Su aspecto aniñado, su estética dulce e infantil y su tersa y blanca piel ausente de arrugas, nunca harían sospechar que la gatita -aunque ahora resulta que no lo es- más famosa de todos los tiempos es ya una cuarentona. Hello Kitty se hace mayor. Su biografía oficial -porque la tiene, como cualquier icono que se precie-, cuenta que Kitty White -su verdadero nombre- nació en el sur de Londres el 1 de noviembre de 1974 y destaca su pasión por su hermana gemela Mimmy, por la música y las artes plásticas, y sobre todo por la tarta de manzana casera de su madre. Esta pastelosa y sin embargo arrasadora imagen salió de las manos de la diseñadora Yuko Shimizu para la empresa japonesa Sanrio, experta en copyright y venta de licencias, con tan buen ojo, que desde la primera impresión en un monedero de vinilo, la minina omnipresente empezó a sumar ganancias multimillonarias y consiguió mantenerse al pie del cañón con un merchandising que no deja puntada sin hilo.

   Kitty fue creada con un único objetivo: inversión mínima y ganancias máximas. La estrategia no era crear un dibujo animado, sino conseguir desde el principio un diseño que sirviese para vender cualquier artículo sólo con la fuerza de su presencia. Con esta premisa, el fundador de Sanrio, Tsuji Shintaro, pensó en uno de los 3 animales que, por excelencia, gustan más a los niños. Y entre perros, osos y gatos, se quedó con lo que ya sabemos, o bueno, creíamos saber. Porque lo más impactante es que, durante todo este tiempo, habríamos puesto la mano en el fuego pensando que Hello Kitty era precisamente eso, una gatita. Y nos habríamos quemado porque “¡nunca lo ha sido!”. Así de contundentes fueron sus creadores al afirmar a mediados de 2014 que lo que teníamos delante de nuestras narices era una niña alegre y feliz, y sobre todo, con un corazón de oro. ¿En cuanto a sus bigotes y orejitas picudas? Argumentaron que su creación nunca anduvo a 4 patas, su pequeña caminaba, se sentaba y actuaba como una criatura de 2 piernas y más aún, tenía una mascota llamada Charmmy Kitty, que esta sí, era una gatita. Inquietante ¿no? Está claro que detrás de estas palabras, había toda una campaña de marketing, bien pensada y meditada, para que la gallina, perdón, gata, o bueno, niña de los huevos de oro siguiera funcionando.

   De hecho, otro elemento perturbador de Kitty, que pasa inadvertido precisamente por no existir, es su boca. Y, una vez más, la respuesta de la compañía no dejó lugar a dudas. Su actual diseñadora, Yuko Yamaguchi, responsable de su imagen en los últimos 20 años, descifró con sus declaraciones uno de los secretos del éxito “felino”. La ausencia de cavidad oral es una estrategia psicológica, basada en la no expresión, consiguiendo así un rostro comodín sobre el que el espectador puede proyectar sus propios sentimientos, ya sean felices o tristes. Este toque moldeable, amable, sin ataduras emocionales, encaja a la perfección con la esencia japonesa kawaii (“lindo” o “bonito”), imprescindible en la cultura japonesa -e impensable en la nuestra-, presente en ámbitos tan dispares como la política, la gastronomía o los negocios, y que, con el éxito de Hello Kitty, contagió de ternura al resto del mundo y, de paso, a todo producto vendible imaginable.

   No hay ni un solo objeto que escape de la apabullante familia de merchandising de Kitty. Su halo rosa ha conquistado a todos los públicos, haciendo realidad el sueño de cualquier empresario al conseguir gustar a todos y estar en todas partes. Sanrio ha sabido aprovechar el tirón de un público, que nació con ella y que ahora, crecidito y con personalidad suficiente, muestra sin miedo su amor incondicional, sumando nuevas generaciones, adaptándose a otros estilos, igualando clases sociales, y consiguiendo que su niña mimada luzca por igual en el bolso de la superficial Paris Hilton o en la sudadera de la más arrabalera chica de barrio. También la hicieron suya artistas tan dispares como Mariah Carey, que decoró varias estancias de su casa, incluido un baño, con la minina; Katy Perry, a la que vimos en la alfombra roja de los Brit Awards en 2009, con un corsé de Hello Kitty; Lady Gaga, que lo mismo se viste con un pomposo modelo de sus peluches que presume de muñeca personalizada Hello Kitty Gaga; o el mismísimo Gene Simmons de Kiss, que consiguió despojarla de esa cara de no haber roto un plato, para dotarla de un rollo transgresor que tocó el corazón de los más macarras que, en los 90, la encumbraron como icono punk llegando incluso a lucir en la mítica guitarra Fender Stratocaster. Una estrategia que dio la vuelta al mundo y a la tortilla, convirtiendo la supuesta candidez en una atracción de lo más canalla que, por un momento, atrajo también sin tapujos al sector masculino vestido en su interior con bóxers made in Kitty.

   No queda ahí la cosa. Se calcula que la “gata tonta”, como la llama Mario Vaquerizo, viaja por el mundo plasmada en más de 50.000 artículos diferentes y variopintos. Bolsos, vajillas, rotuladores, cuadernos, maletas, gorras, tostadoras, planchas, móviles, toallas, gafas, ipods, papel higiénico, portátiles, joyas con piedras preciosas incluidas o ropa y zapatos en colaboración con grandes diseñadores como Jeffrey Campbell o marcas como Vans o Sephora. Y más aún, tarjetas de débito de Bank of America o Mastercard con su carita; el Mitsubishi Princesa Kitty, un coche de cabo a rabo rosa y gatuno cuyo salpicadero era una sobredosis difícil de olvidar y que tuvo hasta lista de espera; un avión temático, el jet de la compañía taiwanesa Eva Air que cubre el trayecto de Taipei-Los Ángeles y que ofrece todo, hasta la comida, con el toque Kitty; o también taiwanesa su cerveza con sabor a fruta; y muñecas de todos los tamaños, incluida la Paris Kitty Hilton, que con solo nombrarla ya produce terror.

   Su imperio rosa cuenta además con varios parques temáticos -como el Sanrio Puroland de Tokio, el Harmonyland de Oita, o el espacio Kawaii Paradise, situado en la isla artificial de Odaiba (Tokio)-; un spa de belleza propio en Dubai; el restaurante de Beijing Hello Kitty Dreams; o la suite del Beauty Hotel de Beverly Hills, donde seguro que todo huele a nubes. Esta fuerza recaudatoria supone más de la mitad de los casi 900 millones de euros de ganancia anual de Sanrio, y otros tantos a los que usan su imagen para promocionar, parece que acertadamente, sus productos. Una gatita de vida envidiable que ha sido protagonista de una editorial de moda para Vogue Japón luciendo modelos exclusivos de Dior, que fue nombrada embajadora de UNiCEF, y que también ha entrado en los museos y agotado las entradas, como en la muestra especial por su 40 aniversario organizada por el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles.

   Sin duda, Hello Kitty tiene motivos para celebrar su cumpleaños por todo lo alto. Y dicho y hecho la gata se ha regalado un paseo por el espacio a bordo del satélite Hodoyoshi, la mejor manera de soplar velas sin boca pero rodeada de estrellas. ¡Feliz cumple miaauuuuuuaños!

PD (nº1) televisiva: Aunque no fuera su intención Kitty también llegó a la pantalla. Se estrenó en 1986 con una coproducción americana japonesa “Hello Kitty’s furry tale theater”.  Años más tarde, en 1991, fue la serie de animé Hello Kitty y amigos y en 2005, una versión en plastilina animada “Hello Kitty’s Stump Village” y cientos de apariciones estelares y videojuegos propios.

PD (nº2) ilícita: Sanrio tiene unas normas muy estrictas a la hora de vender la imagen de Hello Kitty. Nada de violencia, armas o sexo. Sin embargo, la picaresca y sobre todo el aburrimiento han hecho surgir infinidad de artículos no oficiales, que obviamente son los que más llaman la atención. Desde preservativos a consoladores, pasando por armas, pipas para fumar sustancias prohibidas y todo tipo de imágenes que revelan a la gatita vomitando tras una masiva ingesta de alcohol, con mensajes indecentes, y por supuesto, a cuatro patas. Ups. 

PD (nº3) popular: Ni siquiera la gata Kitty se libra de leyendas y los hay que cuentan que nació por un pacto con el diablo de la diseñadora original, Yuko Shimizu, desesperada por salvar a su hija enferma de cáncer de boca. La mujer acordó con Lucifer crear un personaje que atrajese a los más pequeños para dejar en ellos su huella infernal a cambio de sanar a su pequeña. Según esta leyenda, se eligió una gata por ser uno de los animales más asociados a la brujería y la ausencia de boca del dibujo sería el recordatorio de la enfermedad.

                            (De Lidia Martín, el 01 de noviembre de 2014)

Referencias útiles:
Para seguir los pasos (re)creativos de HELLO KiTTY, conéctate a su web, su Facebook y su Twitter.

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