Cuando Serguéi Eisenstein recibió el encargo de las altas esferas de la joven Unión Soviética de rodar una película sobre la “memoria de las revueltas prerrevolucionarias de 1905” apenas tenía 27 años, una incipiente carrera como director de teatro y sólo una película realizada “La Huelga” (1924). Sin embargo, aquel joven cineasta, apasionado y visionario, realizó la que sigue siendo hoy una de las más indiscutibles obras maestras (propagandísticas) de todos los tiempos.. Mañana, Martes 23 de febrero de 2016, Café Kino emitirá la versión restaurada de “El acorazado Potemkin”, con música en directo de la banda Rasia. (Petit) Homenaje a un relato de insurrección y muerte, pero también de concordia y fraternidad.

   Inicialmente, Nina Agadzhanova, la responsable del guión, concibió “El acorazado Potemkin” como 1 de los 8 episodios de una ambiciosa película que llevaría por título “1905”. Pero, a poco de empezar el rodaje en 1925, Eisenstein decidió dedicar todos sus esfuerzos solo a ese capítulo. Con una duración de apenas 75 minutos, la fuerza dramática de “El acorazado Potemkin” radica en la sencillez de una historia que se enfrenta a la rotundidad de su montaje, que cuenta con casi 1.300 planos y apenas ningún movimiento de cámara. Es, a todas luces, una de las películas mudas más modernas que se realizaron en los escasos 30 años que duró el cine sin palabras.

   Basada en la historia real de la sublevación de los marineros de un barco contra los oficiales y las terribles consecuencias de sus actos, la cinta se divide, a su vez, en 5 episodios: El primer capítulo, “Hombres y gusanos”, cuenta el deplorable modo de vida de los marineros en el acorzado; en el segundo, “Drama en el Golfo de Tendra”, su sublevación; en el tercero, “El muerto clama”, el entierro del cabecilla de la rebelión; el cuarto, “La escalera de Odessa”, la carga de los cosacos sobre los ciudadanos de Odesa que apoyan el motín; y, el quinto, “Encuentro con la escuadra”, el ataque de una escuadra rusa contra el barco.

   La fuerza de la narración radica más en la potencia de sus imágenes que en la importancia de lo contado ya que Einsestein fue el primer cineasta en poner la cámara al servicio de la historia, buscando en los planos, contraplanos y, sobre todo, en el montaje, la manera más idónea para interpelar, cuando no manipular, los sentimientos del público. Como Chaplin o Hitchcock, trabajaba al mismo tiempo con actores y música, pero también con los cuerpos, los rostros, la luz, los objetos y la coreografía ante la cámara, creando una composición única, un mosaico perfectamente planificado. Tal vez por eso, el capítulo de “La escalera de Odesa” sea una de las secuencias más importantes de la historia del cine, más revisada, imitada y homenajeada (como Brian de Palma en “Los intocables de Eliot Ness”). En ella, un ejército de cosacos sin rostro, arremete, arrolla y dispara a cientos de civiles que huyen despavoridos por una larga escalinata en la que van cayendo, uno a uno, decenas de cadáveres. El protagonista de la escena es la masa que escapa pero es, al mismo tiempo, profundamente íntima.

   El impacto de esta escena, compuesta de 170 de planos de pocos segundos, que entremezclan sensibilidad estética e intencionalidad política, con una potencia musical extraordinaria, provocó por un lado la prohibición de la película en numerosos países donde las autoridades temían una rebelión real por parte del pueblo como ocurrió en Alemania, España y Francia; y por el otro, un apoyo casi militante en infinidad de países donde se consideraba un película de vital importancia para entender, sin palabras, el horror de la opresión y el nacimiento del comunismo, pues nada de lo que ocurre en la película parte del individualismo, sino del ideal de que, en colectividad, todo es posible.

   Tras el éxito (sobre todo fuera de Rusia) de “El acorazado Potemkin”, situada a la altura de “Intolerancia” (1916) de Griffith, “Amanecer” (1927) de Murnau y “Metrópolis” (1927) de Lang, la vida del director, considerado como un maestro, ya no sería la misma. En 1928, llegaría la portentosa “Octubre”, en 1929, “Lo viejo y lo nuevo”, en 1938, “Alexander Nevski” y en 1943, “Iván el terrible”, todas ellas revisables gracias a su poderosa modernidad, pero su verdadera aportación no está tanto en la importancia de sus películas como en la revolucionaria técnica del montaje, que fue depurando con el tiempo de manera magistral. De hecho, la máxima de Eisenstein “el montaje es conflicto” fue la base de varios ensayos en cuyos principios se basaron algunos de los montadores más renombrados de Hollywood y, aún hoy, muchos directores.

   Aunque intentó trabajar en Hollywood, contratado por la Paramount para ser despedido al poco tiempo de llegar, y luego en México, la carrera de Eisenstein estuvo siempre ligada a la Unión Soviética, y su manera de entender la vida y la convivencia, al comunismo. Murió prematuramente de un infarto a los 50 años, en 1948, dejando tras de sí un legado artístico radical, moderno e irrepetible.

                                                       (De Belén E., el 22 de febrero de 2016)

Referencias útiles:
EL ACORAZADO POTEMKiN

¿CUÁNDO? El Martes 23 de febrero de 2016, a las 21h.

¿QUÉ? Café Kino proyectará "Acorazado Potemkin", de Sergei M. Eisenstein, con banda sonora en directo de rock, flok y psicodelia a cargo de Raisa.

¿DÓNDE? En la Sala Galileo Galilei
Calle de Galileo, 100
28015 Madrid
915 347 557
M Canal / Islas Filipinas

¿CUÁNTO? 12 euros (con cerveza o refresco) aquí.

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