Entre todos los inventos de la historia, el giradiscos, tocata, plato, pick up o tocadiscos de toda la vida, es sin duda uno de los que más sonrisas y momentos de felicidad ha provocado. Desde su creación, tanto el ritual de poner el disco como su bendito “ruido”, fruto del paso de la aguja del cabezal por unos surcos, siguen siendo mágicos. Si la llegada del casete y del CD en los 80, lo dejó en el olvido, los melómanos del siglo XXI con todos los avances posibles en el mundo del sonido, lo han resucitado por unos matices que consideran inimitables y que, al parecer, no responden solo a la nostalgia. Dicen los expertos que el sistema analógico del vinilo registra mucha más información que un compact disc, hasta 40.000 hercios, y que aunque nuestro oído, con un límite de 20.000 hercios, no lo puede percibir, nuestro cerebro y corazón ¡sí! Crónica Sentimental del Tocadiscos que ha cumplido 90 primaveras este año.

   Todo empezó con el fonoautógrafo, que inventó un escritor e impresor francés. En 1857, Édouard-Léon Scott de Martinville (1817-1879) creó un artilugio en el que, resumiendo mucho, una especie de cuerno recogía las ondas del sonido transformándolas en vibraciones que quedaban plasmadas, primero en cristales ahumados, y después en papeles, también ahumados, que envolvían un cilindro. Gracias a aquel quebradero de cabeza, Scott había logrado “leer” el sonido. Ahora, tocaba hacerlo audible.

   En 1877, basándose en el repetidor telegráfico, el empresario y prolífico inventor estadounidense, Thomas Edison (1847-1931), no solo logró grabar el sonido, sino también reproducirlo gracias a “su” fonógrafo, que transformaba las ondas sonoras en vibraciones mecánicas, que quedan registradas con una especie de punzón, que dejaba surcos en un cilindro recubierto de estaño; y que luego, invirtiendo el proceso, sacaba el sonido. A pesar de que solo se podía reproducir una sola vez, fue sin duda todo un acontecimiento. Lo curioso es que Edison no pensaba en música cuando se puso manos a la obra, sino en ciencia pura y dura.

   Con el tiempo, le tomó el relevo otro grande, Alexander Graham Bell (1847-1922). En 1881, cuando el científico y logopeda escocés, emigrado a Estados Unidos, era profesor de fisiología de órganos vocales y auditivos de la escuela de sordomudos de la Universidad de Boston, perfeccionó el sistema fonográfico de Edison, sustituyendo el estaño por cera, aligerando la aguja e introduciendo un pequeño motor para girar el rodillo, y consiguió reproducir el sonido varias veces. Pero quedaba una asignatura pendiente: ¿cómo obtener copias de lo que se grababa?

   El siguiente en entrar en escena fue el inventor alemán, residente en Norteamérica, llamado Emil Berliner (1851-1929). Con apenas 20 años, el joven y talentoso ingeniero, que ya había dejado impresionados a los miembros de la Compañía Telefónica que Bell había fundado en 1877, rizó el rizo en 1887 al patentar el gramófono, un nuevo sistema de grabación, que resolvía el problema de las copias que las grandes empresas no conseguían solventar, mediante un disco matriz en negativo, a partir del cual se podían fabricar cientos de duplicados, y para más inri, a un precio relativamente asequible. Pero, a pesar de las buenas nuevas, los discos, ya de zinc, se seguían leyendo con un sistema mecánico en el que aún tocaba darle a la manivela, lo que implicaba importantes altibajos en la reproducción.

   Afortunadamente, en 1895, entró en la empresa de Berliner, un joven llamado Eldridge R. Johnson (1867-1945), que fabricó un motor capaza de mantener la velocidad constante, y colocó al gramófono como rey indiscutible del sonido hasta 1950. En cuanto a Berliner, que supo ver negocio más allá del gramófono en sí, fundó en 1901 la primera discográfica de la historia para poder fabricar y vender su aparato, y de paso, discos a mansalva. En su campañía Victor Talking Machine (que con el tiempo se transformó en la más conocida RCA), estaban los cantantes dándolo todo frente a una especie de corneta, que registraba su voz, en grabaciones eternas que necesitaban horas por cada canción, y entre todos ellos, el tenor napolitano, Enrico Caruso, que se hizo rico y famoso gracias a esos registros, y que –dicen- llegó a almacenar más de 200 fragmentos de ópera en discos de una sola cara, un formato que cambió en 1923 cuando otra empresa pionera en la industria del sonido, Columbia Records, fundada en 1888 y luego transformada en Columbia Broadcasting System (CBS), fabricó los discos grabables por las 2 caras.

   En apenas unos años, los avances del primitivo fonógrafo fueron espectaculares, y poco después, en 1925, llegó el remate final: el sistema mecánico dio paso al método eléctrico, y así nació el tocadiscos. Con el “tocata”, la velocidad se estandarizó en 78 revoluciones por minuto, y se logró más calidad de audio y menos desgaste del disco y aguja. El impacto fue inmediato, y aunque la radio aún se llevaba a la mayoría de los novios musicales, cada vez eran más los que apostaban por tener su propio equipo en casa extendiendo la fama del plato como la pólvora. En los años 40, llegaron los vinilos, que pasaron del surco al microsurco, y de nuevo, Columbia aportó su granito de arena al inventar, un lustro después, el LP, Long Play o disco de larga duración, que a una velocidad de 33 RPM, permitía grabar y escuchar por primera vez temas de hasta 45 minutos, revolucionando a músicos y empresas fabricantes que no paraban de frotarse las manos. Las ventajas eran evidentes, pero aquellos nuevos vinilos más delgados y ligeros -gracias a sus surcos más finos-, encontraron un duro rival en la famosa RCA-Victor de Berliner, que en 1949 tiró de otra velocidad, la de 45 RPM.

   En 1950, ya no había música que no saliera de un tocadiscos. Las radios, los locales y los hogares ambientaban lo que hiciera falta siempre a base de vueltas de vinilo. La cosa fue perfeccionándose aún más: con el plato semiautomático, los oyentes se libraron de tener que levantarse para hacer lo propio con el brazo fonocaptor cuando se acababa el disco; y con el automático, dejaron de sudar para encajar la aguja sobre la estría perfecta. Y cuando parecía que ya no se podía pedir más, en 1958 llegó el sonido estéreo, en los 70, la alta fidelidad, y en los 80, el casete, con el que el tocadiscos aún mantuvo el tipo, e incluso, se sumó a él dando lugar a un armatoste 3 en 1 (tocadiscos, radio y grabadora de casete), que ocupó las estanterías, casi por completo, de todos los salones. Pero en 1982, el disco compacto, inventado por Philips, anunció la muerte de un estilo y un sonido, el del vinilo y su imprescindible tocadiscos.

   Habría que esperar el nuevo siglo para que los genuinos, y entre ellos, los Dj’s recuperaran el giradiscos de siempre... con tanta fuerza que en 2009 se batieron todos los récords: 3 millones y medio de vinilos vendidos en Estados Unidos, gracias a los mercadillos de segunda mano. Hoy ¿más que nunca?, el tocata ocupa un lugar privilegiado en nuestro corazón y salón. ¡Larga vida al tocadiscos!

PD (nº1) mítica: “Thriller” (1982), de Michael Jackson, sigue siendo el vinilo más vendido de la historia.

PD (nº2) tecnológica: Con la nueva generación de tocadiscos láser, lo que se gasta ya no son los discos, sino el dinero, ya que rondan los 12.000 euros, e incluso, los hay que alcanzan los 250.000.

PD (nº3) bibliográfica: Si hay tiempo y ganas, el libro 1001 discos que hay que escuchar antes de morir, de Robert Dimery, hace un gran repaso a lo imprescindible en esto del vinilo.

                                          (De Lidia Martín, el 12 de noviembre de 2015)

Referencias útiles:
MUSiC & DEALERS

¿CUÁNDO? El Viernes 13, a partir de las 13h, el Sábado 14, a partir de las 11h30, y el Domingo 15 de noviembre de 2015, a partir de las 12h.

¿QUÉ? Gracias al Mercadillo Music & Dealers, tienes una cita con el vinilo, el tocadiscos y el sonido, con más de 100 stands musicales y de tendencias que convivirán con los puestos tradicionales del Mercado de la Cebada, y junto a las ventas, subastas, talleres, showcases, arte urbano, ilustración… pero sobre todo música, música y más música. Para no perderte nada, consulta la Programación!

¿DÓNDE? 
(1) De día en el Mercado de la Cebada
Plaza de la Cebada, 4
28005 Madrid
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(2) De noche en El Sótano
Calle de las Maldonadas,6
28005 Madrid
M Tirso de Molina

(3) Fiesta de cierre en el Shoko
Calle de Toledo, 86
28005 Madrid
913 541 680
M La Latina

¿CUÁNTO? 
(1) y (2) Entrada libre. 
(3) 8 euros. 

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