Hoy, Martes 16 de agosto de 2016, se celebra el Día Mundial de la Montaña Rusa. Protagonistas por excelencia de los parques de atracciones, representan el avance de la industria de la diversión. Crónica Sentimental de las construcciones más grandes y excitantes que auguran un derroche de vueltas y tirabuzones que desafían a la gravedad y con las que, aunque parezca imposible de imaginar, ya disfrutaban nuestros bisabuelos más atrevidos.

   Contra todo pronóstico, su nombre nos viene del francés “montagnes russes”. Inspirándose en los toboganes de madera que ya existían en las altas y nevadas laderas rusas desde el siglo XVII y por los que descendían los eslavos más osados, nuestros mejores enemigos al otro lado de los Pirineos crearon primero unos toboganes de hielo en el París de la segunda década del siglo XIX, y poco tiempo después, idearon adaptarlos en vías de tren en desuso. Huelga decir que aquellas primerísimas construcciones distaban mucho de lo que hoy se entiende por montaña rusa, pero sin duda fue una de sus primeras semillas.

   La idea cruzó rápidamente el charco para afianzarse en los EE.UU., país por excelencia de inventores, emprendedores y amantes de las ferias y del ocio. Por alguna razón (¿política?), a los estadounidenses no les gustó el nombre francés, y bautizaron a sus construcciones con el congruente término de “Roller Coaster”. En cuanto a los rusos, cuando estas construcciones llegaron a su país, optaron por llamarlas “montañas americanas”, dando así por cerrado este paradójico circuito lingüístico.

   El primer nombre propio que se asocia a una montaña rusa es el de LaMarcus A. Thomson, quien en 1884 diseñó y construyó un modelo, entonces muy novedoso, para el parque Coney Island de Nueva York, al que llamó ZigZag. Consistía en una plataforma de madera con una pendiente de 30 metros en el que se llegaban a alcanzar los diez kilómetros por hora, toda una celeridad para la época. Sin embargo, según cuenta la leyenda, Diez años antes de que el inventor LaMarcus patentara su atracción, las víds de una vieja mina de hulla en Pensilvania servían como atracción en el pueblo, y se dice que el presidente de entonces, Ulysses S. Grant llegó a pagar los cinco centavos reglamentarios para poder adentrarse en ella.

   Las montañas rusas se crearon y desarrollaron a partir de un mix de conceptos y situaciones. Con las migraciones del campo a la ciudad al principio a finales del siglo XIX, la población recién llegada quería encontrar un espacio de diversión como aquellos que había en las ferias de ganado del campo. Aquella demanda hizo que comenzaran a proyectarse y construirse los parques de diversiones urbanos, y la Exposición Internacional de Chicago de 1893 así como el sistema de tranvía eléctrico que ya existía en multitud de ciudades, hicieron el resto.

   Como en casi todas las industrias, la de la diversión en forma de carrito y caída libre también tiene su padre. John Miller, también conocido como el Thomas Edison de las montañas rusas, fue el encargado de introducir unas mejoras que, avances técnicos a parte, sentó las bases de lo que hoy conocemos exactamente por montaña rusa. En 1912 el inventor (y hombre de negocios) estadounidense diseñó la primera montaña rusa con una rueda con fricción interior, lo que permitía que el tren no se saliera del carril, además de poder incluir ángulos más abruptos en las caídas, curvas cerradas y mayores velocidades. El empresario tambien introdujo varias mejoras en los sistemas de seguridad, como las barras anti-bloqueo y los trinquetes anti-reducción, entre muchas otras.

   En 1927 una nueva construcción reemplazó a la primitiva y original ZigZag de Coney Island: el majestuoso Cyclone, con una longitud de 800 metros y una velocidad de 96 kilómetros hora en su caída de casi 30 metros, y que sigue funcionando hoy en día para poner la piel de gallina a los visitantes más nostálgicos y atrevidos, ya que las construcciones de madera y con tantos años de antigüedad, quizá no se pelean tanto contra la gravedad como sus descendientes de acero, pero sin duda, sus arcaicas medidas de seguridad y el hecho de que esté construido de madera, da bastante miedo. El Cyclone forma ya parte de la cultura popular y cinematográfica de Nueva York, así como de las postales más históricas y entrañables de la ciudad.

   Pero la llegada brutal y abrumadora de la Gran Depresión dio al traste con la afición de acudir a los parques de atracciones, y se cargó de un plumazo el desarrollo de la industria del ocio. Además, después de crack económico, llegó la Segunda Guerra Mundial con su relativo éxodo de las ciudades a las afueras, lugares donde las familias podían disfrutar de una vida más tranquila y alejarse de los problemas de las ciudades. El automóvil y la televisión se revelaron como nuevos canales de diversión y los parques de atracciones urbanos cayeron en el olvido.

   El resurgimiento vino de la mano (y del bolsillo) de Walt Disney a finales de los años 50. Entonces, la productora cinematográfica del célebre cineasta estaba atravesando una profunda crisis, por lo que decidieron ampliar el negocio con la apertura de un gigante parque de atracciones: Disneylandia, cuyas novedades y cambios resultan fundamentales a la hora de entender los parques de diversiones y el furor que despiertan desde entonces, como El Matterhorn, la primera montaña rusa que utilizaba acero, inaugurada en 1959. Este material permitía a las vías doblarse en cualquier dirección y, por lo tanto, introducir tirabuzones, rizos y otros muchos elementos de diseño loco, capaces de llevar a sus intrépidos usuarios por viajes excitantes en los que descargar adrenalina. Hoy en día, la mayoría de las montañas rusas están fabricadas en acero, aunque muchos parques, conservan algunas en madera, para visitantes con gustos más vintage.

   A partir de los años 70 llegó la segunda edad de oro de las montañas rusas, que dura hasta nuestros días y en la que parques de atracciones de todo el mundo y sus grandes corporaciones asociadas luchan por tener la más rápida, la de la caída más libre, la que deja boca abajo durante más tiempo a sus visitantes, la que tiene más loops... Y en los últimos años, las mayores innovaciones también se han centrado en el diseño de los vagones.

   En España la primera montaña rusa data de hace casi 90 años, recorre el Monte Igueldo de San Sebastián, y curiosamente se la conoce como la “montaña suiza”. Esta atracción aún sigue en funcionamiento y, aunque no es muy arriesgada, desde sus coches se puede disfrutar de unas estupendas vistas de la ciudad. En cambio, los ciudadanos y visitantes de la Villa tuvieron que esperar hasta el 15 de mayo de 1969 para disfrutar de su primera y auténtica Montaña Rusa, gracias al entonces alcalde de Madrid, Carlos Arias Navarro, que inauguró la mítica 7 Picos en el Parque de Atracciones.

   Durante 36 años y gracias a sus 510 metros de subidas y bajadas, fue considerada una de las diversiones más míticas de la ciudad, por la que han pasado más de 77 millones de pasajeros. Su constructor, el ingeniero alemán Anton Schwarzkopf, fue el mayor y más importante constructor de montañas rusas europeo. El 13 de septiembre de 2005 la legendaria estructura fue desmontada para dar paso a “El Abismo”, una mucho más moderna, veloz y segura, pero sin ese toque añejo y nostálgico que sólo es capaz de otorgar el paso del tiempo.

   Como no podía ser de otra manera, con todos estos años aportando felicidad y sensación de libertad, bien merecen un homenaje por todo lo alto a quienes soñaron, imaginaron y crearon la posibilidad de poder sentir una caída libre y vivir para contarlo. ¡Feliz Día de la Montaña Rusa!

                                             (De María Glück, el 16 de agosto de 2016)

Referencias útiles:
PARQUE DE ATRACCiONES DE MADRiD
Casa de Campo
28011 Madrid
902 345 001
M Batán

Horario: de Lunes a Domingo, de 12h a medianoche.

Precio: Consulta las ofertas aquí.

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PD: Ilustración by Wetcake Studio.

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