Como fenómeno estival por excelencia, los festivales de música vuelven cada año con el buen tiempo para marcar tendencia tanto en las listas de Spotify como en las muñecas de los fans, que no se quitarán el consagrado brazalete ni debajo de la ducha como fiel testigo de su cool attitude. Pero ¿qué es un festival? ¿Desde cuándo existen? Crónica Sentimental de los singulares acontecimientos musicales, organizados en lugares inéditos, para que movamos el esqueleto durante el verano.

   Oficialmente, existen 2 definiciones, que no se contradicen. La primera data de 1997, y se debe al antropólogo italiano Alessandro Falassi: "En las ciencias sociales, un festival comúnmente se refiere a una celebración periódica, hecha de una multiplicidad de formas rituales y eventos que directa o indirectamente afectan a todos los miembros de una comunidad y que de manera explícita o implícita, muestra los valores de base, la ideología, la visión del mundo que es compartida por miembros de la comunidad y que son la base de su identidad social". En cuanto a la segunda, la formuló el sociólogo alemán Peter Wagner en 2007: “Los festivales son una serie de eventos festivos o especiales… con al menos 3 programas, preparado para una audiencia, organizado periódicamente con una fecha clara de inicio y finalización, y cuyos objetivos principales son la mediación de los valores y la experiencia comunitaria".

   Entonces, según los dos expertos, se podría decir que las celebraciones anuales en honor a los dioses y a la madre naturaleza, que ritmaban los calendarios del Antiguo Egipto, de los griegos y de los romanos, fueron los primeros festivales de la Historia. Sin embargo, habría que esperar hasta el siglo XVIII para que el Reino Unido acuñara la palabra “festival” para designar sus celebraciones locales y folklóricas, cuyo modelo no tardó en exportarse a Francia y a Alemania, donde aún perdura el Festival de Bayreuth, promovido por Richard Wagner en 1876 para mostrar sus propias obras; y considerado hoy en día como EL festival anual de música clásica más importante del mundo (con hasta 11 años de espera para conseguir una entrada).

   En cuanto a los festivales de música popular, llegarían dos décadas después de la Segunda Guerra Mundial de la mano del Rock’n’Roll, oh yeah. En 1967, mientras el Viejo Continente acababa de celebrar en Viena la XII edición de su castizo Festival de Eurovisión, la psicodélica concentración hippie, autoproclamada “Summer of Love” (o Verano del Amor), llenaba las calles de Haight-Ashbury en San Francisco, y la radio KFRC aprovechó el tirón para organizar el primer gran festival al aire libre -con acampada incluida-, que marcaría un antes y un después en la historia de la contracultura norteamericana. Gracias a un cartel irrepetible, el Fair and Magic Mountain Music Festival consiguió reunir a 36.000 asistentes con ganas de pasárselo muy bien durante dos días, en el Monte Tamalpais.

   Un mes más tarde, The Mamas and The Papas convocaron un nuevo encuentro con vistas al océano Pacifico, invitando tanto a los artistas participantes como a los asistentes a descubrir el poder del amor al arte y al LSD. Con el tiempo, el Festival de Monterrey, al que asistieron más de 200.000 personas, se convertiría en legendario no solo por conseguir que los Beatles, entre otros artistas, actuaran sin cobrar, sino también por contar con las primeras apariciones de Jimi Hendrix, The Who, Janis Joplin y Otis Redding.

   Al verano siguiente, el espíritu pacífico californiano voló hasta una pequeña isla británica, donde más de 600.000 personas asistieron al Festival de la Isla de Wight para ver, entre el 26 y el 30 de agosto de 1968, las actuaciones de Joan Baez, The Doors, Joni Mitchell, Miles Davis y Supertramp, entre muchos otros. En 1969, con la Guerra de Vietnam como telón de fondo, 600.000 hippies de todo el planeta se congregaron en una granja del pueblo de Woodstock (Estado de Nueva York) -donde se armó la gorda-, antes de volver a Europa en 1970 para asistir al Pinkpop Festival en los Países Bajos, que hoy en día es el festival de rock a cielo abierto más antiguo del mundo, junto al Festival de Glastonbury, que se celebra en un pueblo de Somerset, cerca de Bristol, también desde 1970.

   A mediados de los 70, mientras el punk, encarnado por los Ramones en Estados Unidos y por los Sex Pistols y su eterno “God Save The Queen” en el Reino Unido, denunciaba la rigidez hipócrita de la sociedad del bienestar, en España soplaba un aire de libertad, que anunciaba grandes cambios en todos los ámbitos. Aunque nació en Madrid con el denominado “Concierto homenaje a Canito” en la Escuela de Ingenieros de Caminos, la Movida se extendió a otras ciudades del país, a partir de 1980, el mismo año en que el Hard Rock y el Heavy Metal se dieron cita en los itinerantes Monsters of Rock, celebrados en Donington Park (Inglaterra) en agosto y en el extranjero en septiembre, como en 1988 cuando Iron Maiden y Metallica visitaron las ciudades de Pamplona, Madrid y Barcelona.

   A partir de la década de los 90, los grandes festivales, cada vez más numerosos e institucionalizados, fueron perdiendo poco a poco parte de su espíritu contestatario, pero no las ganas de promover a jóvenes artistas y nuevos estilos. Entonces, la música electrónica y el Indie pop (y rock) salieron del armario para intentar tomar el relevo creando a duras penas festivales “independientes” eclécticos y urbanos, como el Lollapalooza en 1991 en Estados Unidos, o el Sónar a partir de 1994 y el Festival Internacional de Benicasim en 1995, en España.

   Finalmente, desde el cambio de milenio, coexisten tres tipos de festivales: los multitudinarios, como Primavera Sound desde 2001 en Barcelona o el iNmusic desde 2006 en Croacia, que abrazan la diversidad musical; los “multitemáticos”, que entremezclan encuentro musical con pop up market, DiY y food trucks; y los “independientes” que apuestan por descubrir nuevas propuestas, recuperar a artistas injustamente olvidados, y dinamizar la escena (y economía) local.

   ¡Feliz verano festivalero!

PD: SI quieres saberlo todo de los principales festivales del mundo, el Manual del perfecto festivalero (Lunwerg), de Gerardo Cartón, está hecho para ti. Y si te quedas en Madrid, ¡no te pierdas (Tu Petit) Agenda Festivalera de la Villa!

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