Aunque estudiara educación especial, a este hombre de cuerpo fino como una raspa, tatuajes a discreción, barba larga y un look que se aleja de lo que la gente suele esperar de un cocinero siempre le ha gustado trastear en los fogones. De hecho, ya de pequeño era el pinche oficial de su madre. Poco a poco, como quien no quiere la cosa, entró a trabajar en el mundo de la hostelería donde ha hecho de todo. Barra, sala y cocina. Ha puesto copas, comidas, la oreja (que ya se sabe que los camareros son mejores que la mayoría de los psicólogos), ha sido pinche de cocineros profesionales y hasta jefe de cocina. Y es que ¡14 años de curro dan para mucho! Entonces, llegó un momento en que Alejandro del Hoyo o, mejor dicho, Álex -en cuanto hables con él medio segundo-, tuvo claro que si volvía a trabajar en una cocina o en un restaurante sería en el suyo... y, en octubre de 2013, abrió los fogones al público de su Lata de Sardinas.

   Todo empezó, no hace tanto, en Burgos, en un bar de copas, que no tardó en hacerse famoso en el universo indie, no solo por las tapas, copas y buen gusto musical de Álex que programaba microconciertos en directo y buenas sesiones de DJs, sino también porque el local era exclusivo... a la fuerza, ¡con su aforo de 16 personas! Viendo el éxito, en 2012, Alex decidió exportar el modelo a la capital a probar suerte como amo y señor de restaurante.

   Primero, buscó local en Malasaña, pero en vano. Precios por las nubes y falta de locales. Cambió de barrio y encontró lo que buscaba en el barrio de Universidad: un antiguo bar de pequeño tamaño, “destrozado, decorado al más puro estilo de los 90 y con la cocina más sucia que había visto en mucho tiempo”, recuerda Álex. Y, en homenaje a su local burgalés y en concordancia con el tamaño de espacio que halló en la calle del Limón, tuvo clarísimo que el nombre de SU restaurante sería: La lata de sardinas.

   Ahora, tocaba poner manos a la obra… literalmente. Con un presupuesto ajustado y muchas ganas, Álex le dio un vuelco a lo que se encontró con cuadros de ilustradores y artistas (con temáticas acordes al nombre del local) -que están a la venta-, mucha madera, muebles comprados en mercadillos o heredados, 5 mesas diferentes (una de su padre, otra de su madre, y otra de la bisabuela de su novia Vanessa); y un ambiente relajado donde sentirse a gusto y disfrutar de una carta tan original como sabrosa, llena de productos frescos, adquiridos cada día en los mercados y locales de la zona, en su mayoría.

   Además de los platos que inauguraron la carta (como el Ceviche de sardinas, las croquetas caseras (de mejillones, de rabo de toro, de…), las empanadillas de mejillones y atún, el wok de verduras con gambones, las gyozas japonesas con salsa barbacoa, y el pollo crunchy marinado en soja cubierto de cereales espectacularmente tierno y crujiente a la vez que generoso en la ración), poco a poco otros platos han ido añadiéndose después, por supuesto, de haber sido ofertados como sugerencias y de conseguir pasar el test del paladar de los clientes como es el caso de las alcachofas en tempura… uummmm… En cuanto a los postres, merecen también una mención especial. Sería un pecado no probar la tarta de queso Idiazábal con higos y almendras o la mousse de chocolate con menta picante.

   Finalmente, si vas al baño, ¡no te despistes: ellos son los sardinos y ellas las sardinas! ¡Viva  La Lata de Sardin@!

                                                                  (De Noemí Z., el 26 de abril de 2014)

Referencias útiles:
LA LATA DE SARDiNAS
Calle del Limón, 12
28015 Madrid
910 255 737
M Noviciado / Plaza de España

Horario:
De Martes a Jueves: de 18h30 hasta las 2h de la madrugada.
Los Viernes y Sábados: de 13h30 a 2h30.
Los Domingos: de 13h30 a 17h.

Precio: de 15 a 25 euros. De algunos platos, hay medias raciones, costumbre que, desgraciadamente se está perdiendo y que resulta muy útil cuando lo que te gusta es probar variedad en vez de cantidad.

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