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(Mi PETiT) HOMENAJE A...
ARTURO BAREA

(Mi PETiT) HOMENAJE A...
ARTURO BAREA

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   “Periodista accidental, escritor por necesidad, sindicalista de corazón y, aunque se lo negaran, español allá donde le llevó el exilio, Barea es un madrileño por derecho propio”. Así quedaba descrito el autor de La Forja de un rebelde (obra prohibida durante 35 años en España) en la petición creada en la plataforma Change.org, en 2016, por Yolanda Sánchez Fernández e Isabel Fernández Suárez, con la colaboración de William Chislett y el apoyo de numerosas personas anónimas o no (como Elvira Lindo o Ian Gibson) y entidades (como la librería Sin Tarima o La Liminal), para pedir al Ayuntamiento de Madrid que homenajeara al escritor republicano con la colocación de una placa en la Villa.


   Apenas un año después de la recogida de firmas, la Junta de Distrito Centro aprobó el pasado mes de noviembre por unanimidad el nombramiento de una plaza en el corazón de Lavapiés, que se inaugurará mañana, Sábado 04 de marzo de 2017. Mientras tanto, ¡no te pierdas (Mi Petit) Diccionario sobre la vida y obra de Arturo Barea.


AGUSTíN LARA En los últimos meses del franquismo, se erigió una estatua del autor de temas como “Farolito”, “Noche de ronda”, “Piensa en mí”, “Granada” o el chotis “Madrid”, Agustín Lara (1897-1970), que se colocó en una plaza del barrio de Lavapiés (entre las calles de Mesón de Paredes y Embajadores), que acabó llevando el nombre del compositor mexicano. Tras la petición de Yolanda Sánchez Fernández, Isabel Fernández Suárez y William Christie, el Ayuntamiento de Madrid aprobó dedicarle un espacio a Arturo Barea, y a partir de mañana, Sábado 04 de marzo de 2017, dicha Plaza será de manera oficial la Plaza de Arturo Barea (1897-1957) en homenaje a un escritor que vivió en Lavapiés y describió la vida del barrio en sus libros.


BBC Durante su exilio en Inglaterra, Arturo Barea (retratado aquí) realizó casi 1.000 programas para la BBC bajo el seudónimo de Juan de Castilla y a través del servicio radiofónico que la emisora había organizado para América Latina. Barea ya tenía experiencia radiofónica. Durante la Guerra (in)Civil, bajo el nombre de La voz desconocida de Madrid, realizaba programas en los que narraba historias cotidianas destinada a levantar la moral de los habitantes de una ciudad sitiada.


CORRUPCiÓN Durante su servicio militar, Arturo Barea fue destinado a Marruecos para luchar en la guerra que enfrentaba a España con los independentistas de la zona del Rif. Fue testigo de la derrota del ejército español, no tanto por la superioridad de las tropas irregulares marroquíes, sino por la corrupción de la institución. Nada más llegar a su destino, Barea comprobó cómo los presupuestos destinados a la manutención de la tropa y al armamento se iban diluyendo a lo largo de la cadena de mando. En el segundo volumen de La forja de un rebelde, Barea cuenta cómo muchos de los oficiales de la época se hicieron ricos a costa de la vida de los soldados que lucharon en el continente africano.


DERROTA Arturo Barea llegó a Inglaterra en marzo de 1939, el mismo mes de la derrota de la República a manos del ejército franquista. Durante casi tres años había sido testigo directo y protagonista de la Defensa de Madrid. Había sufrido las envidias de sus camaradas. Fue víctima de las ambiciones de compañeros de lucha. Fue censurado por enamorarse de otra mujer que no era su esposa. Malvivió en París a la espera de un visado que le permitiera abandonar el Viejo Continente. Cuando finalmente llegó a Inglaterra, lo hizo derrotado: “Aplastado espiritualmente... Sin nada. Mi vida estaba partida en dos. No tenía perspectivas, ni país, ni hogar, ni trabajo”. Por si eso no fuera suficiente, estalló la II Guerra Mundial. Su situación anímica era tan débil que, cada vez que sonaban las sirenas antiaéreas, vomitaba al recordar los bombardeos de Madrid.


ENFERMEDAD Durante su estancia en Marruecos, Arturo Barea enfermó de tifus y estuvo a punto de morir. A consecuencia de ello fue trasladado al hospital de Tetuán y posteriormente a Ceuta. Estaba tan débil que perdió la capacidad de caminar solo. Tras ser examinado por un tribunal militar, se le concedieron dos meses de permiso, que aprovechó para regresar a la Península y visitar a su familia. Su experiencia en Marruecos, narrada en La Ruta, el segundo volumen de La forja de un rebelde, permite entender cómo se urdió la traición a la República y el golpe de Estado de 1936. Por ese volumen aparecen, entre otras personas, Primo de Rivera, Francisco Franco y Millán Astray.


FABER & FABER La prestigiosa editorial inglesa Faber & Faber fue la encargada de publicar en Inglaterra los libros de Arturo Barea. Las ediciones estaban al cuidado de T. S. Elliot y pronto fueron un éxito de público y crítica. El primer tomo de la trilogía salió en tapa dura en 1941, se reimprimió en 1943 y ese mismo año se lanzó una edición de 20.000 ejemplares para la Reader’s Union, una asociación parecida al Círculo de Lectores, pero en inglés.


GEORGE ORWELL Como responsable de censura del Gobierno de la República, Arturo Barea tuvo relación con casi todos los reporteros y enviados especiales extranjeros que se desplazaron a Madrid para informar sobre la Guerra (in)Civil. Entre ellos estaba el escritor inglés George Orwell (1903-1950), que afirmó en su día que Barea era “un escritor en ciernes que no había escrito nada”. No andaba desencaminado. En esa época Barea apenas había escrito algún cuento, y el primer volumen de La forja de un rebelde, su obra más importante, no vería la luz hasta 1941.


HiJOS Cuando se exilió de España, Arturo Barea dejó en el país a su ex mujer y sus 4 hijos. Aunque la relación con Aurelia Grimaldos no era buena, el verse obligado a abandonar a sus hijos no fue algo sencillo y agravó aún más la depresión y la inestabilidad emocional del escritor. En 1952, Barea publicó La raíz rota, una novela en la que narra la historia de Antolín, un exiliado español que regresa al país con pasaporte británico. Además de la impresión causada por el ambiente opresivo de la dictadura y el nacionalcatolicismo, Antolín se reencuentra con los hijos que dejó al marchar y con los que le separan muchas más cosas de las que se imaginaba.


iNGLÉS Gracias a su trabajo en una oficina de patentes, Barea tenía nociones de algunos idiomas europeos, como francés o alemán. Sin embargo, no dominaba demasiado el inglés. Cuando fue nombrado responsable de la Oficina de Censura de la República, su mayor preocupación era que los corresponsales norteamericanos y británicos no afines a la República enviasen mensajes con doble sentido utilizando términos o frases que permitieran dos o tres interpretaciones.


JABÓN Durante la Guerra (in)Civil, Madrid quedó prácticamente sitiado. Todas las vías de acceso estaban en manos del ejército franquista, salvo la que unía con Valencia, donde se había establecido el gobierno republicano. Después de varios años de guerra, la ciudad estaba desabastecida. No había ni jabón. Un hecho aparentemente anecdótico, que Barea menciona en La llama: “Pasamos a través de pueblecitos, rebotando sobre sus cantos de río, mirando las mujerucas en su luto eterno, sentadas en sillas bajas de paja delante de las cortinas ondulantes, que cerraban las puertas de las casas; figuras inmóviles, a su lado una caja de madera llena de barras de jabón verdoso que las gentes de allá fabricaban con los posos del prensado de la aceituna y sosa cáustica. En Madrid no había jabón”.


KULCSAR Arturo Barea tuvo un matrimonio poco afortunado con Aurora Grimaldos, a pesar de lo cual tuvo cuatro hijos con ella. Barea comenzó a tener diferentes relaciones extramatrimoniales y, después de años de desencuentros, consiguió el divorcio de su mujer para casarse con la periodista austriaca Ilse Kulcsar (1902-1973), a la que había conocido durante sus funciones como censor en la Guerra (in)Civil. Juntos se exiliarían a Inglaterra, donde Kulcsar traduciría al inglés La forja de un rebelde, publicada en ese idioma mucho antes de que apareciera la primera versión castellana en Buenos Aires.


LOSADA La editorial argentina Losada fue la primera que publicó La forja de un rebelde en castellano. Fue en 1951, casi diez años después de la aparición del primer volumen en inglés. Cuando se puso a la venta la versión argentina, Barea ya era muy popular en Latinoamérica gracias a las transmisiones de la BBC. En España, sin embargo, continuaba siendo un apestado. Las autoridades no le perdonaron su participación en la guerra, y parte de los que vivieron el conflicto y no habían sido represaliados apenas se acordaban de él. En cuanto a los más jóvenes, ni siquiera sabían quién era.


MADRiD Aunque nació en Badajoz y murió en Inglaterra, Arturo Barea está estrechamente ligado a Madrid. La forja de un rebelde describe la vida de la ciudad desde antes del advenimiento de la República y hasta la caída de la capital tras la Guerra (in)Civil. En los tres tomos, especialmente en el primero y el último, se describen calles, costumbres, bares como Villa Rosa o los puestos de las lavanderas del Manzanares donde trabajaba su madre.
PD
: El colectivo cultural La Liminal organiza recorridos por la zona de Lavapiés que discurren por las calles que el escritor describe en su obra.


NOVÉS Durante una temporada, Arturo Barea y su mujer alquilaron una casa para los fines de semana en Novés, pueblecito de la provincia de Toledo. Allí se toparon con la realidad política del país. Terratenientes, abusos, explotación laboral, amenazas… Barea, que era militante de UGT pero trabajaba en el ramo de la banca, pudo conocer la realidad de los explotados y los explotadores porque, en un primer momento, acudía a los dos casinos que existían en el pueblo, el de los ricos y el de los pobres. Finalmente, Barea tomó partido por los trabajadores y les animó a organizarse para conseguir el poder político en las elecciones. Los oligarcas no vieron la idea con muy buenos ojos y decidieron intervenir. El desenlace se puede leer al principio de La llama, el volumen que pone fin a la trilogía.


OFiCiNA DE CENSURA Al poco tiempo de iniciarse la Guerra (in)Civil, Arturo Barea fue destinado a la Oficina de Prensa Extranjera y Propaganda del Ministerio de Asuntos Exteriores. Este organismo estaba situado en el edificio de Telefónica por el que pasaron corresponsales extranjeros como John Dos Passos, Hemingway, Saint-Exupéry o George Orwell. La oficina de censura debía supervisar las informaciones que enviaban los periodistas extranjeros a sus periódicos. Según explicó Barea en su día, “la organización era sencilla: los periodistas tenían su propia sala de trabajo en el piso cuarto, escribían sus informaciones en duplicado y las sometían al censor. Una copia se devolvía al corresponsal, sellada y visada, y la otra se mandaba a la sala de conferencias, con la ordenanza. Cuando se establecía la comunicación telefónica con París o Londres, el corresponsal leía en alta voz su despacho, mientras otro censor sentado a su lado escuchaba y, a la vez, a través de micrófonos, oía la conversación accidental que pudiera cruzarse. Un conmutador le permitía cortar instantáneamente la conferencia”.


PíAS, ESCUELAS Situadas en el popular barrio de Lavapiés, las Escuelas Pías eran una institución religiosa que se ocupaba de la educación de niños del barrio, tanto de las clases más pudientes como de las más pobres. Arturo Barea fue alumno de esas escuelas y lo que allí vio acabó por quitarle toda fe religiosa. El comportamiento de los curas no era precisamente el más acorde con la doctrina católica que impartían. También comenzó a ser consciente de que había diferencias de clase incluso en la infancia. Cuando estalló la Guerra (in)Civil, un grupo de falangistas se atrincheró en las Escuelas Pías y comenzó a abrir fuego contra la población. La anécdota y el desenlace se incluyen en La llama, el tercer volumen de la trilogía.


QUiLO Recuerda Barea que, regresando de Valencia a Madrid junto a Ilse, pudieron hacerse con un gran tomate. Todo un trofeo tratándose del Madrid sitiado: “Cenamos un guiso de carnero que apestaba a sebo. Pero en compensación, el ventero regaló a Ilsa un tomate enorme que pesaba más de un quilo, el orgullo de su huerta y, según su frase, “mejor que jamón”. Llevando en la mano, como un trofeo, aquella bola roja y deslumbrante, entramos en el ministerio a la mañana siguiente”.


ROLLS ROYCE Barea era amigo de Lord Farrington, un aristócrata inglés defensor de la República que, en 1936, se desplazó a España para ayudar en un hospital de campaña en el frente de Aragón. Entre las diferentes aportaciones que Lord Farrington hizo a la causa republicana estuvo la de llevar su Rolls Royce al frente para que fuera utilizado como ambulancia. Posteriormente, acogería a Barea e Ilse en su mansión inglesa durante el exilio.


SERiE En 1990, Televisión Española puso en marcha la versión televisiva de La forja de un rebelde. La adaptación del texto corrió a cargo de Juan Antonio Porto, que ya tenía experiencia tras haber participado en el guión de La Regenta, de Gonzalo Suárez. Mario Camus fue el director y, entre los actores, estaban Antonio Valero, Lydia Bosch, Emilio Gutiérrez Caba y Carlos Hipólito. La serie constaba de 6 episodios y puede verse en la sección A la carta de la web de RTVE.


TELEFÓNiCA El icónico edificio de Telefónica en la Gran Vía madrileña fue uno de los lugares clave de la Defensa de Madrid. En los años 30 era el edificio más alto de la ciudad, lo que lo hacía óptimo para vigilar el frente, pero también lo convertía en un blanco fácil. “El edificio era la diana de la ciudad y se conocía a la Gran Vía como “la avenida de los obuses”, ya que era por donde orientaba su artillería el ejército que asediaba la ciudad”, afirmaba Barea en La forja de un rebelde. Barea pasó allí casi los tres años de la guerra como miembro de la Oficina de Censura de la República. En ocasiones incluso dormía en un catre colocado en una de las habitaciones interiores, a cubierto de la artillería franquista.


UGT Barea estuvo afiliado a la UGT desde sus tiempos de trabajador en el sector de la banca. Eso le permitió estar al corriente de lo que sucedía en la ciudad en los primeros días de la Guerra, pudiendo entrar y salir de la Casa del Pueblo con cierta facilidad y participar en el asalto al Cuartel de la Montaña (en la zona donde actualmente está el Templo de Debod y el Parque del Oeste). Un centro militar que, en julio de 1936, estaba en poder de los fascistas.


VALOR La obra de Arturo Barea no es demasiado extensa. Si bien los 3 volúmenes de La forja de un rebelde conforman el grueso de su producción, a ellos hay que añadir algunos cuentos cortos. Entre ellos, está la veintena que se recoge en Valor y Miedo. Aunque se enmarcan en el campo de la ficción, estos textos están más cerca del reportaje periodístico o la narración costumbrista. Los escenarios, los personajes y las situaciones que se narran están basados en hechos reales. Tanto es así que, en ocasiones, Barea prefiere deformar lo que cuenta, cambiando nombres o lugares, para que los protagonistas no sean tan reconocibles. Se publicaron por primera vez en Barcelona en 1938, en plena Guerra (in)Civil. Es el único libro de Barea editado primero en castellano que en inglés.


WiLLiAM CHiSLETT Fue corresponsal de The Times en Madrid durante la Transición. Además, es un gran admirador y divulgado de la figura y obra de Arturo Barea. Participó en la restauración de la lápida en homenaje al escritor que hay en Inglaterra, e incluso localizó las pocas pertenencias que Barea dejó después de 18 años de exilio en ese país. Trece cajas en cuyo interior estaba el manuscrito de La raíz rota, algunos de los pasaportes británicos del escritor, fotos, cartas, transcripciones de las emisiones de la BBC, su testamento y una máquina de escribir inglesa que no tenía tildes (tenía que anotarlas con lápiz azul en el manuscrito).


XIII Titular de la Cátedra Alfonso XIII de Estudios Hispánicos en la Universidad de Oxford, Edwin Williamson, fue uno de los admiradores de Arturo Barea que, en octubre de 2010, colaboró en la restauración de la lápida en homenaje al escritor. Junto a Williamson también estaban Paul Preston, Gabriel Jackson, Javier Marías, Elvira Lindo, Santos Juliá y, por supuesto, William Chislett.


YACiMiENTO En el tercer volumen de La forja de un rebelde, Barea narra una anécdota que muestra el interés que los alemanes tenían por algunas tierras españolas en las que había importantes yacimientos minerales. Barea, que había trabajado en una empresa de patentes, sabía que por muy abusivos que fueran los acuerdos era mejor aceptar el poco dinero que ofrecían los alemanes que enfrentarse a ellos en los tribunales. La explotación de estos yacimientos fue muy útil a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.


ZOLA En La llama, el tercer volumen de la trilogía, Barea cuenta el enfrentamiento, que había tenido el corresponsal de Paris-Soir, Louis Delaprée, con la dirección de su periódico. La razón fue no “permitirle publicar una información sobre los bombardeos de Madrid y la matanza de mujeres y niños con el título prestado de Zola, ‘J’accuse’”. Delaprée se marchó a París para hablar con sus superiores pero su avión fue atacado. Aunque pudo ser trasladado a un hospital, falleció pocas horas después.


                                           (De Eduardo Bravo, el 03 de marzo de 2017)


Referencias útiles:
ACTO-HOMENAJE A ARTURO BAREA


¿CUÁNDO? El Sábado 04 de marzo de 2017, (1) a las 10h30 y (2) a las 12h30.


¿QUÉ?
(1) Se procederá a la colocación de la placa de Arturo Barea en la plaza, que a partir de ahora llevará su nombre, con la presencia de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena y de los escritores Elvira Lindo e Ian Gibson, que, entre otros muchos, apoyaron la iniciativa de Yolanda Sánchez Fernández, Isabel Fernández Suárez y William Chislett.


(2) La celebración continuará en la librería Sin Tarima con una copa de cava y un encuentro con Pepe Esteban, el primer editor en España de La forja de un rebelde.

¿DÓNDE?
(1)
En la futura ex Plaza de Agustín Lara
28012 Madrid
M Lavapiés


(2) En la librería Sin Tarima (en la ilustración)
Calle de la Magdalena, 32
28012 Madrid
915 223 130
M Antón Martín


¿CUÁNTO? Actividades gratuitas.


Para saber más del evento, conéctate a la web de SiN TARiMA (también en Facebook).


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   “Periodista accidental, escritor por necesidad, sindicalista de corazón y, aunque se lo negaran, español allá donde le llevó el exilio, Barea es un madrileño por derecho propio”. Así quedaba descrito el autor de La Forja de un rebelde (obra prohibida durante 35 años en España) en la petición creada en la plataforma Change.org, en 2016, por Yolanda Sánchez Fernández e Isabel Fernández Suárez, con la colaboración de William Chislett y el apoyo de numerosas personas anónimas o no (como Elvira Lindo o Ian Gibson) y entidades (como la librería Sin Tarima o La Liminal), para pedir al Ayuntamiento de Madrid que homenajeara al escritor republicano con la colocación de una placa en la Villa.


   Apenas un año después de la recogida de firmas, la Junta de Distrito Centro aprobó el pasado mes de noviembre por unanimidad el nombramiento de una plaza en el corazón de Lavapiés, que se inaugurará mañana, Sábado 04 de marzo de 2017. Mientras tanto, ¡no te pierdas (Mi Petit) Diccionario sobre la vida y obra de Arturo Barea.


AGUSTíN LARA En los últimos meses del franquismo, se erigió una estatua del autor de temas como “Farolito”, “Noche de ronda”, “Piensa en mí”, “Granada” o el chotis “Madrid”, Agustín Lara (1897-1970), que se colocó en una plaza del barrio de Lavapiés (entre las calles de Mesón de Paredes y Embajadores), que acabó llevando el nombre del compositor mexicano. Tras la petición de Yolanda Sánchez Fernández, Isabel Fernández Suárez y William Christie, el Ayuntamiento de Madrid aprobó dedicarle un espacio a Arturo Barea, y a partir de mañana, Sábado 04 de marzo de 2017, dicha Plaza será de manera oficial la Plaza de Arturo Barea (1897-1957) en homenaje a un escritor que vivió en Lavapiés y describió la vida del barrio en sus libros.


BBC Durante su exilio en Inglaterra, Arturo Barea (retratado aquí) realizó casi 1.000 programas para la BBC bajo el seudónimo de Juan de Castilla y a través del servicio radiofónico que la emisora había organizado para América Latina. Barea ya tenía experiencia radiofónica. Durante la Guerra (in)Civil, bajo el nombre de La voz desconocida de Madrid, realizaba programas en los que narraba historias cotidianas destinada a levantar la moral de los habitantes de una ciudad sitiada.


CORRUPCiÓN Durante su servicio militar, Arturo Barea fue destinado a Marruecos para luchar en la guerra que enfrentaba a España con los independentistas de la zona del Rif. Fue testigo de la derrota del ejército español, no tanto por la superioridad de las tropas irregulares marroquíes, sino por la corrupción de la institución. Nada más llegar a su destino, Barea comprobó cómo los presupuestos destinados a la manutención de la tropa y al armamento se iban diluyendo a lo largo de la cadena de mando. En el segundo volumen de La forja de un rebelde, Barea cuenta cómo muchos de los oficiales de la época se hicieron ricos a costa de la vida de los soldados que lucharon en el continente africano.


DERROTA Arturo Barea llegó a Inglaterra en marzo de 1939, el mismo mes de la derrota de la República a manos del ejército franquista. Durante casi tres años había sido testigo directo y protagonista de la Defensa de Madrid. Había sufrido las envidias de sus camaradas. Fue víctima de las ambiciones de compañeros de lucha. Fue censurado por enamorarse de otra mujer que no era su esposa. Malvivió en París a la espera de un visado que le permitiera abandonar el Viejo Continente. Cuando finalmente llegó a Inglaterra, lo hizo derrotado: “Aplastado espiritualmente... Sin nada. Mi vida estaba partida en dos. No tenía perspectivas, ni país, ni hogar, ni trabajo”. Por si eso no fuera suficiente, estalló la II Guerra Mundial. Su situación anímica era tan débil que, cada vez que sonaban las sirenas antiaéreas, vomitaba al recordar los bombardeos de Madrid.


ENFERMEDAD Durante su estancia en Marruecos, Arturo Barea enfermó de tifus y estuvo a punto de morir. A consecuencia de ello fue trasladado al hospital de Tetuán y posteriormente a Ceuta. Estaba tan débil que perdió la capacidad de caminar solo. Tras ser examinado por un tribunal militar, se le concedieron dos meses de permiso, que aprovechó para regresar a la Península y visitar a su familia. Su experiencia en Marruecos, narrada en La Ruta, el segundo volumen de La forja de un rebelde, permite entender cómo se urdió la traición a la República y el golpe de Estado de 1936. Por ese volumen aparecen, entre otras personas, Primo de Rivera, Francisco Franco y Millán Astray.


FABER & FABER La prestigiosa editorial inglesa Faber & Faber fue la encargada de publicar en Inglaterra los libros de Arturo Barea. Las ediciones estaban al cuidado de T. S. Elliot y pronto fueron un éxito de público y crítica. El primer tomo de la trilogía salió en tapa dura en 1941, se reimprimió en 1943 y ese mismo año se lanzó una edición de 20.000 ejemplares para la Reader’s Union, una asociación parecida al Círculo de Lectores, pero en inglés.


GEORGE ORWELL Como responsable de censura del Gobierno de la República, Arturo Barea tuvo relación con casi todos los reporteros y enviados especiales extranjeros que se desplazaron a Madrid para informar sobre la Guerra (in)Civil. Entre ellos estaba el escritor inglés George Orwell (1903-1950), que afirmó en su día que Barea era “un escritor en ciernes que no había escrito nada”. No andaba desencaminado. En esa época Barea apenas había escrito algún cuento, y el primer volumen de La forja de un rebelde, su obra más importante, no vería la luz hasta 1941.


HiJOS Cuando se exilió de España, Arturo Barea dejó en el país a su ex mujer y sus 4 hijos. Aunque la relación con Aurelia Grimaldos no era buena, el verse obligado a abandonar a sus hijos no fue algo sencillo y agravó aún más la depresión y la inestabilidad emocional del escritor. En 1952, Barea publicó La raíz rota, una novela en la que narra la historia de Antolín, un exiliado español que regresa al país con pasaporte británico. Además de la impresión causada por el ambiente opresivo de la dictadura y el nacionalcatolicismo, Antolín se reencuentra con los hijos que dejó al marchar y con los que le separan muchas más cosas de las que se imaginaba.


iNGLÉS Gracias a su trabajo en una oficina de patentes, Barea tenía nociones de algunos idiomas europeos, como francés o alemán. Sin embargo, no dominaba demasiado el inglés. Cuando fue nombrado responsable de la Oficina de Censura de la República, su mayor preocupación era que los corresponsales norteamericanos y británicos no afines a la República enviasen mensajes con doble sentido utilizando términos o frases que permitieran dos o tres interpretaciones.


JABÓN Durante la Guerra (in)Civil, Madrid quedó prácticamente sitiado. Todas las vías de acceso estaban en manos del ejército franquista, salvo la que unía con Valencia, donde se había establecido el gobierno republicano. Después de varios años de guerra, la ciudad estaba desabastecida. No había ni jabón. Un hecho aparentemente anecdótico, que Barea menciona en La llama: “Pasamos a través de pueblecitos, rebotando sobre sus cantos de río, mirando las mujerucas en su luto eterno, sentadas en sillas bajas de paja delante de las cortinas ondulantes, que cerraban las puertas de las casas; figuras inmóviles, a su lado una caja de madera llena de barras de jabón verdoso que las gentes de allá fabricaban con los posos del prensado de la aceituna y sosa cáustica. En Madrid no había jabón”.


KULCSAR Arturo Barea tuvo un matrimonio poco afortunado con Aurora Grimaldos, a pesar de lo cual tuvo cuatro hijos con ella. Barea comenzó a tener diferentes relaciones extramatrimoniales y, después de años de desencuentros, consiguió el divorcio de su mujer para casarse con la periodista austriaca Ilse Kulcsar (1902-1973), a la que había conocido durante sus funciones como censor en la Guerra (in)Civil. Juntos se exiliarían a Inglaterra, donde Kulcsar traduciría al inglés La forja de un rebelde, publicada en ese idioma mucho antes de que apareciera la primera versión castellana en Buenos Aires.


LOSADA La editorial argentina Losada fue la primera que publicó La forja de un rebelde en castellano. Fue en 1951, casi diez años después de la aparición del primer volumen en inglés. Cuando se puso a la venta la versión argentina, Barea ya era muy popular en Latinoamérica gracias a las transmisiones de la BBC. En España, sin embargo, continuaba siendo un apestado. Las autoridades no le perdonaron su participación en la guerra, y parte de los que vivieron el conflicto y no habían sido represaliados apenas se acordaban de él. En cuanto a los más jóvenes, ni siquiera sabían quién era.


MADRiD Aunque nació en Badajoz y murió en Inglaterra, Arturo Barea está estrechamente ligado a Madrid. La forja de un rebelde describe la vida de la ciudad desde antes del advenimiento de la República y hasta la caída de la capital tras la Guerra (in)Civil. En los tres tomos, especialmente en el primero y el último, se describen calles, costumbres, bares como Villa Rosa o los puestos de las lavanderas del Manzanares donde trabajaba su madre.
PD
: El colectivo cultural La Liminal organiza recorridos por la zona de Lavapiés que discurren por las calles que el escritor describe en su obra.


NOVÉS Durante una temporada, Arturo Barea y su mujer alquilaron una casa para los fines de semana en Novés, pueblecito de la provincia de Toledo. Allí se toparon con la realidad política del país. Terratenientes, abusos, explotación laboral, amenazas… Barea, que era militante de UGT pero trabajaba en el ramo de la banca, pudo conocer la realidad de los explotados y los explotadores porque, en un primer momento, acudía a los dos casinos que existían en el pueblo, el de los ricos y el de los pobres. Finalmente, Barea tomó partido por los trabajadores y les animó a organizarse para conseguir el poder político en las elecciones. Los oligarcas no vieron la idea con muy buenos ojos y decidieron intervenir. El desenlace se puede leer al principio de La llama, el volumen que pone fin a la trilogía.


OFiCiNA DE CENSURA Al poco tiempo de iniciarse la Guerra (in)Civil, Arturo Barea fue destinado a la Oficina de Prensa Extranjera y Propaganda del Ministerio de Asuntos Exteriores. Este organismo estaba situado en el edificio de Telefónica por el que pasaron corresponsales extranjeros como John Dos Passos, Hemingway, Saint-Exupéry o George Orwell. La oficina de censura debía supervisar las informaciones que enviaban los periodistas extranjeros a sus periódicos. Según explicó Barea en su día, “la organización era sencilla: los periodistas tenían su propia sala de trabajo en el piso cuarto, escribían sus informaciones en duplicado y las sometían al censor. Una copia se devolvía al corresponsal, sellada y visada, y la otra se mandaba a la sala de conferencias, con la ordenanza. Cuando se establecía la comunicación telefónica con París o Londres, el corresponsal leía en alta voz su despacho, mientras otro censor sentado a su lado escuchaba y, a la vez, a través de micrófonos, oía la conversación accidental que pudiera cruzarse. Un conmutador le permitía cortar instantáneamente la conferencia”.


PíAS, ESCUELAS Situadas en el popular barrio de Lavapiés, las Escuelas Pías eran una institución religiosa que se ocupaba de la educación de niños del barrio, tanto de las clases más pudientes como de las más pobres. Arturo Barea fue alumno de esas escuelas y lo que allí vio acabó por quitarle toda fe religiosa. El comportamiento de los curas no era precisamente el más acorde con la doctrina católica que impartían. También comenzó a ser consciente de que había diferencias de clase incluso en la infancia. Cuando estalló la Guerra (in)Civil, un grupo de falangistas se atrincheró en las Escuelas Pías y comenzó a abrir fuego contra la población. La anécdota y el desenlace se incluyen en La llama, el tercer volumen de la trilogía.


QUiLO Recuerda Barea que, regresando de Valencia a Madrid junto a Ilse, pudieron hacerse con un gran tomate. Todo un trofeo tratándose del Madrid sitiado: “Cenamos un guiso de carnero que apestaba a sebo. Pero en compensación, el ventero regaló a Ilsa un tomate enorme que pesaba más de un quilo, el orgullo de su huerta y, según su frase, “mejor que jamón”. Llevando en la mano, como un trofeo, aquella bola roja y deslumbrante, entramos en el ministerio a la mañana siguiente”.


ROLLS ROYCE Barea era amigo de Lord Farrington, un aristócrata inglés defensor de la República que, en 1936, se desplazó a España para ayudar en un hospital de campaña en el frente de Aragón. Entre las diferentes aportaciones que Lord Farrington hizo a la causa republicana estuvo la de llevar su Rolls Royce al frente para que fuera utilizado como ambulancia. Posteriormente, acogería a Barea e Ilse en su mansión inglesa durante el exilio.


SERiE En 1990, Televisión Española puso en marcha la versión televisiva de La forja de un rebelde. La adaptación del texto corrió a cargo de Juan Antonio Porto, que ya tenía experiencia tras haber participado en el guión de La Regenta, de Gonzalo Suárez. Mario Camus fue el director y, entre los actores, estaban Antonio Valero, Lydia Bosch, Emilio Gutiérrez Caba y Carlos Hipólito. La serie constaba de 6 episodios y puede verse en la sección A la carta de la web de RTVE.


TELEFÓNiCA El icónico edificio de Telefónica en la Gran Vía madrileña fue uno de los lugares clave de la Defensa de Madrid. En los años 30 era el edificio más alto de la ciudad, lo que lo hacía óptimo para vigilar el frente, pero también lo convertía en un blanco fácil. “El edificio era la diana de la ciudad y se conocía a la Gran Vía como “la avenida de los obuses”, ya que era por donde orientaba su artillería el ejército que asediaba la ciudad”, afirmaba Barea en La forja de un rebelde. Barea pasó allí casi los tres años de la guerra como miembro de la Oficina de Censura de la República. En ocasiones incluso dormía en un catre colocado en una de las habitaciones interiores, a cubierto de la artillería franquista.


UGT Barea estuvo afiliado a la UGT desde sus tiempos de trabajador en el sector de la banca. Eso le permitió estar al corriente de lo que sucedía en la ciudad en los primeros días de la Guerra, pudiendo entrar y salir de la Casa del Pueblo con cierta facilidad y participar en el asalto al Cuartel de la Montaña (en la zona donde actualmente está el Templo de Debod y el Parque del Oeste). Un centro militar que, en julio de 1936, estaba en poder de los fascistas.


VALOR La obra de Arturo Barea no es demasiado extensa. Si bien los 3 volúmenes de La forja de un rebelde conforman el grueso de su producción, a ellos hay que añadir algunos cuentos cortos. Entre ellos, está la veintena que se recoge en Valor y Miedo. Aunque se enmarcan en el campo de la ficción, estos textos están más cerca del reportaje periodístico o la narración costumbrista. Los escenarios, los personajes y las situaciones que se narran están basados en hechos reales. Tanto es así que, en ocasiones, Barea prefiere deformar lo que cuenta, cambiando nombres o lugares, para que los protagonistas no sean tan reconocibles. Se publicaron por primera vez en Barcelona en 1938, en plena Guerra (in)Civil. Es el único libro de Barea editado primero en castellano que en inglés.


WiLLiAM CHiSLETT Fue corresponsal de The Times en Madrid durante la Transición. Además, es un gran admirador y divulgado de la figura y obra de Arturo Barea. Participó en la restauración de la lápida en homenaje al escritor que hay en Inglaterra, e incluso localizó las pocas pertenencias que Barea dejó después de 18 años de exilio en ese país. Trece cajas en cuyo interior estaba el manuscrito de La raíz rota, algunos de los pasaportes británicos del escritor, fotos, cartas, transcripciones de las emisiones de la BBC, su testamento y una máquina de escribir inglesa que no tenía tildes (tenía que anotarlas con lápiz azul en el manuscrito).


XIII Titular de la Cátedra Alfonso XIII de Estudios Hispánicos en la Universidad de Oxford, Edwin Williamson, fue uno de los admiradores de Arturo Barea que, en octubre de 2010, colaboró en la restauración de la lápida en homenaje al escritor. Junto a Williamson también estaban Paul Preston, Gabriel Jackson, Javier Marías, Elvira Lindo, Santos Juliá y, por supuesto, William Chislett.


YACiMiENTO En el tercer volumen de La forja de un rebelde, Barea narra una anécdota que muestra el interés que los alemanes tenían por algunas tierras españolas en las que había importantes yacimientos minerales. Barea, que había trabajado en una empresa de patentes, sabía que por muy abusivos que fueran los acuerdos era mejor aceptar el poco dinero que ofrecían los alemanes que enfrentarse a ellos en los tribunales. La explotación de estos yacimientos fue muy útil a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.


ZOLA En La llama, el tercer volumen de la trilogía, Barea cuenta el enfrentamiento, que había tenido el corresponsal de Paris-Soir, Louis Delaprée, con la dirección de su periódico. La razón fue no “permitirle publicar una información sobre los bombardeos de Madrid y la matanza de mujeres y niños con el título prestado de Zola, ‘J’accuse’”. Delaprée se marchó a París para hablar con sus superiores pero su avión fue atacado. Aunque pudo ser trasladado a un hospital, falleció pocas horas después.


                                           (De Eduardo Bravo, el 03 de marzo de 2017)


Referencias útiles:
ACTO-HOMENAJE A ARTURO BAREA


¿CUÁNDO? El Sábado 04 de marzo de 2017, (1) a las 10h30 y (2) a las 12h30.


¿QUÉ?
(1) Se procederá a la colocación de la placa de Arturo Barea en la plaza, que a partir de ahora llevará su nombre, con la presencia de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena y de los escritores Elvira Lindo e Ian Gibson, que, entre otros muchos, apoyaron la iniciativa de Yolanda Sánchez Fernández, Isabel Fernández Suárez y William Chislett.


(2) La celebración continuará en la librería Sin Tarima con una copa de cava y un encuentro con Pepe Esteban, el primer editor en España de La forja de un rebelde.

¿DÓNDE?
(1)
En la futura ex Plaza de Agustín Lara
28012 Madrid
M Lavapiés


(2) En la librería Sin Tarima (en la ilustración)
Calle de la Magdalena, 32
28012 Madrid
915 223 130
M Antón Martín


¿CUÁNTO? Actividades gratuitas.


Para saber más del evento, conéctate a la web de SiN TARiMA (también en Facebook).


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