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LA REVOLUCiÓN MUSiCAL DE PANDORA'S VOX

Acaban de celebrar su segundo aniversario y ya son un referente en el panorama musical, porque, por mucho que lo niegue o le cueste admitirlo, Eduardo Arriero (en la ilustración), un músico escuálido como mandan los cánones del garaje punk, lleva tiempo dando guerra. Primero fueron sus bandas, luego el Festival Go Sinner Go (que va a por la 9ª edición) y, ahora, regenta un negocio que, incluso, antes de abrir sus puertas, tenía lista de espera: Pandora’s Vox o los locales de ensayo más codiciados de Madrid.

Amante de las guitarras antiguas, este chico de 35 años lleva tocando más de 15 años (desde su primer grupo adolescente, Hatebridders -en honor a un tema de los Misfits-, a los ya maduros Hollywood Sinners y su más reciente proyecto Gamónides). La idea de montar su propio espacio para practicar era algo que le rondaba por la cabeza, desde hacía tiempo, pero las cuentas nunca salían hasta que, curiosamente, el último y necesario empujón se lo dio un amigo dueño de este mismo tipo de salas. Y, después de 7 eternos y complicados meses de obra, el guitarrista, batería y -a veces- teclista pasó de ser un informático con inquietudes artísticas a propietario, junto a su chica Julita Almodóvar, de Pandora’s Vox (con la “v” de la consagrada marca de amplificadores).

Supo hacerlo bien. Para darse a conocer, lanzó ofertas que no se podían rechazar y, con sus 21 locales (6 por horas y el resto, por meses), llenos hasta la bandera, su fama se multiplicó. Su trato, su gran conocimiento de la industria musical (Eduardo también ha sido y es tour manager de varios grupos), así como la ubicación del espacio, al lado de la estación de Atocha, hicieron el resto.

Aquí, ensayan músicos profesionales tan variopintos como Ariel Rot, Karina o Soraya. También se han dejado caer algunas bandas internacionales, antes de sus conciertos en Madrid, como Bellrays, The Dictators o Dream Syndicate, con la curiosidad de que estos últimos tocaron por primera vez en Pandora’s después de 25 años sin juntarse. Y, por supuesto, su gran público, mucho músico amateur, tanto que de un vistazo Eduardo calcula tener unas 500 bandas rotando, y a esto habría que sumar las fijas y las del resto de locales.

Está claro que la Villa es un hervidero musical, y Arriero lo ha ido comprobando en todos estos años sobre el escenario y ahora al otro lado de la barra de un bar típico de los templos de ensayo. Desde ahí, ha visto cómo se han formado grupos y cómo se han separado otros. Conoce el nombre de (casi) todos sus clientes e incluso adivina sus gustos y acierta al asignarles una sala concreta con un equipo determinado. Cuida mucho el material de sus locales por horas, precisamente para evitar lo que él vivió en sus años de carretera. Nunca, en ninguno de los sitios donde practicó, encontró aparatos de calidad como, por ejemplo, un amplificador de válvulas, y ahora en Pandora’s son los únicos que tiene.

Fue su apuesta y que nadie le viniese con supersticiones o miedos por el nombre que había escogido. Él solito echó por tierra las catastróficas consecuencias que, según la mitología griega, cabría espera de una caja que esconde todos los males. Su elección iba por otro lado. Quería rendir homenaje al poder de la música y a todo lo que surge con ella, recordando un mítico bar de Los Ángeles, de principios de los años 60, el Pandora’s Box, que removió a toda una generación al ritmo de sus conciertos. Un lugar de encuentro y efervescencia que vio como los vecinos, temerosos del ruido y, sobre todo, de lo que allí se gestaba, consiguieron no solo cerrar el local, sino que fuese demolido en 1967, a pesar de las manifestaciones de miles de jóvenes (entre ellos, los veinteañeros Jack Nicholson y Peter Fonda).

Con ese mismo espíritu revolucionario, al menos en el mundo de la música, Eduardo sigue trabajando y mejorando. Su último proyecto es un estudio de grabación con el que ampliar su oferta. Y ¡seguro que triunfa! porque dicen que, en época de crisis, preferimos dedicar los ahorrillos a aquello que nos hace felices, y la música y, más aún, tocar parecen ser buenos antídotos. ¡Larga vida a Pandora’s Vox, larga vida al rock and roll!

PD: La estrella de sus locales por horas es el Vintage Room, una sala única en Madrid equipada con la mejor cacharrería de los años 60 y 70. Y, si alguien olvida el bajo, la guitarra o cualquier material, además de hacérselo mirar, puede pedirlo prestado.

(De Lidia Martín, el 24 de julio de 2014)

Referencias útiles:
PANDORA’S VOX
Calle Rafael de Riego, 8
28045 Madrid
912 300 174
M Atocha

Horario: de Lunes a Domingo de 10h a 23h.
PD: Abierto todo el verano y festivos, excepto el 24, 25 y 31 de diciembre y el 1 de enero.

Precios del local por horas:
- de Lunes a Viernes de 10h a 16h: 10 euros.
- de Lunes a Viernes de 16h a 23h: 15 euros.
- los Sábados, Domingos y festivos: 15 euros.
- Vintage Room: 25 euros.

Precios de los locales por meses: 35 euros el m2 por local completo (locales desde 11m2 y hasta 20m2).

Para seguir los pasos musicales de PANDORA’S VOX, conéctate a su web, su Facebook y su Twitter.

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