Luchadora, eterna enferma, pesimista, solitaria, precursora del feminismo y del modernismo español, pero sobre todo, amante del pueblo gallego al que dio vida a través de su palabra, Rosalía de Castro rescató con su prosa, pero especialmente con sus versos, la tradición de su tierra al usar la lengua gallega, entonces desprestigiada y casi exclusiva de una minoría rural tachada de inculta, que encontró en la escritora las mejores manos para reivindicar su auténtico valor. En la actualidad, la poetisa es todo un símbolo de esta comunidad y su libro Cantares Gallegos es considerado como la primera gran obra de la literatura de esta región y base del Rexurdimento, una etapa cultural de la historia de Galicia del siglo XIX, que cambió para siempre el pasado y el futuro de sus habitantes. Hoy, cuando se cumplen 130 años de su muerte, un 15 de julio de 1855, nos queda en su legado infinito -traducido a decenas de idiomas-, el desahogo de un alma norteña, que vivió y escribió con el sentimiento gallego por excelencia, la nostalgia o saudade.

   Rosalía nació en Santiago de Compostela el 24 de febrero de 1937, en una época en la que ser mujer y escritora, ni se consideraba normal, ni estaba bien visto. Su procedencia tampoco fue fácil. Rosalía tardó mucho en asimilar la identidad de su verdadero padre cuando le fue desvelada siendo ya una adolescente. Al parecer, su madre, Teresa de Castro -una joven de familia noble venida a menos-, tuvo un desliz con José Martínez Viojo, para más señas, sacerdote, que claro está, nunca reconoció a la recién nacida, que acabó siendo inscrita como hija de padres desconocidos. Por entonces, su destino era la inclusa, pues allí iban a parar todos los niños expósitos o abandonados, pero la bondad de una de las sirvientas de la madre cambió su fortuna, al llevársela con su permiso, y cuidarla hasta que una tía paterna, Teresa Martínez Viojo, la acogió en su casa de Ortoño, donde la pequeña se crió hasta los 8 años.  

   Fue en aquella aldea de Ames, donde la niña conoció el mundo rural con todas sus costumbres, tradiciones, canciones populares… y el arraigo a una lengua gallega, que con el tiempo tanto influiría en su vida y obra. Allí estuvo hasta que su madre biológica la reclamó, y la joven tuvo que regresar a Santiago al regazo de una mujer casi desconocida. Fue entonces, con apenas 12 años, cuando Rosalía empezó a escribir poemas, y poco después, con 15, cuando conoció quién era su padre, y entró en una crisis que ya nunca la abandonaría. Atrás quedaron los aperos de labranza, sustituidos por libros de música y dibujo, y frecuentes visitas al Liceo de la Juventud, lugar de encuentro de adolescentes gallegos, ávidos de cultura y cambios, y donde se dice, se comenta, se rumorea que Rosalía participó en un acto que dejó atónita a su familia.

   El 02 de marzo de 1856, varios jóvenes, entre los que estaban Aurelio Aguirre y Eduardo Pondal (cuyas primeras estrofas de su poema “Os pinos” son la letra del himno gallego), convocaron una histórica reunión, conocida como el Banquete de Conxo, donde los estudiantes de clase alta sirvieron a los trabajadores en un claro grito de igualdad, que acabó con la ruptura entre galleguismo y movimiento obrero, y que a pesar de ser censurado y castigado por las autoridades, dio una tremenda bofetada a la hipócrita y contenida sociedad compostelana del momento.

   Los que defienden que, entre los presentes, estaba Rosalía, piensan que ése fue el motivo que la llevó al poco a Madrid, a casa de un familiar lejano donde esconder la vergüenza familiar. Sin embargo, ocurrió lo contrario: el castigo afianzó las ideas de la escritora. Y recién aterrizada en pleno centro, en el 13 de la calle Ballesta, Rosalía remató “la Flor”, un poemario en castellano que llegó a manos de Manuel Murguía, un estudiante y escritor, también gallego, que a pesar de su juventud, ya colaboraba activamente en periódicos y revistas de la época como La Iberia, donde, entusiasmado, publicó una reseña de la obra de Castro, y de paso, estrechó su relación.

   En 1858, la pareja contrajo matrimonio en la hoy malasañera iglesia de San Ildefonso, y juntos, defendieron las mismas causas, se apasionaron por las Letras, y crearon una familia numerosa de 6 hijos. En Murguía, Rosalía encontró por fin el bastón donde apoyarse, su mayor defensor y el gran impulsor de Cantares Gallegos, que el escritor presentó insistentemente al editor vigués Juan Compañel hasta que consiguió publicarlo el 17 de mayo de 1863. En la obra rosaliana, quedaron plasmadas las penurias de un pueblo gallego, obligado a emigrar, y sobre todo, la actitud crítica de la poetisa con la época que le tocó vivir. Le siguieron Follas Novas (1880), con claro contenido social y denuncia de la discriminación femenina y rural, y En las orillas del Sar (1884), escrito en castellano y pionero del pensamiento existencialista, 3 libros hoy fundamentales de la poesía del siglo XIX.

   En 1871, después de deambular de casa en casa y de provincia en provincia, siguiendo a un marido de inestable profesión, y sufriendo los achaques de su delicada salud, Rosalía regresó a Galicia, y a partir 1875, se instaló en Padrón para no moverse más. Allí pasó sus últimos años, cada vez más resentida de un cáncer de útero, que le perseguía desde hacía tiempo y que, en 1885, con solo 48 años, se la llevó. Antes de morir, Rosalía encomendó a sus hijos que quemasen todo lo que dejaba sin publicar. Fue enterrada en Iria Flavia (Padrón), pero en 1891 sus restos fueron trasladados a la capilla de la Visitación del Convento de Santo Domingo de Bonaval (hoy Panteón de Galegos ilustres) en Santiago de Compostela.

   Como en el caso de muchos otros genios, con su muerte, llegó el reconocimiento, y no fue hasta los modernistas, y en especial, con la Generación del 98 -sobre todo Azorín y Unamuno-, cuando se valoró realmente su trabajo. Rosalía les había allanado el terreno, pues junto a Gustavo Adolfo Bécquer, abrió paso a la poesía española moderna, la que comenzaron Baudelaire y Whitman al romper las reglas clásicas y olvidar las rimas rebuscadas, para apostar como la poetisa, por contar la vida, aunque dura e injusta, de la manera más bella.

PD (nº1) conmemorativa: En 1963, un siglo después de la publicación de Cantares Gallegos, la Real Academia Gallega acordó declarar el 17 de mayo como el Día das Letras Galegas.

PD (nº2) curiosa: Junto con Isabel la Católica, Rosalía de Castro fue la única mujer no alegórica retratada en un billete español de las ya olvidadas antiguas 500 pesetas.

                                                 (De Lidia Martín, el 15 de julio de 2015)

Referencias útiles:
Para seguir los pasos póstumos de ROSALíA DE CASTRO, conéctate a la web de la FUNDACiÓN ROSALíA DE CASTRO (también en Facebook y Twitter).

Y cuando vayas a Galicia, podrás visitar la Casa Museo de Rosalía de Castro, donde se ubican hoy la Fundación y el
Centro de Estudios Rosalianos:
A Matanza, s/n
15900 Padrón (A Coruña)
981 811 204

Horario:
- De Martes a Sábado: de 10h a 13h30 y de 16h a 20h;
- Los Domingos: de 10h a 13h.

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