Le dispararon al alba un 18 de agosto de 81 años atrás, cuando el poeta había cumplido 38. Le mataron bajo una última luna adormecida, aquellos incapaces de perpetrar su cobardía cara al sol. Debutaba de golpe la Guerra (in)Civil, cuando el poeta, acusado de rojo y maricón, emprendía un viaje obligado al otro mundo, dejando en éste tanto escrito como prueba irrefutable de que las palabras significan mucho más de lo que aparentan. Su vida intensa, su obra rompedora y una muerte violenta cambiaron algo más que la historia de nuestra literatura.

   Federico García Lorca (retratado aquí) nació en Fuente Vaqueros (Granada) en un año fértil para la generación de escritores ilustres que llevaron por un número por nombre, el 98. Luego formó parte de otra pléyade, surgida de la admiración por Góngora a los tres siglos de haber muerto: la Generación del 27, con Jorge Guillén, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Manuel Altoaguirre y Emilio Prados. Uno de sus méritos estuvo en maridar los modos más tradicionales de escribir con las formas de vanguardia. El amor, la muerte y la vida, tratados con la fuerza añadida de imágenes y metáforas.  

             Por el olivar venían,
             bronce y sueño, los gitanos.
             Las cabezas levantadas
             y los ojos entornados…

   Su llegada en 1919 a la Residencia de Estudiantes de Madrid, fue otro punto de inflexión. Entre el 24 y 27, los años de madurez poética, que él mismo llegó a reconocer, coincidieron con una de las crisis más profundas de su vida. Llegaron las Canciones y el célebre Primer Romancero Gitano, tan comentado que el poeta se sintió morir de éxito, al no poderse zafar de la etiqueta que le estrechaba demasiado con la etnia. Así se quejaba Lorca por escrito a Jorge Guillén: “Me va molestando un poco mi mito de gitanería. Los gitanos son un tema. Y nada más. Yo podía ser lo mismo poeta de agujas de coser o de paisajes hidráulicos. Además, el gitanismo me da un tono de incultura, de falta de educación y de poeta salvaje que tú sabes bien no soy. No quiero que me encasillen. Siento que me va echando cadenas”.

   Colmaron el vaso de la desdicha, su desencuentro sentimental con el escultor Emilio Aladrén y las duras críticas de Buñuel y Dalí a ese Romancero Gitano, que acusaron de rebosar costumbrismo. Definitivamente, esos versos le dieron tantos gozos como sombras. Miguel Hernández, cuentan, guardaba un ejemplar en la celda donde consumió sus días.

   1929. Lorca emprendió viaje hacia Estados Unidos en el año de la gran crisis financiera. Quería conocer mundo y aprender inglés. Le acompañó Fernando de Los Ríos. Una de las experiencias más útiles de su vida, que dejó versos publicados cuatro años después:

             La aurora de Nueva York gime
             por las inmensas escaleras
             buscando entre las aristas
             nardos de angustia dibujada.

   Luego, conoció Cuba, Uruguay y Argentina, donde sus obras se siguen hoy programando. Arrancaron con El Público y Así que pasen cinco años. En 1930, Federico García Lorca está de nuevo en Madrid.

   En su viaje a Nueva York, repasó muy a fondo a Whitman y Elliot. Antes, había fundado la revista El Gallo, y después la emprendió con entusiasmo en el montaje de La Barraca, el grupo de teatro universitario con el que quiso que el pueblo menos cultivado, aprendiera las bondades de la dramaturgia, y de paso, el secreto de la supervivencia en soledad, estado por el que campan todos sus personajes teatrales.

   El propio Federico, hijo de un hacendado y una maestra, no fue ni mucho menos un alumno brillante, lo que no significa que, como lector voraz, no acumulara una envidiable cultura. Estudió Derecho y se licenció en Filosofía. Lo cuenta Luis García Montero en su libro Un lector llamado Federico García Lorca, fruto de las ojeadas a la biblioteca de su casa, donde reposaban juntos, Víctor Hugo, Baudelaire, Ovidio, Platón, Shakespeare, Unamuno, Oscar Wilde o Ibsen: “Era un vampiro. Si te acercabas a él, te absorbía”. 

   Le gustaba el cine. En El paseo de Buster Keaton (1928), incluye multitud de alusiones veladas a la homosexualidad. En septiembre de 1928 escribe La muerte de la madre de Charlot, y era habitual que interviniera en las actividades del Cineclub Español fundado por Buñuel. 

   Al mito que fue en vida, se añadió la leyenda a partir de su desaparición. ¿Quién mató a Federico? El propio dictador Francisco Franco se lavó las manos frente a las dudas que le planteó el mismísimo Eisenhower cuando visitó España en 1959, y quiso saber más de aquel fusilamiento: “Fueron unos incontrolados”, respondería el Caudillo golpista.

   ¿Dónde se halla el cuerpo sin reposo del poeta? Rumores sobran. Hay quien afirma que los restos fueron trasladados a un lugar secreto para ser exhumados más tarde, incluso que su hallazgo se ocultó cuando en 1986 la Diputación Provincial vallaba el parque de Alfacar que lleva su nombre. Confirmada por el equipo que investiga y las autoridades del pueblo, la búsqueda de los restos del autor de Romancero Gitano, Bodas de sangre, Doña Rosita la soltera, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, La Casa de Bernarda Alba, Yerma y El diván del Tamarit, se reanudó el pasado de mes de septiembre, en vano. No se encontró “ni huesos ni ropa” en la zona señalada.

   Según el investigador principal, Miguel Caballero, la verdad sobre la muerte de García Lorca y sus compañeros (el maestro republicano Dióscoro Galindo y los banderilleros Francisco Galadí y Joaquín Arcoyas) "no se sabrá" hasta que no vean la luz unos informes que realizó el policía de Granada José Mingorance sobre el acontecimiento.

PD ilustrada: Lorca dibujó toda su vida. Ahí están los decorados de sus montajes teatrales, las cartas y tarjetas postales, que escribía a amigos y familiares, las dedicatorias de sus libros, y cómo ilustraba muchos de sus poemas. Su primera exposición individual con motivo del estreno de “Mariana Pineda”, en 1927, se realizó en las Galerías Dalmau, de Barcelona. Dos años antes de recalar en ese recinto vanguardista, enseñó sus dibujos en una casa particular de Granada, usando alfileres para prender las obras en la pared.

                                                    (De Sol Alonso, el 04 de julio de 2017)

Referencias útiles:
FEDERiCO GARCíA LORCA EN MADRiD

(1) “Una habitación propia, Lorca en la Residencia de estudiantes”
¿CUÁNDO? De Lunes a Sábado, de 11h a 20h, y los Domingos y Festivos, de 11h a 15h, hasta el Martes 27 de julio de 2017.

¿QUÉ? La exposición "Una habitación propia. Federico García Lorca en la Residencia de Estudiantes, 1919-1936", organizada por la Fundación Federico García Lorca y la Residencia de Estudiantes con motivo del futuro traslado del legado del poeta al Centro Federico García Lorca de Granada, recorre el paso del poeta por la Residencia, primero como residente, durante los años 1919-1928, y después, a través de los proyectos que prolongaron su vinculación con ella hasta 1936. Comisariada por el catedrático de Literatura Española de la Universidad de Granada Andrés Soria Olmedo, la muestra cuenta con una selección de manuscritos, libros, fotografías y obra plástica de Federico García Lorca.

¿DÓNDE? En la Residencia de Estudiantes (en la ilustración)
Calle del Pinar, 21-23
28006 Madrid
915 636 411
M Nuevos Ministerios

¿CUÁNTO? Entrada libre.

Más info en la web de la RESiDENCiA DE ESTUDiANTES.

(2) En Madrid, Federico García Lorca vivió en la calle de Alcalá nº96 (ver la ilustración) donde una placa conmemorativa recuerda su paso por la Villa. Y en la plaza de Santa Ana, se encuentra ligeramente inclinado hacia delante, como para dar impulso al ave a volar, una escultura del poeta, erigida a petición del entonces director del Teatro Español, Miguel Narros, quien solicitó al Ayuntamiento de Madrid una estatua del dramaturgo para instalar frente al Teatro, que descansa sobre un pedestal de granito de planta cuadrada, realizada por el escultor Julio López entre 1984 y 1986, y en cuyo frontal hay una lápida caliza blanca con una inscripción: “Madrid a Federico García Lorca”.

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