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SiLLAS DESCARRiADAS
O LA ONG DE LAS SiLLAS SiN TECHO

¿Una ONG de sillas? ¿Una clínica de rehabilitación? ¿Un órdago a la obsolescencia programada? Las Sillas Descarriadas de Lola y Guzmán son de todo un poco y mucho más...

Ya han pasado 6 meses desde que Lola y Guzmán (en la ilustración), volviendo de la compra por la calle Arapiles de Madrid, encontraron, en un container, una silla vagabunda, mal acomodada, de pésimo aspecto pero en relativo buen estado. Guzmán, diseñador gráfico de toda la vida, estrenaba hogar cuando aquel mueble se cruzó en su camino. Enseguida, comprobaron que, aunque gastada por el tiempo y los cuerpos que la habían espachurrado, su esqueleto de madera estaba lo suficientemente sano como para zafarse de los dientes de la trituradora de basuras, con un lavado de asiento y unas manos de pintura. Y Lola, economista de oficio y mañosa desde su más tierna infancia, se ofreció a dejarla como nueva.

Dicho y, en una semana, hecho. La silla de un horrible marrón y asiento mugriento se convirtió en un precioso mueble rojo, con tapiz azul, estampado de optimismo. Sin saberlo nadie, fue la primera de las Sillas Descarriadas, que hoy vive en el salón de Guzmán, y que naturalmente no está en venta.

Días después, el diseñador encontró otra. La miró, la recogió, acudió a casa de Lola, dejó la silla en la puerta, tocó el timbre, y se escondió para observar de lejos la sorpresa. Lola cuenta que fue otro “love at first sight”. Nada más verla, ya la imaginó guapa. Semejante escena digna de Charles Dickens consolidó un proyecto que surgió casi como un juego en la vida de Lola Martínez Albacete y Guzmán García Bueno oficialmente en paro, y que, desde entonces, no ha parado de crecer. Las sillas les han llenado espacio y tiempo. En casa de Lola, están por todas partes y acicalarlas implica 5 horas de intenso trabajo al día, durante casi una semana.

Destapizar es lo más duro. Lijar les exige rato, guantes y mascarilla. La madera sedienta precisa, en ocasiones, hasta 7 capas de barniz. Y las sillas siguen llegando hasta el punto de que Guzmán se ha convertido en un “chairhunter”, y hoy en día tienen avistadores, que les envían mensajes con foto y ubicación, cada vez que descubren una silla expulsada del mercado solo por cuestión de edad como la vida misma. Entonces, tratando de adelantarse al chatarrero, y esquivando las mafias que controlan cada punto limpio, Guzmán acude con su bici, y siguen aumentando la familia. Los barrios más peinados son Argüelles, Malasaña y Chamberí. Como anécdota, Lola llegó a robar, sin querer, una sillita de coser, sola junto a un portal, que resultó ser del portero de la finca.

Aunque de momento no están ganando dinero, ya reciben encargos de reconstrucciones (y no solo de amigos), y sueñan con un gran local, una furgoneta, y, ¿por qué no?, diseñar sus propios muebles. Porque las sillas, como metáfora de la madurez, se merecen una segunda oportunidad, son quizá los muebles más abnegados de una casa. Conocen a sus usuarios y, sobre todo, soportan la parte más innombrable de sus cuerpos. El culo. De ahí que casi siempre la dolencia sea o bien un asiento roto, o bien alguna pata que se tambalea; y que las Sillas Descarriadas tengan sus propias leyes: “Tenemos la silla que te define. Necesitas sillas con alegría. Este verano te refrescamos. Ellas también pueden ser más bellas, dadles una segunda oportunidad. Tus sillas hablan de ti, ¡renuévalas!”.

Y sobre todo, ¡ya va siendo hora de que sientes el culo!

(De Sol Alonso, el 18 de agosto de 2014)

Referencias útiles:
Para saberlo sobre las SiLLAS DESCARRiADAS de Lola y Guzmán, conéctate a su Facebook. También puedes pedir información por mail.

PD nº1: Los precios oscilan entre 60 y 80 euros la silla; y de 150 a 250 los sillones o butacas más grandes.

PD nº2: Sillas Descarriadas acudirá a la Feria de Artesanía, que se celebrará en Quinta del Sordo (M La Latina), los próximos días 21 y 22 de septiembre de 2014.

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