Polietileno tereftalato, policloruro de vinilo, polipropileno, poliestireno y algún otro material no identificado todavía, son los nombres técnicos de elementos que invaden nuestra vida cotidiana y ocupan casi un 30% del contenido de nuestros cubos de basura. Son los plásticos. Presentes en nuestros movimientos, desde el desayuno hasta la cena, y mucho más dañinos de lo que confesamos a nuestras propias conciencias.

   Hasta hace poco se hablaba de las “3 erres”: Reducir, Reusar, Reciclar. Más tarde fueron 5: Rechazar, Reparar, Reducir, Reusar y Reciclar, y todavía se ha añadido un par: Reflexionar, Rechazar, Reparar, Reducir, Reusar, Reciclar y Reclamar. Hay quien defiende que, en el caso de los plásticos, con reciclar no basta. Una bolsa podría casi sobrevivirnos.

   Patricia Reina y Fernando Gómez (retratados aquí), en Holaeco.com, han optado por expulsar el plástico de sus vidas, de un modo gradual y casi como un juego. Amantes de la naturaleza y defensores de todas las posturas que tratan de conservar nuestro dolorido planeta, Patri y Fer no se conforman con asumir que el reciclaje también tiene sus correspondientes puntos negros. A finales del año 2015, empezaron a guardar en botes de cristal todo el plástico indeseado que entraba en sus vidas, con el propósito de no rebosar nunca dichos recipientes: “Según se iban llenando, éramos más conscientes de lo que nos sobraba. El teléfono móvil lleva plástico, el ordenador también”, tantas piezas de nuestros automóviles y electrodomésticos, y hasta las gafas.

   Dejar de utilizar el plástico puede parecer toda una gesta llena de dificultades y tropiezos, pero según Patri y Fer, hay pasos cotidianos tan útiles como sencillos. En otras palabras, todo es empezar. Por ejemplo, en el caso de Fer, puede que el punto de partida fuera la ensalada que se estaba comiendo un día en la oficina: ocupaba más el envase que el alimento contenido.

   Hoy, Patri y Fer usan café a granel que muelen ellos mismos y cuecen en cafetera italiana, evitando las cápsulas, por suerte en fase de extinción. Cambiar el gel de baño y el champú por formatos en pastilla, las hidratantes para el cuerpo y la cara, por aceites de almendras y rosa mosqueta en bote de cristal, usar papel higiénico, solo embalado en papel, valga la redundancia, o adoptar la costumbre de utilizar el bidé. Cervezas artesanas, zumos naturales, nada de bastoncillos para los oídos, ni rollo de film en la cocina… Y, por supuesto, al mercado, siempre con bolsas de tela.

   Recientemente, el Govern Balear planteaba el ultimátum con un proyecto de ley para acabar con los productos de un solo uso, fabricados en plástico  como las cápsulas de café, las pajitas para beber, los bastoncillos para los oídos, las vajillas de plástico, las cuchillas de afeitar, los cartuchos de impresora, los palos de caramelo o los mecheros, cuya utilización supone un gravísimo problema ambiental. Hay plástico en las bolsas que contienen la verdura, el pan de molde, la pasta, los pañuelos de papel, los botes de desodorante, los yogures, los tampones, los cartones de leche, los cepillos de dientes, las escobas… Y en una inocente bolsita de té, también hay plástico. 

   Ninguno de los citados artículos está en los tarros de nuestra pareja, donde abundan sin rival los dosificadores, las ventanas de los sobres de correos, las pegatinas publicitarias de las mandarinas, el lacito que amarra ese manojo de perejil… A medida que esos tarros, cada uno tiene el suyo, se llenaban de inquilinos, elaboraban una especie de collage cuyas fotos mostraban en su blog Vivir Sin Plástico: “Solemos ocultar nuestras basuras en bolsas opacas, para librarnos de ellas cuanto antes como si nos avergonzaran”, sigue Fer. “Pero, gracias a esa exposición, enseñamos también lo que nos sobra”.

   En 2017, gracias a su proyecto Vivir sin Plástico, Patricia, que es fotógrafa, y Fernando, que trabaja como teleoperador, participaron en el cortometraje “Madrid Zero”, realizado por Álvaro Llagunes, como una llamada de atención hacia el rastro que, a través de todos nuestros residuos, vamos a dejar en este mundo: “Nuestra tendencia es “cero plástico” como el ideal para la tierra sería que desaparecieran los residuos, pero sabemos que no es algo a conseguir de hoy para mañana. Igualmente, hay que educar para disminuir al máximo el uso de todo aquello que resulte contaminante o tóxico. No es una campaña, sino una forma de vida”.

   Patricia y Fernando, que aman el mar y lamentan que la basura acumulada en una playa se componga de plásticos en un 80%, aplauden iniciativas como la conversión en ropa sostenible de toda la porquería que asola el fondo de los mares, pero son conscientes de que por encima de todo, hay que educar: “Está muy bien porque limpian el mar, pero yo lo comparo al gesto de dejar un grifo abierto y pasar la fregona para achicar el charco. ¿Por qué no cerrar el grifo? Es como las zapatillas de una conocida marca de ropa deportiva, confeccionadas con residuos del Ártico. No solo son carísimas sino que podrían lanzar el falso mensaje de que la basura marina sirve para algo”. 

   Tras dos años dando la espalda al plástico, Patri y Fer están más que contentos: “Vamos hacia la fase Zero Waste (ningún residuo) compostando nuestros restos orgánicos para llevarlos a un huerto ecológico”. ¡Adiós plástico, adiós!

                                                    (De Sol Alonso, el 25 de enero de 2018)

Referencias útiles:
MADRiD ZERO

¿CUÁNDO? El Jueves 25 de enero de 2018, a las 19h30.

¿QUÉ? Proyección del documental “Madrid Zero”, de Álvaro Llagunes. En la capital de España, una persona produce una media de 325 kilos de basura al año. “Madrid Zero” cuenta las historias de Anna, Patricia, Fernando y Ángel, ciudadanos que buscan una vida con menos residuos e impacto ambiental. Tras finalizar la proyección, habrá un coloquio de la mano de Ángel Callejo, Patricia Reina y Fernando Gómez.

¿DÓNDE? En El Huerto de Lucas (ver la ilustración)
Calle de San Lucas, 13
28004 Madrid
915 135 466
M Chueca

¿CUÁNTO? Actividad gratuita. ¡Reservar tu mesa ya llamando al 915 135 466!

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