de la Academia de Cine, la acción se volvió a repetir. Tomando como base las películas nominadas a los Goya, “La novia” fue “La endibia”, “Nadie quiere la noche” pasó a ser “Nadie quiere esta leche” y, la triunfadora de la velada, la película “Truman” de Cesc gay, se convirtió en “Trufaman” con perro trufero incluido. Pero, a pesar del vínculo que las reivindicaciones de Salvemos los Roxy mantienen con el mundo del cine (por razones más que obvias), sus organizadores no han recibido un excesivo apoyo por parte de los profesionales de ese sector. Mientras que los políticos se han mostrado hasta cierto punto receptivos, los productores, realizadores y actores han preferido mantener las distancias: “La verdad es que en este aspecto nos hemos sentido muy poco respaldados. Creíamos que, dada la causa, contaríamos rápidamente con el apoyo de los profesionales del sector y gente del mundillo del cine, pero muy pocos se han interesado. Eso sí, desde aquí quiero dar las gracias a los que sí lo han hecho”.

   Una vez aprobado por el Ayuntamiento el cambio de licencia de actividad, el tiempo corre irremisiblemente en contra de los Roxy: “Los plazos nunca se saben, pero lo que sí se sabe es que el acuerdo de venta está muy avanzado y ya han empezado a sacar escombros de la sala. Mientras tanto y hasta que no oigamos los carritos de la compra circular por la zona, seguiremos dando caña”. En las próximas semanas, los responsables de Salvemos los Roxy darán a conocer nuevas acciones para concienciar a la ciudadanía de la necesidad de preservar esos cines de la especulación: “Estamos preparando una oleada de vídeos que prometen. ¿Qué serán? Habrá que estar atentos. Mientras tanto, invitamos a todo el mundo a que firme la petición de change.org y que comparta el material que tenemos en la web por redes sociales. A fin de cuentas, la cultura solo se entiende si es para las personas. De nosotros depende que siga viva”...

                                             (De Eduardo Bravo, el 19 de abril de 2016)

Referencias útiles:
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