SLOW LiFE - Mi Petit Madrid * - Mi PETiT OTOÑO (nº3):CUANDO A LAS 3 SON LAS 2

Mi PETiT OTOÑO (nº3):
CUANDO A LAS 3 SON LAS 2

A las 3 de la pasada madrugada, ganamos una hora de sueño al cambiar la hora de verano al horario de invierno de nuestros relojes (antes o después de acostarnos). Cada año, el último fin de semana de octubre, se repite la misma historia y si, por un lado, en este sentido de las agujas, siempre compensa dormir una hora más, por el otro, se acorta tanto el día que echamos de menos su luz. Tanto para lo que son partidarios del cambio como para los que no, es interesante recordar que debemos este ajetreo temporal a Benjamin Franklin, retratado no en el anverso de los billetes de ¿1 dólar?, nooo, sino en los de 100... por algún ahorro será...

El político pero, sobre todo, científico e inventor americano Benjamin Franklin (1706-1790), uno de los llamados Padres Fundadores de los Estados Unidos (es decir y para resumir mucho, que firmó la Declaración de Independencia del país, en 1776) y el decimoquinto hijo de un total de 17 hijos, solo fue a la escuela hasta los 10 años ya que su padre necesitaba mano de obra en su fábrica de velas y jabones. Pero al pequeño Benjamin se le dada mejor escribir poemas que trabajar con cera y, con tan solo 15 años, fundó con su hermano el New England Courant, el primer periódico independiente de las colonias británicas, en el que publicó sus primeros artículos políticos y críticos. Su afición por la ciencia y la filosofía le condujeron a interesarse por los fenómenos eléctricos (como, en particular, los rayos durante una tormenta) y la Libertad (como abolicionista de la Esclavitud convencido que fue).

Pero su faceta de inventor es la que nos interesa hoy. Franklin, además de inventar el muy útil pararrayos y la lente bifocal, entre muchas otras cosas, ideó el cambio de hora para ahorrar energía, en 1784, durante un viaje relámpago a París. Mandó una carta anónima al diario francés Journal de Paris proponiendo a los parisinos levantarse una hora antes para aprovechar más la luz solar y ahorrar velas (y sabía de lo que hablaba). Pero su propuesta no se aplicaría oficialmente hasta 1914, durante la Primera Guerra Mundial y dos siglos después de su invención. Alemania fue el primer país en adoptar el horario de verano para facilitar la vida de sus soldados en las trincheras y ahorrar carbón. Por supuesto, nos les quedó otra a los Aliados de la Triple Entente (Francia, Rusia e Inglaterra) y a los Estados Unidos: se impuso el horario de verano y de invierno, a partir de 1916, para hacer frente al coste y al desgaste de la Gran Guerra.

Si está claro que se ahorra energía, ahora la pregunta es ¿qué pasa con nuestro reloj biológico? Según una reciente investigación finlandesa, basada en el estudio de las consecuencias del cambio de hora en la seguridad vial (antes y después del cambio, durante 27 días), el ajuste horario no tiene incidencia sobre nuestros comportamientos ni ritmo vital. Sin embargo, reconoce que necesitaremos 3 ó 4 días para que nuestro reloj interno se adecue al reloj externo, que los niños pueden ser más irritables y tener problemas a la hora de comer y de conciliar el sueño, y que, a partir de los 50, cuesta más adaptarse.

Pues nada, ¡feliz ajuste al horario de invierno... en otoño!

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