Lo que espera al visitante al otro lado del portal nº13 de la calle Miguel Servet, poco tiene que ver con aquel patio descuidado de 400 m², que hizo las veces de parking sin otras ordenanzas que las dictadas por la ley de la calle. Quienes disfrutaban de esas vistas caóticas y sin encanto, eran por un lado los vecinos de los bloques colindantes, y por otro, los empleados de la lavandería industrial allí instalada, receptores cada día de sacos rebosantes de servilletas y manteles, que las máquinas retornaban sin rastro de suciedad, para emprender la vuelta al restaurante de turno. 

   Cuentan que el negocio comenzó a flojear hasta que un día se hizo el silencio en aquella nave de casi 150 m², donde lo habitual era sentir el vertiginoso rugido de las lavadoras al centrifugar. El tufo a cloro y detergente, que anegaba aquel solar, hoy un precioso jardín lleno de hortensias, se ha suplido por las esencias de tintas, cartones, linóleos, maderas, friselinas, resinas, acetatos y barnices. Son los materiales que manejan artistas, profesores y alumnos, que concurren en La Lavandería tal y como es ahora: un espacio de exposición y talleres por y para las Artes.

   El equipo, que se reparte en armonía tareas creativas, docentes y de coordinación, lo forman cuatro artistas. Jesús Herrero, Sandra Sarasola, Manuel Prados y Raquel de Prada (de izquierda a derecha, en la ilustración), dueña del lugar y directora del proyecto. De Prada, nacida en la céntrica Calle del Oso, es una acuarelista tenaz, que solo escribe con pluma. También viajera incansable y terca emprendedora, licenciada en Ciencias Políticas en la primera mitad de los 70, compartiendo aula con Jorge Vestrynge, Victoria Prego o Fernando González Urbaneja. Su pasión por los viajes y las Bellas Artes, es un venturoso tándem reflejado en los paisajes de Tanzania, Benin, Vietnam o Senegal, que llevan la firma de Raquel, y se reparten las paredes de La Lavandería, donde no hay pulgada de pared, vacía de inspiración.

   “Yo soy muy basurillas”, comenta Raquel entre risas. “Considero que casi todo se puede reciclar”. Posee el don de destapar la utilidad del chisme más chocante, enterrado en los escombros de un desguace. Gracias a esa afición y su innegable buen gusto, entre el divertido mobiliario de La Lavandería, hay una antigua centralita de los tiempos en que las conversaciones se armaban a base de cables y clavijas, abandonada en una estancia de la Casa del Reloj. Han conservado los ventiladores de las secadoras del anterior negocio, y tanto los bancos de metal como parte de los suelos, provienen de alguna estación del metropolitano madrileño. 

   La nada desdeñable ubicación de La Lavandería también marcó su destino. Vecina de La Tabacalera, La Casa Encendida, muy cerca del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y de la concentración de galerías de Doctor Fourquet. “Viví unos años en Bruselas y a volver monté mi estudio en el barrio de Chueca, sin dejar de buscar algo más grande. Jesús Herrero y Sandra Sarasola, ambos grabadores, vivían aquí al lado y por ellos supe de La Lavandería. No ha sido fácil darle la vuelta, pero como buena escorpio, la adversidad me hace crecer, sobre todo cuando creo que lo justo es apoyar planes honestos como éste. El trajín ha merecido la pena y  hemos aportado cosas buenas al barrio de Lavapiés. La participación de los vecinos, sobre todo las vecinas, en nuestros cursos, es el mejor premio”, cuenta Raquel de Prada.

   En La Lavandería de Lavapiés, hay para elegir entre múltiples disciplinas en forma de talleres continuos o intensivos: serigrafía, acuarela, grabado, pintura sostenible para niños impartida con materiales ecológicos (como papel de piedra o polvo de mármol), cursos de caligrafía itálica con rotuladores, que parecen pinceles, y clases de Zentangle, una técnica de dibujo para los que no saben dibujar, “con la que se practica la meditación componiendo pequeños mandalas en cartulinas. Resulta muy relajante”, según Manuel Prados, coordinador de la página web y el programa de cursos. Por último, en La Lavandería de Lavapiés, puedes dejar que la imaginación se desborde más si cabe, moldeando tus propios alebrijes de colores. Figuras de papel en estructura de alambre, típicos de la cultura mejicana, siempre inspirados en seres fantásticos y quimeras. Una forma de materializar nuestros monstruos, y convertirlos en piezas favoritas.

    La inspiración también puede ser una eficaz terapia para vencer nuestros miedos... 

                                            (De Sol Alonso, el 07 de diciembre de 2016)

Referencias útiles:
LA LAVANDERíA DE LAVAPiÉS (ver la ilustración)
Calle de Miguel Servet, 13, Bajo 1
28012 Madrid
627 626 558
M Embajadores / Lavapiés

Horario: a consultar por teléfono o por mail.

Para seguir los pasos (re)creativos de LA LAVANDERíA DE LAVAPiÉS, conéctate a su web y su Facebook.

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