En las inmediaciones de la estación de Atocha, cerca del Panteón de Hombres Ilustres, a un paso de la estación de metro de Menéndez Pelayo, se alza una nave industrial, recuperada en 2013 para el arte y que funciona de manera autogestionada al margen de las instituciones públicas. ¡Bienvenidos a La Neomudéjar!

   “Surge en un momento de secuestro sistemático de la cultura en Madrid por parte de las instituciones y coincide, además, con la crisis general que el capitalismo inventó para desplomar las economías familiares y empobrecer a la clase media trabajadora, robándole sus derechos conquistados históricamente”, según el cineasta-poeta Francisco Brives y el videoartista Néstor Prieto (retratados aquí de izquierda a derecha), fundadores de Art House Madrid y responsables de este peculiar espacio que reflotaron tras encontrarlo en un estado más que precario. Casi tanto como la situación por la que, en su opinión, pasaba el arte en Madrid en esa época: “En 2012 la situación de la cultura en Madrid era una gran masa de basura y justamente fue eso lo que nos encontramos en este espacio en desuso con doce toneladas de basura desde donde hacer emerger una cultura independiente, crítica y de resistencia”.

   Aunque denostada, la basura es un sustrato que propicia el crecimiento. Aplicado al caso de La Neomudéjar, esas toneladas de detritus abonaron su apuesta por el reciclaje, la memoria, el arte urbano, la performance, el parkour, el videoarte y la experimentación, sin olvidar un elemento de vital importancia y que suele ser ignorado por las solemnes y encorsetadas instituciones dedicadas al arte: el humor, pero “un humor del norte, que tiene mucho que ver con la necesidad de la óptica revolucionaria de las nuevas museísticas. En nuestra apuesta por las voces silenciadas, el humor es el combustible que más fácilmente genera una transformación social sin residuos tóxicos”.

   La preocupación social completa la filosofía de La Neomudéjar. Un planteamiento que choca con los discursos ortodoxos sobre arte, coleccionismo y el disfrute privado de las obras, tan presentes en los medios de comunicación mayoritarios: “No hay nada más social que el arte y la cultura. Ambos generan un patrimonio que revierte directamente sobre la ciudadanía y visibiliza el carácter de un pueblo. Apostamos por artistas que crean obras críticas y que exponen sus miedos y conflictos ante la ciudad. La base para conseguir todo esto es la educación, y esa labor hay que hacerla desde la puerta, en la taquilla, con la vecindad y con el barrio”.

   La Neomudéjar está ubicada en un taller obrero del siglo XIX, escenario de las primeras revueltas sindicales del ferrocarril en 1885, y el edificio conserva el espíritu inconformista y reivindicativo de sus antiguos moradores, que los nuevos han heredado para estrechar los vínculos locales a la vez que desarrollan una proyección internacionalista: “Nuestro proyecto es un corazón latiente que vive en el barrio de Retiro pero que dialoga con México, París, Corea, Etiopía, Rusia, Argentina y Colombia. Somos un proyecto local que mira hacia el mundo y que establece una red internacional basada en una nueva manera de entender la museística y el arte. Sabemos estar en el barrio, pero no para encerrarnos en él, sino para interlocutar con el mundo y experimentar la museística más allá de las paredes de los museos, porque consideramos que es desde la cultura cómo podemos intervenir trasversalmente en las realidades de todo tipo, educativas, sociales, artísticas, filosóficas, etc.”.

   Entonces, además del programa constante de actividades, las residencias de artistas y las exposiciones, Francisco y Néstor han querido dotar a La Neomudéjar de un centro de documentación e investigación con colección propia: “El Centro de Documentación nace de la conciencia de la pérdida patrimonial que atraviesa España al abocar al olvido la producción artística de las New Media Arts. Mientras toda Europa reclama este patrimonio, lo conserva y lo clasifica, en España lo dejamos morir, lo abandonamos y permitimos que desaparezca ante nuestros ojos. El Centro de Documentación es esa patita fundamental de cualquier museo a la hora de reflexionar sobre el arte, su sentido social y cultural. Sin olvidar, por supuesto, la lógica necesidad de preservar para las generaciones futuras aquello que los artistas de nuestro tiempo están creando”.

   En la actualidad, la colección del museo tiene 3 líneas, cada una de las cuales está relacionada con diferentes proyectos con identidad propia. Por un lado, la colección de obra visual comprende, entre otras, la escultura, el neón, la pintura, la fotografía, el collage o el videoarte: “Fruto de las residencias artísticas y en menor medida de donaciones o adquisiciones realizadas por la dirección del museo, es una colección ecléctica que irá creciendo porque, aunque ya posee una línea bastante clara de intención estética, necesita de tiempo e inversión para consolidarse”. Por el otro, los materiales del Centro de Reinterpretación histórica están formados por aquellos objetos, documentos, trajes y maquinaria que relatan la historia del edificio y su memoria ferroviaria. Y en cuanto a las obras de cesión temporal, “el museo está acogiendo alrededor de 150.000 obras de colecciones particulares procedentes de familias de artistas, que han acordado una hoja de ruta para ese patrimonio pero que ellas no pueden seguir sosteniendo. En estos casos, el museo las gestiona para un proyecto que aún no podemos desvelar, pero que se conocerá en breve”.

   Aunque los responsables de La Neomudéjar desearían poder realizar ese proyecto en España, la elección final de éste u otro lugar dependerá de si, finalmente, se cumplen en nuestro país las condiciones necesarias para llevarlo a cabo. Para ello, deberán recurrir a sus propias alianzas y a los recursos del centro porque otra de sus líneas de actuación es no pedir ayuda pública: “Nunca nos hemos presentado a una subvención porque de momento no lo hemos visto necesario. Los fondos públicos han de ser bien distribuidos y, antes de pedir, uno tiene que demostrar qué es capaz de hacer. Nuestro proyecto es sostenible. Siempre hemos apostado por hacer las cosas a medida que podíamos enfrentarnos al gasto que nos suponía. Hemos pasado baches y superado obstáculos. Seguimos siendo autosuficientes, pero reclamamos el acompañamiento institucional porque el patrimonio que estamos generando y conservando también es responsabilidad pública. Es más, gran parte de nuestra labor debería ser de obligado cumplimiento por parte de las administraciones, pero no lo han hecho nunca, y dudamos que haya interés por conservar o fomentar el patrimonio audiovisual o las vanguardias sonoras”.

   Haya o no comprensión y disposición por parte de las instituciones públicas culturales, lo que es un hecho es que el proyecto de La Neomudéjar continúa. En los próximos meses ya hay programados diferentes actividades que continúan ahondando en la filosofía del centro y desarrollando una apuesta por el arte independiente, actual y comprometido con el tiempo y el espacio en el que surge: “Últimamente estamos apostando por artistas vivos, conocer sus etapas, sus líneas de trabajo o las temáticas sobre las que ellos mismo exploran y nombran. Es una labor que nos llena de satisfacción y que permite que nombres como Joaquín Lledó, Rafael Peñalver, Julia Juániz, que son referentes de trayectorias solidas que dan sentido a nuestra labor como museo, están pasando por nuestras salas. No nos gusta la idea de que los museos estén plagados de obras de muertos. Pensamos que un centro de arte ha de poder conectar con su tiempo y que los artistas vivos nos dan el privilegio de escucharlos de primera mano y no como ahora se hace, a través de la reflexión de un comisario. En este sentido y entre otras actividades, vamos a recuperar en una retrospectiva la obra de Antonio Alvarado, un artista pionero del arte electrónico y del Net Art en España. Aunque parte de sus obras están ya en museos fuera de España, aquí nunca se le ha dado el lugar que nosotros consideramos ha de tener”.

   Una vez, las vanguardias han llegado a la Villa a través de las vías del ferrocarril. ¿Te subes al tren de la cultura indepeniente?

                                                (De Eduardo Bravo, el 07 de julio de 2016)

Referencias útiles:
LA NEOMUDÉJAR (en la ilustración)
Calle de Antonio de Nebrija, s/n
28007 Madrid
915 283 349
M Menéndez Pelayo

Horario: de Miércoles a Domingo, de 11h a 15h y de 17h a 21h.

Precios:
- Entrada general: 4 euros;
- Entrada reducida: 3 euros;
- Entrada gratuita: los Miércoles, de 11h a 14h;
- Ruta guiada (en castellano, inglés y francés): 30 euros por grupo (de 20 personas máx.) + entrada individual.

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