Merche Bueno (en la ilustración) es una avistadora, una sabuesa, una Celestina del intercambio de favores, generosa con quien se lo merece. De algo le ha servido trabajar en asuntos de belleza desde los 14 años, “acicalando” Argensola y aledaños. Frente a un cortado con leche (siempre) fría, en delicada taza de porcelana, para ella y otro (con o sin leche) para ti, Merche te contará su aventura y las vueltas que da la vida. Un día, pegó la nariz al cristal de un local en alquiler en la calle de Argensola. El sitio estaba vacío. Un número de teléfono era el único contacto con la vida exterior.  Su suerte estaba echada. ¿Y su destino? Ser mucho más que una peluquería. 

   Merche sueña y diseña. Enseguida visualizó el proyecto, localizó a los obreros, pidió presupuesto y prometió seriedad e intercambio de paciencia, con tal de que no le limaran las asperezas del suelo de madera de la entrada. Ni brillos ni barnices. En rústico, se pisa mejor y más fuerte. No hay lugar para los resbalones. Otro prodigio: ni un solo roce con los habitantes del edificio, que ante el estrés de las obras, suelen tornarse en maldita vecindad.

   ¿Cómo amueblamos el local? A Merche le fascina el trueque. No es extraño ver por el salón a alguna clienta agradecida y feliz con su color de pelo, que le lleva un detallito. Y con esa idea partió hacia el pueblo de sus padres, Alcantuz, en la Serranía de Cuenca, donde la conocen desde que era una cría: “Buenos días señora. Yo le peino, y usted me regala los muebles viejos del desván”. “Hola ¿qué tal? ¿Quiere que le corte el pelo a cambio de las mesitas de noche que se van a comer la carcoma?”

   En menos de un kikirikí, el pueblo acabó acicalado como para recibir a una caravana del amor, y el local madrileño de Mercedes se pobló de objetos singulares, incluyendo una preciosa farola, regalo de su padre; y un sillón, que según el tapicero, data del siglo XVIII. Hasta las puertas de “El Visi” -el primer bar del pueblo-, decoran los muros de La Vulpeja. Igual que ha tapizado un viejo sofá con pedazos de pantalones vaqueros de su clientela y con los de su primer novio, que tuvo el detallazo de enviarlos desde Londres. 

   Estaba claro. Aquí la recepción, con muestrario de ropa o joyería. A la izquierda, un puesto de peluquería masculina. El gran salón para señoras, donde los muebles vienen y van cuando toca microteatro, talleres infantiles, cenas privadas o La Vulpeja Market de diseño independiente como este fin de semana. Al fondo, la zona de lavado de cabezas y -como no- los servicios. En cuanto a la escalera con un balcón con flores pero sin vistas, conduce a la planta baja. Un coqueto espacio para producciones fotográficas, sesiones de dj o pequeños mercadillos de segunda mano. Y, finalmente, la sala de pensar o de soñar despierto. Un sancta sanctorum donde Merche se encierra con el cliente sentado ante el espejo, para su sesión de visagismo. Del techo, cuelga una jaulita de madera, donde las ideas parecen dejarse atrapar dócil y figuradamente. 

   En La Vulpeja sobra el cartel de “Pase sin llamar” porque las puertas siempre están abiertas de par en par (si el clima lo permite). Y un lindo banco verde invita a un alto en la caminata. Los vecinos, clientes o no, saben que pueden usarlo.

   La Vulpeja de Merche (cuyo nombre es fruto de la devoción de una de sus mejores amigas por los animales astutos, elegantes, perseguidos y envidiados, como las zorras) es peluquería, estilo, espacio, arte, amor, moda y locura. El trasunto perfecto de su dueña.

PD nº1: La Vulpeja Market tendrá lugar hoy, Viernes 07, y mañana, Sábado 08 de noviembre de 2014, de 11h a 21h. ¿Te lo vas a perder?

PD nº2: El próximo proyecto de Merche será colaborar con la Asociación Española contra el Cáncer, para que los y las enfermas en fase de quimioterapia, sepan que pueden estar igual de guapos que antes de la enfermedad, sin gastar más que cualquier otro cliente.

                                        (De Sol Alonso, el 07 de noviembre de 2014)

Referencias útiles:
LA VULPEJA
Calle de Argensola, 13
28004 Madrid
913 911 115
M Alonso Martínez / Colón

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