Once siglos llevamos jaleando en fiesta a los ausentes. Hay un día al año en el que todos los muertos son santos, pero solo algunos se van al otro mundo dejando en éste el rastro de la fama. Creyentes o no en el más allá, los cementerios son jardines que, desde el más acá, nos conectan de algún modo con los muertos. En muchos casos, sus epitafios son capítulos de historia.

   En Madrid, La Sacramental de San Isidro (en la ilustración) es un panteón de la política, la milicia y la aristocracia españolas. Creado en 1811, muy cerca del Manzanares, allí reposa el cadáver más antiguo de Madrid, Francisco López Ballesteros, cuyo epitafio es apenas legible tanto tiempo después; junto al primer insurrecto de la Historia de España, Diego de León y Navarrete, Conde de Belascoani, muy cerca del Panteón de la familia Goya, y justo enfrente de la mejor modelo del pintor, Cayetana de Silva, La Maja, Duquesa de Alba, muerta, sepultada, y luego desenterrada, ante la sospecha de que pudiera haber sido envenenada.

   Entre el desgaste, el polvo y la maleza, no es fácil leer las últimas palabras dedicadas al finado, pero con todo, destacan tiernas dedicatorias al hijo de una presumible madre soltera: “Aquí yace un niño sin nombre de Doña Paulina Orejón”; o “Niño cándido y bello, no quisiste delicia hacer en este suelo. Todos te idolatraban, ¡ah! Y te moriste. Eras un ángel y volaste al cielo”.

   Antonio Maura y familia; los Primo de Rivera; José Ortega y Gasset y esposa; Azorín, el cronista de las frases cortas; Isabel Tintero, pionera presidenta del club de fans de la Virgen de la Paloma; y el torero Frascuelo; también descansan en paz al lado de la popular Argentinita, Encarnación López, que “había nacido sabiendo bailar, y la vida no le enseñó nada”, dice una escultura rodeada de pilastras verdes. Y, son margaritas las que adornan el sueño eterno de Cosuelo Vello Cano, La Fornarina: “Su voz acariciaba, su voz era siempre aterciopelada y dulce”.

   En el Cementerio de la Almudena (ver la ilustración), hay tumbas colectivas que recuerdan tragedias. Una frente a otra, se hacen compañía los Caídos en el Cuartel de la Montaña “por Dios, España y la Falange”, y los soldados alemanes de la Legión Condor. Ocho sepulturas sin lápidas, ennegrecidas por el tiempo y adornadas por alguna deshojada flor de plástico. Juntos reposan los héroes de Cuba y Filipinas “Muriendo por ti, España, cumplimos nuestro deber”; o los espectadores del divertido sainete “Lo mejor del puerto”, la tarde en la que ardió el Teatro Novedades, un  23 de septiembre de 1928. Cien muertos reposan donde dice, “Aquí yacen las víctimas del Teatro Novedades”. Ese día, la recaudación había ascendido a 3.143 pesetas. Y 17 sepulturas planas, con flores y fotos de los muertos viradas a sepia, nos recuerdan el hundimiento de la calle Maldonado, en 1944. Los obreros que levantaban el edificio en el número 65 de dicha calle, habían parado para almorzar cuando todo se les vino encima.

   En el Pardo, una de las sacramentales más modernas de Madrid (1960), están los restos de la familia Bruguera, los Banús, Oreja Aguirre, Hurtado de Mendoza… Y, llamando la atención por su misterio, hay un panteón negro y brillante sin inscripción alguna, que parece ser del dictador dominicano, Rafael Leónidas Trujillo. Carrero Blanco, y Arias Navarro, son otros vecinos inertes.

   “Cementerio Civil, qué pena, tapia por medio el Camposanto de María de la Almudena”, (Gerardo Diego). Ni rezos, ni toques de campana. Allí descansan los que dudaron de la resurrección. Pablo Iglesias Posse, en una sepultura construida por el escultor Emiliano Barral. Año 1925. Un puño rojo y dos placas del Partido Socialista Obrero Español. No lejos, Pi y Margall: “España no habría perdido su imperio colonial, de haber seguido sus consejos”. A Nicolás Salmerón, le despidieron diciendo: “Dejó el poder por negarse a firmar una sentencia de muerte”.

   Hay lápidas con citas como: “Toda tierra es bendita”. Rosas rojas en la de Pío Baroja, con mucha hiedra a sus pies, o una bella cita propia, para el poeta Blas de Otero: “Si he perdido la voz en la maleza, me queda la palabra”. Estrellas de cinco puntas, puños en alto, palomas de la paz, y frases implacable, “Nada hay después de la muerte”, o, “Es más fácil dar la vida por la revolución, que consagrar la vida a la revolución”, que parafrasean a Lenin.

   Por último, también en la Almudena, un epitafio de fallecido anónimo recuerda: “Cuando naciste reían todos y sólo tú gemías, procura que al morir sean todos los que lloren y sólo tú el que rías”.

                                             (De Sol Alonso, el 01 de noviembre de 2016)

Referencias útiles:
(1) Sacramental de San Isidro (también en Facebook y Twitter)
Cementerio eclesiástico (más antiguo) de Madrid
Calle Ermita del Santo, 78
28019 Madrid
913 650 841
M Marqués de Vadillo
Horario de visita: de 9h a 15h.

(2) Cementerio de La Almudena
Avenida Daroca, 90
28017 Madrid
915 108 464 (Cementerio de La Almudena)
M La Elipa
Horario de Invierno (del 05 de noviembre al 31 de marzo): todos los días, de 08h a 19h.
Horario de Verano (del 01 de abril al 04 de noviembre): todos los días, de 08h a 19h30

(3) Cementerio El Pardo
Carretera El Parado a Colmenar Viejo, 13
28048 Madrid
915 108 464
Horario: todos los días, de 10h a 17h, excepto el 01 de noviembre, de 8h a 19h, y el 02 de noviembre, de 9h a 18h.

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