DETRÁS DE LA FACHADA - Mi Petit Madrid * - DETRÁS DEL FACHÓN DEL TORO DE OSBORNE: ¡CARRETERA Y... PLAYA!

DETRÁS DEL FACHÓN DEL TORO DE OSBORNE: ¡CARRETERA Y... PLAYA!

Diseñado en 1956 por Manolo Prieto, instalado en 1957 por la geografía accidentada española, tuneado en 1983 por Keith Haring, sentenciado a muerte en 1988 por la Ley General de Carreteras, pero indultado en 1997 por el Tribunal Supremo al considerarlo como “Bien de interés estético”, el toro bravo más famoso del mundo lleva casi 6 décadas pastando entre los humos de los coches y de sus detractores. Un año más, nos guste o no, el altivo icono publicitario (bien dotado, por cierto) y símbolo de la España cañí volverá a torear a miles de veraneantes mientras lidian con un tráfico infernal rumbo a su paraíso vacacional. Crónica sentimental ¿de un toro semental fuera del ruedo o de un logo comercial fuera de juego?

Contra todo pronóstico, al origen de las castizas bodegas familiares gaditanas, se encuentra un dinámico comerciante inglés. En 1781, Thomas Osborne Mann (1761-1854), oriundo de Exeter (Devon), en el sur de Inglaterra, viajó a Cádiz para probar los vinos de la zona y, copa va copa viene, entabló amistad con el cónsul de la época, Sir James Duff, y también copropietario (sin abusar de su posición, por supuesto) de varias bodegas junto con William Gordon, en El Puerto de Santa María. El hidalgo británico, que le daba más al marketing que al drinking, consiguió convencer a sus compañeros de juerga de dejarle exportar su vino de Jerez a Inglaterra y EE.UU., sin imaginar nadie a la hora de brindar por su futuro transatlántico que, cien años más tarde, los descendientes de Duff y Gordon venderían su participación a la próspera familia Osborne.

Sin embargo, habría que esperar hasta principios del siglo XX para que el grupo empresarial empezara a interesarse en el mercado español y, hasta después de la guerra (in)civil, para que lograra competir con las grandes bodegas rivales al conquistar el paladar de los amantes del Coñac (hoy en día, Brandy), con el sabor inconfundible de su nueva marca (y lema) Veterano (“tiene eso”) y gracias a una eficaz campaña o, mejor dicho, valla publicitaria... a la altura de las circunstancias. Y, así fue como, en 1957, mientras los europeos firmaban el Tratado de Roma y los rusos lanzaban Sputnik 2 con la perrita Laika a bordo, España se despertó una mañana con un toro de lidia, de 4 metros de altura y con los cuernos pintados de blanco, en una valla de madera instalada en un promontorio de la carretera -entonces principal- que iba de Madrid a Burgos (km 55), con el nombre “Veterano”, escrito en mayúsculas, dando la bienvenida a los conductores que entraban en Cabanillas de la Sierra.

A finales de 1958, la Ruta del Toro de la discordia ya contaba con 17 etapas o vallas, erguidas en puntos estratégicos de nuestra red de carreteras, pero el presidente de la compañía, Ignacio Osborne, quería más. Aprovechando las condiciones meteorológicas adversas, que habían decapitado a más de uno de sus toros, así como (o sobre todo) el cambio de normativa de los carteles publicitarios, el entonces presidente mandó construir estructuras y chapas metálicas, capaces de resistir a los 4 elementos naturales y, de paso, duplicó el tamaño de su ego, ay perdón, de su logo. A partir de 1962, las nuevas vallas -auténticas obras de ingeniería, desde un punto de vista estructural, con sus 4.000 kilos de peso, 14 metros de altura y 150 m2 de superficie- empezaron a instalarse por toda la península, y, a finales de la década prodigiosa de los 70, el rebaño Osborne alcanzaría la impresionante cifra de 500 “reses” inocentes.

Pero, en 1988, inspirándose en la nueva normativa (europea), la Ley General (española) de Publicidad (y, por rebote, de Carreteras) prohibió emitir por televisión publicidad de tabaco y alcohol, obligando, por extensión, a retirar los anuncios relacionados en las carreteras estatales, entre otros lugares públicos. Deseosas de cumplir con la ley sin perder de vista sus intereses, las bodegas de Jerez optaron por un ten con ten legal: quitaron al minuto los rótulos “Veterano” dejando las famosas figuras en el punto de mira. Entonces, en 1994, el Reglamento General de Carreteras recordó a la compañía olvidadiza su obligación de retirar todos sus bóvidos del mapa. Las reacciones tanto a favor como en contra de la supervivencia de la especie no se hicieron esperar, desde La Meseta hasta la costa mediterránea, pasando por el Congreso de Diputados que declaró al torito “Patrimonio cultural y artístico de los pueblos de España”, tocando la fibra nacionalista de todos.

Finalmente, en 1997, frente a la polémica mediática y mediatizada, no le quedó más remedio al Tribunal Supremo que zanjar el tema afirmando que la silueta negra del semental ibérico había “superado su sentido publicitario” y que estaba totalmente integrada en el paisaje... dejando el marrón (con perdón) en manos del Grupo Osborne que interpretó la sentencia estética como pudo, entre los “actos de vandalismo” castradores de unos y las demostraciones de afecto de otros. Entonces, este verano, hasta nuevo aviso (y después del sacrificio de una cuarta parte de la manada), 91 toros te desearán ¡felices vacaciones!

Definitivamente, Spain is different!

PD nº1: Y si no te vas de vacaciones, encuentra tu Toro más cercano en el mapa osborniano o Twitter.

PD nº2: Si quieres conocer mejor al creador del logo corporativo de Osborne, el pintor y dibujante gaditano Manolo Prieto Benítez (1912-1991), puedes consultar su (auto)biografía en la web de la Fundación Manolo Prieto.También puedes leer Un toro enorme y negro, un interesante análisis de la emblemática obra de Prieto, editado por Tau Diseño, con textos de Sol Alonso e ilustraciones originales de Alberto Corazón, Isidro Ferrer, Emilio Gil, Oscar Mariné, Peret, Fernando Gutiérrez, Juan Gatti, Javier Mariscal, Enric Satué, Mingote, Alfredo, Máximo, Peridis y Ralph Steadman.

[Volver a Mi Petit Pinacoteca, Callejero o Blogosfera]

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