Hoy, Miércoles 11 de noviembre de 2015, se celebra el Día de los Cornudos en conmemoración de la muerte de San Martín, obispo de Tours, debido sin duda a su gran capacidad redentora: "Si Cristo soportó a Judas, ¿por qué no he de soportar yo al que me traiciona?".

   Cuenta la leyenda que la tradición remonta a la Antigua Roma cuando los legionarios, al volver de la(s) guerra(s), eran recompensados con lujosos cuernos llenos de monedas... no solo por su muestra de coraje en el frente sino también por compensar las posibles infidelidades de sus esposas. Sin embargo, otras fuentes (¿fidedignas?) indican que los Celtas, quienes celebraban el final del año en noviembre, también organizaban para la ocasión una larguísima fiesta, salvaje no, lo siguiente, en la que se vendía ganado (cuyos cuernos indicaban su valor intrínseco), y de paso, todo estaba permitido...

   Y ahora la pregunta del millón: ¿por qué los cuernos -a pesar de constituir un claro símbolo fálico de virilidad (en el mundo animal)- simbolizan la infidelidad matrimonial? Pensada al principio, ¿por machismo y/o cuestiones de honor?, solo para la infidelidad de la mujer, la expresión “Poner los cuernos” nos viene seguramente de la interpretación de episodios mitológicos, que la ideología cristiana rescataría para asociar el pecado a la imagen del demonio cornudo. En su Tesoro de la lengua castellana o española, Sebastián de Covarrubias afirmaba ya en 1611 que “[Poner los cuernos] tomó ocasión de lo que se cuenta de Mercurio, que en figura de cabrón tuvo ayuntamiento con Penélope, mujer de Ulises; del cual nació el dios Pan con cuernos” (1). Otro capítulo mitológico hace referencia al lecho, perdón, hecho de que la esposa del rey Minos, Pasifae, tuviera relaciones sexuales con el hermoso Toro de Creta, y engendrara el Minotauro, cuyos cuernos simbolizarían la traición matrimonial.

   En cuanto al Diccionario infernal, que el libre pensador galo Jacques Collin de Plancy publicó en 1818, ofrece una explicación desde el punto de vista cristiano: “Preciso es que el adulterio sea un muy grave pecado para que la mujer que se halle en este caso haga llevar a su marido las armas de los demonios. Poner los cuernos viene de nuestra madre Eva, la cual habiendo obtenido de Satanás, el par de cuernos que llevaba en la cabeza, los regaló a su marido” (1). De hecho, durante la Edad Media, se ofendía el honor de un hombre casado arrojando huesos o cuernos en la puerta de su casa, para pregonar que en ella había entrado el pecado… Sin embargo, cabe recordar, como lo explica la filóloga francesa Héloïse Guerrier en su libro Con dos huevos, ilustrado al pie de la letra por David Sánchez en 2012, que “el señor feudal, supuestamente, tenía derecho a acostarse con la esposa de su vasallo la noche de bodas, y cuando ejercía ese “derecho de pernada”, se colgaba en la puerta de la casa del marido una cornamenta de ciervo". Entonces, ¿sigue siendo Eva la madre de todos los males?

   Hoy en día, el único sitio donde se organiza una fiesta ¿cómo dios manda? es el diminuto pueblo de poco más de 200 habitantes, llamado Rocca Canterano, situado en la provincia de Roma. Durante la ancestral Fiesti dei Cornuti (que suele celebrarse el domingo más cercano al 11 de noviembre), los asistentes se preguntan entre sí, ¿en tono irónico?, si les gustaría fare le corna (poner los cuernos), y se cuentan las historias de infidelidades de personajes famosos, relatadas en la prensa rosa.

   Si no sabemos si, según el dicho popular (anónimo, por supuesto), “De los cuernos y de la muerte no se salva nadie”, sí podemos asegurar que, entre broma y broma, la verdad se asoma...

   ¿Feliz Día de los Cornudos?

Fuentes:
- “Poner los cuernos. Origen de la expresión”, de Esopo para BlogoLengua sobre lengua española y otras formas de decir, 21.VII.2010 (1);
- Con dos huevos, de Héloïse Guerrier y David Sánchez, Astiberri Pop, 2012.

PD: Ilustración by Anna Parini.

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