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Mi PETiT FANZiNE:
EL MUSEO CERRALBO

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EL MUSEO CERRALBO

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   A la altura de la fortuna, de la cultura, del lema familiar, “Muera la vida, viva la fama”, del mecenazgo y ¿del ego? del Marqués de Cerralbo, el Palacio epónimo, situado en la confluencia de las calles de Ferraz, Ventura Rodríguez y Álvarez Mendizábal, se construyó entre 1883 y 1893, en una España en “tardía” Revolución industrial y “continua” Restauración institucional. Concebido, por el propio marqués, con la idea de que fuera, a la vez, vivienda y museo, el elegante edificio de ladrillo rojizo y piedra blanquecina se convirtió rápidamente en el punto de encuentro de la alta sociedad madrileña. Detrás de sus 3 fachadas, la casa-pinacoteca de alta alcurnia sigue conservando, hoy en día, los “ambientes originales” del Madrid moderno, a caballo entre dos siglos y dos mundos. Como único testigo del espíritu de una época de transición y del ímpetu de un hombre de excepción, el Museo Cerralbo nos invita, nada más franquear sus puertas, a emprender un viaje en el tiempo para descubrir la vida cotidiana de la aristocracia ilustrada.


   Educado en la fe y la tradición (no se puede cambiar así como así siglos de título nobiliario de marqués de Cerralbo (provincia de Salamanca), cedido en 1533 por Carlos I de España a Rodrigo Pacheco Osorio de Toledo en agradecimiento por los servicios prestados en tierras alemanas), Enrique de Aguilera y Gamboa (1845-1922), el séptimo de trece hijos, estudió en las Escuelas Pías de San Fernando, donde demostró su gran capacidad de estudio y sensibilidad por las Artes. Entonces, cuando decidió compaginar la obligada carrera de Derecho con las de Filosofía y Letras, nadie se extrañó. Nada más entrar en la Universidad Central de Madrid, el estudiante -ya con aristocrático bigote- creó con algunos compañeros de clase magistral una prolífica sociedad literaria -a modo de “Club de los poetas muertos” avant la lettre- llamada La Alborada, en la que Enrique se estrenaría como novelista y poeta.


   Después de acabar sus largos estudios universitarios, el joven y brillante conde de Villalobos, de 26 años, contrajo matrimonio, en 1871, con la recién enviudada, María Manuela Inocencia Serrano y Cerver, de 55 años de edad y madre de Amelia y Antonio, un amigo de la universidad de Enrique. La familia recompuesta se instaló en la madrileña calle de Pizarro mientras proyectaban las obras de su próxima vivienda en el solar que acaban de comprar los hijos políticos y también amigos del futuro marqués -con la herencia de su padre genético-, en el noble barrio de Argüelles (cerca del Palacio de Liria).


   Al heredar simultáneamente, a la muerte de su abuelo, del título de marqués de Cerralbo y del de Grande de España -máxima dignidad de la nobleza española, justo después, eso sí, de la de infante-, por segunda vez (la primera fue por parte de su padre fallecido), don Enrique se convirtió, según el sistema establecido, en senador del Reino “por derecho propio”. Si el año 1872 marcó la entrada oficial, en la vida política del país, del marqués número XVII de la Casa Cerralbo, también marcaría el inicio de otra gran pasión de nuestro hombre ilustrado y culto, comprometido con su tiempo y amante hiperactivo de la arqueología, las Letras y las Bellas Artes: el coleccionismo que practicó a lo largo de toda su vida, durante sus múltiples viajes por España e Europa.


   Gracias a “su carisma y talante conciliador” y a su entonces famoso lema, “intransigencia en los principios y transigencia en las formas”, el dinámico marqués, de confesión carlista, desde los 24 años, fue nombrado jefe delegado del Partido, en 1890, y caballero de la Orden del Toisón de Oro, 1895, por el Duque de Madrid, Jaime III de Borbón, hijo de Carlos. Paralelamente a sus obligaciones institucionales (que siempre cumplió a rajatabla), Enrique, apasionado por la investigación científica, participó, dirigió y financió más 100 excavaciones alrededor del río Jalón, en las provincias de Soria, Guadalajara y de Zaragoza, lo que le valdría ser miembro de la Real Academia de la Historia, especializado en arqueología, en 1908. Después del reconocimiento de sus estudios científicos en el Congreso internacional de Antropología y Arqueología de Ginebra, en 1912, fue nombrado vicepresidente de la Junta superior de Excavaciones y Antigüedades.


   A pesar de todos los frentes abiertos que tenía, el noble político arqueólogo -que también se dedicó a la crianza de caballos, durante un tiempo, ¿en sus ratos libres?-, consiguió sacar tiempo de debajo de las piedras -nunca mejor dicho- para concebir el anteproyecto de nuestro edificio. Ejecutado sucesivamente por los arquitectos, Alejandro Sureda, Luis Cabello Lapiedra y Luis Cabello y Asó, bajo la estricta y exclusiva dirección del marqués, la construcción de la casa-museo de los Cerralbo tardó 10 años. Cuando toda la familia se instaló en su nueva morada-pinacoteca, ninguna sala se quedó vacía como lo pudieron comprobar tanto los amigos de los marqueses, durante sus famosos bailes, banquetes, veladas artísticas y lecturas poéticas, como las gacetas que cubrían los señalados eventos para el gran deleite del público lector de la época... y de hoy en día.


   Gracias a los importantes archivos fotográficos y manuscritos, conservados por la familia, la actual casa-museo Cerralbo es exactamente igual que hace 120 años. Tras 4 años de fidedignas y arduas mejoras, iniciadas en 1998, por un gran equipo de profesionales, para recuperar los “ambientes originales”, el Museo Cerralbo reabrió sus puertas al público, el 13 de diciembre de 2010, con una colección de más de 50.000 objetos de época, renovados y recolocados en su sitio de origen. Las numerosas esculturas, estampas, monedas, armaduras y armas de la familia bailan con las pinturas y los espejos al compás de los relojes de la época, que siguen marcando el paso del tiempo y la hora exacta. En cuanto al actual Jardín del Palacio, corresponde a la reproducción perfecta del jardín inglés del siglo XIX, que el propio Marqués había inmortalizado, desde el precioso templete-mirador o belvedere de dos plantas, de su casa, en un boceto, con estanque y bustos de emperadores romanos incluidos.


   “Puesto que no tengo herederos forzosos, he resuelto disponer de estas colecciones en forma que perduren siempre reunidas y sirvan para el estudio de los aficionados a la ciencia y al arte”. Como lo dispuso en su testamento, don Enrique de Aguilera y Gamboa, consciente del patrimonio nacional que poseía, legó su casa-museo al Estado español. Hoy en día, dependiente de la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales del Ministerio de Cultura y como parte íntegra de nuestra memoria colectiva, el Museo Cerralbo está definitivamente a la altura de la generosidad y de la sabiduría de su noble impulsor.


Referencias útiles:
MUSEO CERRALBO

Calle de Ventura Rodríguez, 17
28008 Madrid
915 473 646
M Plaza de España (L3 y 10) / Ventura Rodríguez (L3)


Horario:
- De Martes a Sábado: de 9h30 a 15h;
- Los Jueves: también de 17h a 20h;
- Los domingos y Festivos: de 10h a 15h.


Precios:
- Entrada general: 3 euros;
- Tarifa reducida: 1,50 euros;
- Tarjeta anual: 25 euros.


Para seguir los pasos (re)creativos del MUSEO CERRALBO, conéctate a su web, su Facebook y su Twitter.

   A la altura de la fortuna, de la cultura, del lema familiar, “Muera la vida, viva la fama”, del mecenazgo y ¿del ego? del Marqués de Cerralbo, el Palacio epónimo, situado en la confluencia de las calles de Ferraz, Ventura Rodríguez y Álvarez Mendizábal, se construyó entre 1883 y 1893, en una España en “tardía” Revolución industrial y “continua” Restauración institucional. Concebido, por el propio marqués, con la idea de que fuera, a la vez, vivienda y museo, el elegante edificio de ladrillo rojizo y piedra blanquecina se convirtió rápidamente en el punto de encuentro de la alta sociedad madrileña. Detrás de sus 3 fachadas, la casa-pinacoteca de alta alcurnia sigue conservando, hoy en día, los “ambientes originales” del Madrid moderno, a caballo entre dos siglos y dos mundos. Como único testigo del espíritu de una época de transición y del ímpetu de un hombre de excepción, el Museo Cerralbo nos invita, nada más franquear sus puertas, a emprender un viaje en el tiempo para descubrir la vida cotidiana de la aristocracia ilustrada.


   Educado en la fe y la tradición (no se puede cambiar así como así siglos de título nobiliario de marqués de Cerralbo (provincia de Salamanca), cedido en 1533 por Carlos I de España a Rodrigo Pacheco Osorio de Toledo en agradecimiento por los servicios prestados en tierras alemanas), Enrique de Aguilera y Gamboa (1845-1922), el séptimo de trece hijos, estudió en las Escuelas Pías de San Fernando, donde demostró su gran capacidad de estudio y sensibilidad por las Artes. Entonces, cuando decidió compaginar la obligada carrera de Derecho con las de Filosofía y Letras, nadie se extrañó. Nada más entrar en la Universidad Central de Madrid, el estudiante -ya con aristocrático bigote- creó con algunos compañeros de clase magistral una prolífica sociedad literaria -a modo de “Club de los poetas muertos” avant la lettre- llamada La Alborada, en la que Enrique se estrenaría como novelista y poeta.


   Después de acabar sus largos estudios universitarios, el joven y brillante conde de Villalobos, de 26 años, contrajo matrimonio, en 1871, con la recién enviudada, María Manuela Inocencia Serrano y Cerver, de 55 años de edad y madre de Amelia y Antonio, un amigo de la universidad de Enrique. La familia recompuesta se instaló en la madrileña calle de Pizarro mientras proyectaban las obras de su próxima vivienda en el solar que acaban de comprar los hijos políticos y también amigos del futuro marqués -con la herencia de su padre genético-, en el noble barrio de Argüelles (cerca del Palacio de Liria).


   Al heredar simultáneamente, a la muerte de su abuelo, del título de marqués de Cerralbo y del de Grande de España -máxima dignidad de la nobleza española, justo después, eso sí, de la de infante-, por segunda vez (la primera fue por parte de su padre fallecido), don Enrique se convirtió, según el sistema establecido, en senador del Reino “por derecho propio”. Si el año 1872 marcó la entrada oficial, en la vida política del país, del marqués número XVII de la Casa Cerralbo, también marcaría el inicio de otra gran pasión de nuestro hombre ilustrado y culto, comprometido con su tiempo y amante hiperactivo de la arqueología, las Letras y las Bellas Artes: el coleccionismo que practicó a lo largo de toda su vida, durante sus múltiples viajes por España e Europa.


   Gracias a “su carisma y talante conciliador” y a su entonces famoso lema, “intransigencia en los principios y transigencia en las formas”, el dinámico marqués, de confesión carlista, desde los 24 años, fue nombrado jefe delegado del Partido, en 1890, y caballero de la Orden del Toisón de Oro, 1895, por el Duque de Madrid, Jaime III de Borbón, hijo de Carlos. Paralelamente a sus obligaciones institucionales (que siempre cumplió a rajatabla), Enrique, apasionado por la investigación científica, participó, dirigió y financió más 100 excavaciones alrededor del río Jalón, en las provincias de Soria, Guadalajara y de Zaragoza, lo que le valdría ser miembro de la Real Academia de la Historia, especializado en arqueología, en 1908. Después del reconocimiento de sus estudios científicos en el Congreso internacional de Antropología y Arqueología de Ginebra, en 1912, fue nombrado vicepresidente de la Junta superior de Excavaciones y Antigüedades.


   A pesar de todos los frentes abiertos que tenía, el noble político arqueólogo -que también se dedicó a la crianza de caballos, durante un tiempo, ¿en sus ratos libres?-, consiguió sacar tiempo de debajo de las piedras -nunca mejor dicho- para concebir el anteproyecto de nuestro edificio. Ejecutado sucesivamente por los arquitectos, Alejandro Sureda, Luis Cabello Lapiedra y Luis Cabello y Asó, bajo la estricta y exclusiva dirección del marqués, la construcción de la casa-museo de los Cerralbo tardó 10 años. Cuando toda la familia se instaló en su nueva morada-pinacoteca, ninguna sala se quedó vacía como lo pudieron comprobar tanto los amigos de los marqueses, durante sus famosos bailes, banquetes, veladas artísticas y lecturas poéticas, como las gacetas que cubrían los señalados eventos para el gran deleite del público lector de la época... y de hoy en día.


   Gracias a los importantes archivos fotográficos y manuscritos, conservados por la familia, la actual casa-museo Cerralbo es exactamente igual que hace 120 años. Tras 4 años de fidedignas y arduas mejoras, iniciadas en 1998, por un gran equipo de profesionales, para recuperar los “ambientes originales”, el Museo Cerralbo reabrió sus puertas al público, el 13 de diciembre de 2010, con una colección de más de 50.000 objetos de época, renovados y recolocados en su sitio de origen. Las numerosas esculturas, estampas, monedas, armaduras y armas de la familia bailan con las pinturas y los espejos al compás de los relojes de la época, que siguen marcando el paso del tiempo y la hora exacta. En cuanto al actual Jardín del Palacio, corresponde a la reproducción perfecta del jardín inglés del siglo XIX, que el propio Marqués había inmortalizado, desde el precioso templete-mirador o belvedere de dos plantas, de su casa, en un boceto, con estanque y bustos de emperadores romanos incluidos.


   “Puesto que no tengo herederos forzosos, he resuelto disponer de estas colecciones en forma que perduren siempre reunidas y sirvan para el estudio de los aficionados a la ciencia y al arte”. Como lo dispuso en su testamento, don Enrique de Aguilera y Gamboa, consciente del patrimonio nacional que poseía, legó su casa-museo al Estado español. Hoy en día, dependiente de la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales del Ministerio de Cultura y como parte íntegra de nuestra memoria colectiva, el Museo Cerralbo está definitivamente a la altura de la generosidad y de la sabiduría de su noble impulsor.


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Calle de Ventura Rodríguez, 17
28008 Madrid
915 473 646
M Plaza de España (L3 y 10) / Ventura Rodríguez (L3)


Horario:
- De Martes a Sábado: de 9h30 a 15h;
- Los Jueves: también de 17h a 20h;
- Los domingos y Festivos: de 10h a 15h.


Precios:
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- Tarifa reducida: 1,50 euros;
- Tarjeta anual: 25 euros.


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PD: Si te ha gustado este post, ¡no te pierdas nuestro Petit Fanzine sobre la Historia del Museo Cerralbo, ilustrado por Sara Fratini, Joaquín González DoraoTheresa LüePlumas de colores y Jara Domínguez. Para saber más, manda un mail a Charo & Flo.

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