Durante 30 años, fue la enemiga pública nº1, en EE.UU., no porque pusiese en peligro las vidas de los ciudadanos ni robase o perpetrase atentados, sino porque utilizaba las municiones más peligrosas para aquellos que pretenden controlarlo todo: la razón y la palabra. Emma Goldman (1869-1940) fue, para muchos, una hereje, una mosca cojonera e incómoda a la que les hubiera gustado haber aplastado, una mujer de firmeza inflexible y tremenda fuerza (no física, precisamente), una simple muchacha judía rusa que podía llegar a ser odiosa, cruel o rencorosa, pero que, ante todo, creía que a través de un profundo movimiento anarquista se podría llegar a crear un mundo autogestionado en el que los Estados no pudieran inmiscuirse o controlar la vida de las personas. Un mundo donde la gente fuese su propio Estado, donde, por ejemplo, la 
maternidad consciente, el amor libre, el derecho a la libertad de 
expresión, de asociación y de huelga, la defensa de los presos,
 el pacifismo y el antimilitarismo fuesen el pan nuestro de cada día y no la excepción que confirmara la regla.  

   Emma Goldman nació en Lituania cuando el país aún formaba parte de un Imperio Ruso convulso que, años más tarde, la revolución bolchevique transformaría en el reino del comunismo. Coincidiendo con el asesinato del zar Alejandro II, Emma y su familia se trasladaron a San Petersburgo, donde la joven tuvo tiempo de involucrarse con universitarios radicales antes de marcharse a EE.UU., con tan solo 16 años, junto a su hermanastra, para rehuir un matrimonio impuesto por su padre.

   Una vez cruzado el charco, Emma empezó a trabajar en la industria textil de Nueva York, se casó fugazmente (durante 10 meses) con un emigrante ruso, se separó y conoció al que sería su compañero de viaje (aunque no el único, porque el amor libre era uno de sus ideales) para el resto de su vida: el escritor y pensador lituano, Alexandre Berkman. En 1886, las autoridades norteamericanas se fijaron en la pareja feliz no por su compromiso sentimental liberal sino por sus vínculos íntimos con el movimiento anarquista al posicionarse y luchar por los derechos de los obreros durante la revuelta de Haymarket*.

   Hay que recordar que, en aquella época, EE.UU. no se encontraban en su mejor momento sino que estaban más bien al borde del colapso económico con sus más de 600 bancos cerrados, 56 ferrocarriles en bancarrota, 15.000 compañías quebradas y un número de desempleados que superaba los 3 millones de personas. Entonces, Emma empezó a encabezar y organizar marchas, protestas y reuniones arengando: “Id a las calles donde viven los ricos. Pedid trabajo, si no os lo dan, pedid pan. Y si no os dan pan ni trabajo, coged el pan”. ¡Toda una declaración de principios subversivos! de parte de una “peligrosa agitadora social” -según la América profunda de finales de siglo XIX, en plena crisis ideológica- que, por supuesto, no se limitaría a declamar frases impactantes.

   En 1892, Emma simpatizó con actos como el que protagonizó Berkman al intentar asesinar al empresario Henry Clay Frick; lo que le valió encabezar el ranking de las mujeres más peligrosas de América y terminar entre rejas durante varios años. Luego, fue arrestada de nuevo, en 1901, acusada de participar en un complot contra el presidente McKinley (y cuando se le preguntó si estaba de acuerdo con el atentado, ella contestó que no, pero matizó su respuesta con un imperdonable comentario: “este es una bagatela comparado con los crímenes del Estado”). Después, en 1916, sus pies volvieron a pisar el suelo de la cárcel por distribuir un manifiesto a favor de la anticoncepción y el control de la natalidad; y, por último, en 1917, por conspirar contra el servicio militar. En definitiva, cada vez que salía a la calle a dar una conferencia o a pronunciar un discurso en público, ella iba dispuesta a ser detenida hasta que, en 1919, acompañada de su inseparable Alexandre y de 247 personas más, emigró a Rusia para apoyar, como era de esperar, la Revolución.

   Por desgracia, en el país de las estepas, no encontraron lo que esperaban y Emma decidió comenzar un periplo por Europa para organizar mítines y conferencias convirtiéndose así en una de las mayores opositoras a las prácticas totalitarias de Stalin, fuera de Rusia (que abandonó sin dudarlo). Después de errar sin rumbo fijo, se instaló durante unos años en Inglaterra donde, a pesar de notar más que nunca la falta de apoyo de la sociedad y de las figuras políticas y sociales que hasta entonces la habían acompañado, no perdió nunca la esperanza ni la fe en el movimiento anarquista (desestructurado, desmotivado y empequeñecido): "estoy ahora más decidida que nunca a hacer que mi vida termine tal como comenzó, en la lucha"; y la Guerra civil española le sirvió para demostrarlo. Emma vio en la CNT su última oportunidad para hacer la revolución a su manera, para cambiar el mundo. Se involucró con la causa y viajó a España en 4 ocasiones para luchar con el puño en alto contra el ejército del General Franco.

   Obstinada y luchadora hasta el final, la vida de Emma fue un desafío apasionante, una ópera con muchos actos. Incansable en su lucha y en la creencia de que la naturaleza humana es mucho más poderosa que cualquier autoridad, Goldman vivió y respiró por y para el anarquismo hasta que murió el 17 de febrero de 1940 en Canadá, a causa de un derrame cerebral mientras jugaba al brigde con unos amigos.

*PD (nº1): La revuelta de Haymarket sucedió el 4 de mayo de 1886, en Chicago. Todo empezó con una mera protesta contra la brutalidad policial que el día 1 de mayo (que, por estos acontecimientos, pasaría a ser el Día Internacional de los Trabajadores en 1890) había provocado varias muertes y heridos en la manifestación contra la empresa McCormick en defensa de la jornada laboral de 8 horas. El día 4, en la Plaza de Haymarket, la policía volvió a entrar en acción, matando y golpeando a un gran número de manifestantes y transeúntes. Ante tal despliegue de fuerza bruta, uno de los huelguistas lanzó una bomba que dio la muerte a 7 agentes. Las detenciones (y torturas) no se hicieron esperar: 8 obreros de filiación anarquista fueron juzgados y condenados a muerte, aunque solo 3 fueron ejecutados finalmente en la horca. Antes de morir, Albert Parsons  -uno de - pronunció su famosa frase: “Let the voice of the people be heard!” (Dejad que se escuche la voz del pueblo).

PD (nº2): El cuerpo de Emma Goldman ya frío, considerado por fin inofensivo, obtuvo el permiso para cruzar la frontera de Canadá a EE.UU para ser enterrado en el mismo cementerio de Chicago donde yacían  los cuerpos de los hoy en día denominados “Mártires de Haymarket”.

PD (nº3): Para saberlo todo sobre Emma Goldman, hoy, Sábado 15 de noviembre de 2014, a las 18h, la traductora Ana Useros presentará el primer volumen de la autobiografía Vivendo mi vida, que la anarquista estadounidense publicó en 1931 y que ahora coedita Capitán Swing y la Fundación de estudios Libertarios Anselmo Lorenzo. El acto tendrá lugar en Delirio Librería y Comics (Calle de Sevilla, 25; M Hospital de Móstoles).

PD (nº4): Post de Noemí Z., del 25 de marzo de 2014, para Mi Petit Mes de la Mujer.

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