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Mi PETiT MES DE LA MODA (nº1):
LA HiSTORiA DE LOS DESFiLES

Mi PETiT MES DE LA MODA (nº1):
LA HiSTORiA DE LOS DESFiLES

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   Se encienden los focos, atruena la música y una joven y bella joven, vestida a la última, pasea su (delgado) palmito entre contoneos, disparos (fotográficos) y aplausos... Con más de 140 Fashion Weeks celebradas cada temporada a lo largo y ancho del planeta, las pasarelas se han convertido en el método (publicitario) infalible y escaparate humano imprescindible de los diseñadores para presentar sus nuevas colecciones y determinar lo que llevaremos o no el año que viene. Crónica sentimental de los desfiles de moda, que nacieron a mediados del siglo XIX en los salones parisinos y que, con el nuevo milenio, muchos pasaron a llevar el nombre de una conocida marca de coches de lujo, desde Méjico a Tokio, pasando por Nueva York, Madrid y Pekín, entre muchas otras ciudades.


   Cuando, después de 7 años de duras prácticas en el taller londinense del sastre para caballeros Allenby, Charles Frederick Worth (1825-1895) -en la ilustración-, decidió instalarse en París -la capital del buen gusto, del lujo y del despilfarro en aquella época-, nadie sabía que el joven y talentoso aprendiz bigotudo británico revolucionaría el mundo de la moda con ideas tan “sencillas” como firmar con su nombre en una etiqueta las prendas que iba creando como si fueran obras de arte. Modisto de Eugenia de Montijo, la emperatriz Sissi y Sarah Bernhardt, entre otras muchas mujeres famosas, Worth -una vez al mando de su propia casa de moda, a partir de 1858, en el nº7 de la célebre Rue de la Paix- también fue el primero en crear una colección al año (en lugar de ejecutar los deseos de sus clientas) y en enseñar sus nuevos diseños mediante desfiles con mujeres de carne y hueso, escogidas a conciencia por su parecido con sus clientas reales, para lucir sus creaciones. El éxito fue inmediato porque, como bien se sabe, no hay nada como picar la curiosidad de una mujer para incrementar las ventas.


   Gracias a Worth, los sastres que hasta entonces se limitaban a coser lo que les ordenaban sus clientes, empezaron a imponer su punto de vista hasta llegar a convertirse en verdaderos gurús de la moda decimonónica. Había llegado la hora de poner un poco de orden en el corral. Entonces, en 1868, el famoso diseñador afrancesado, junto a otros profesionales del sector, creó la Chambre Syndicale de la Confection et de la Couture (actual Fédération Française de la Couture) para consolidar la industria de la moda en Francia y, como no, reglamentarla. Entre otras muchas disposiciones legales, se definió mejor la etiqueta de “Alta Costura” para que solo pudieran utilizarla los miembros de dicha asociación profesional, que previamente tendrían que cumplir unas determinadas condiciones para ser incluidos.


   En cuanto a los desfiles, comenzaron a generalizarse a finales del siglo XIX. Se realizaban en los fastuosos salones de las casas de costura o en las residencias privadas de los clientes (si lo pedían), en presencia de pocos y muy selectos invitados y, por supuesto, sin medios de comunicación para que nadie pudiera copiar los modelos. Poco a poco, las puestas en escena fueron ganando terreno y, a principios del siglo XX, las presentaciones de las creaciones de los modistos se instalaron en los teatros de las capitales. Eran verdaderas fiestas con música y originales decorados incluidos, que nadie quería perderse.


   Siempre en busca de nuevas sensaciones, Paul Poiret (1879-1944), uno de los discípulos parisinos de Worth, conocido por su moda de inspiración oriental con sofisticados caftanes y quimonos y que realizó algunas creaciones históricas como el vestido La Vague (entallado bajo el pecho y con caída recta hasta los pies) que motivó la feliz jubilación del corsé, se convirtió del día a la mañana en una auténtica celebridad al presentar, en 1910, su colección de verano exclusivamente para la prensa, algo inédito hasta el momento. Pero, nada más empezar la I Guerra Mundial, fue llamado al frente y, cuando volvió, las cosas habían cambiado. El excéntrico diseñador, que no supo calibrar el talento de su rival, Coco Chanel (1883-1971), cuyos diseños depurados menospreciaba, siguió organizando grandes fiestas con champán, ostras, perlas y actuaciones de Isadora Duncan, que le llevaron a la ruina.


   Los primeros desfiles tal y como los entendemos hoy se celebraron en los locos años 20 en París, con las creaciones de Chanel, Paquin o Doucet. Mención aparte merece Lady Duff-Gordon (1863-1935), conocida por Lucy, una aristócrata y diseñadora británica que vistió a celebridades de la época como Mary Pickford. Más que desfiles propiamente dichos, las presentaciones de sus colecciones en sus tiendas de París, Londres, Nueva York y Chicago rozaban una transgresora teatralidad, que hoy se hubieran conocido como performance.


   Así continuó todo hasta que empezara la II Guerra Mundial. París tuvo que agudizar el ingenio frente a los nazis, que no podían aceptar que la capital de la moda no fuera alemana. En 1942, las colecciones de primavera se movieron de París a Lyon, situada en la zona de libre comercio y abierta a suizos, españoles e italianos. Los modistos galos utilizaron materiales insospechados (al escasear las telas convencionales) y contrataron a diestro y siniestro, para evitar llamadas a filas. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de muchos y del optimismo ciego de otros, Francia tendría que resignarse a perder su trono.


   En efecto, como la guerra impedía que la prensa y los clientes americanos viajaran a Europa tan despreocupadamente como antaño, en 1943 la publicista Eleanor Lambert (1903-2003) aprovechó la ocasión para organizar, en Nueva York, la primera Semana de la Moda ‘made in USA’ de la Historia, con el objetivo de promocionar la moda americana. Bajo el nombre de Press Week, los diseñadores nacionales presentaron sus colecciones únicamente a los periodistas, dejando a los clientes sin poder asistir al show. Aún así, el evento fue un éxito total y se ganó apariciones en Vogue, donde hasta entonces solo se veían creaciones parisinas.


   Pero, el sabor de la victoria les supo a poco. Al acabar la guerra, aunque no había dinero para celebrar grandes desfiles, en 1945 se creó en París el Théâtre de la Mode, un evento en el que los modistos galos vestían con sus creaciones a muñequitas de alambre. Y, contra todo pronóstico, la mini “exposición” itinerante, que recorrió medio mundo, se convirtió en la mejor embajadora de la moda francesa y consiguió recuperar algunos clientes y captar nuevos. Pero, el verdadero despertar llegó el 12 de febrero de 1947, en la muy parisina Avenue Montaigne, con el nacimiento del New Look de la mano de Christian Dior (1905-1957), que cambiaría para siempre la imagen de la silueta femenina. Además, el modisto cambió la forma de presentar la Alta Costura concibiendo sus desfiles como verdaderos espectáculos artísticos, donde los modelos se movían teatralmente y hacían ondular la ropa; y el evocador nombre de cada creación (Wagner, Verdi…) se decía en voz alta. Para hacerse una idea, sus desfiles podían durar hasta 2 horas en lugar de los 10 minutos de media y de rigor de hoy en día.


   Suya fue también la idea de presentar una nueva colección cada 6 meses (y no cada año).  Y es que Dior cambiaba las tendencias que él mismo había creado: donde antes subía un dobladillo ahora lo bajaba, asegurándose así clientela y titulares. Entre sus fieles seguidores, estaba lo más de lo más de la refulgente industria cinematográfica, de Marlene Dietrich a Lauren Bacall, y, por supuesto, de la alta sociedad y la aristocracia como Wallis Simpson. De hecho, solo las personas con rango y nombre propio, como la propia duquesa de Windsor, podían tomar asiento en las escasas sillas doradas del taller de Dior. Los demás tenían que conformarse con ocupar un mínimo lugar en las emblemáticas escaleras de la maison, en una cura de humildad que les hacía guardar la compostura si querían ser testigos del evento.


   Mientras tanto en Italia, inspirándose del éxito fulgurante de Press Week neoyorquina, los creadores italianos decidieron organizar un evento similar, en el Palacio Pitti de Florencia, en 1952. La cogida fue tan buena que dejó pequeña la ciudad y, después de 5 exitosas ediciones, la fiesta anual de la moda se trasladó a Milán, que pasaría a llamarse Settimana della Moda, en 1975. En cuanto a Londres, tardó un poco en reaccionar ya que no hizo su propia presentación de moda -muy inspirada por la tendencia vanguardista- hasta 1961, y la actual Fashion Week no llegó hasta 1984 y lo hizo en un humilde parking donde, con el apoyo de Vogue UK, se presentaron las propuestas de nuevas promesas como las de (un tal) John Galliano. Finalmente, La Semaine de la Mode parisina nació en 1973, el mismo año que se “hermanaron” creadores franceses y americanos (como Givenchy, Dior, Yves Saint Laurent y Oscar de la Renta), con el objetivo de recaudar fondos para la restauración del Palacio de Versalles, donde se celebraban los desfiles, que acabarían trasladándose, en 1994, al céntrico carrousel del Louvre. Hoy en día, la capital francesa es la única del mundo con una pasarela de Alta Costura, independiente del prêt-à-porter, que aglutina a los más grandes creadores.


   Si bien es verdad que, por esencia, la moda siempre se reinventa, cabe preguntarse si, con el creciente protagonismo de los blogueros, el fervor fotográfico popular a las puertas de los recintos por el Street Style, y la celebración de pasarelas virtuales en las que se puede comprar la prenda directamente con la Tablet antes de que la modelo desaparezca en el backstage, ¿los desfiles del futuro conseguirán conservar su magia?


                             (De Abigail Campos, el 03 de septiembre de 2014)


Referencias útiles:
Como bien se sabe, septiembre es el mes de la moda por excelencia. Para saber qué llevaremos la Primavera/Verano del 2015, ¡no te pierdas los principales desfiles y eventos mundiales!:
- La  New York Fashion Week  (también en Facebook y Twitter), del Jueves 04 al Jueves 11 de septiembre de 2014; 


- La Mercedes-Benz Fashion Week Madrid (también en Facebook y Twitter), antigua Cibeles, del Jueves 11 al Martes 16 de septiembre de 2014; 


- La London Fashion Week (también en Facebook y Twitter), del Viernes 12 al Martes 16 de septiembre de 2014.


- La Milan Fashion Week (también en Facebook), del Miércoles 17 al Martes 23 de septiembre de 2014.


- y, la última pero la más importante, la Paris Fashion Week (también en Facebook), del Martes 23 de septiembre al Miércoles 01 de octubre de 2014.


PD: A los desfiles, solo se podrá asistir con acreditación de prensa o por invitación directa del diseñador.


[Volver a Mi Petit Armario, Callejero o Blogosfera]

   Se encienden los focos, atruena la música y una joven y bella joven, vestida a la última, pasea su (delgado) palmito entre contoneos, disparos (fotográficos) y aplausos... Con más de 140 Fashion Weeks celebradas cada temporada a lo largo y ancho del planeta, las pasarelas se han convertido en el método (publicitario) infalible y escaparate humano imprescindible de los diseñadores para presentar sus nuevas colecciones y determinar lo que llevaremos o no el año que viene. Crónica sentimental de los desfiles de moda, que nacieron a mediados del siglo XIX en los salones parisinos y que, con el nuevo milenio, muchos pasaron a llevar el nombre de una conocida marca de coches de lujo, desde Méjico a Tokio, pasando por Nueva York, Madrid y Pekín, entre muchas otras ciudades.


   Cuando, después de 7 años de duras prácticas en el taller londinense del sastre para caballeros Allenby, Charles Frederick Worth (1825-1895) -en la ilustración-, decidió instalarse en París -la capital del buen gusto, del lujo y del despilfarro en aquella época-, nadie sabía que el joven y talentoso aprendiz bigotudo británico revolucionaría el mundo de la moda con ideas tan “sencillas” como firmar con su nombre en una etiqueta las prendas que iba creando como si fueran obras de arte. Modisto de Eugenia de Montijo, la emperatriz Sissi y Sarah Bernhardt, entre otras muchas mujeres famosas, Worth -una vez al mando de su propia casa de moda, a partir de 1858, en el nº7 de la célebre Rue de la Paix- también fue el primero en crear una colección al año (en lugar de ejecutar los deseos de sus clientas) y en enseñar sus nuevos diseños mediante desfiles con mujeres de carne y hueso, escogidas a conciencia por su parecido con sus clientas reales, para lucir sus creaciones. El éxito fue inmediato porque, como bien se sabe, no hay nada como picar la curiosidad de una mujer para incrementar las ventas.


   Gracias a Worth, los sastres que hasta entonces se limitaban a coser lo que les ordenaban sus clientes, empezaron a imponer su punto de vista hasta llegar a convertirse en verdaderos gurús de la moda decimonónica. Había llegado la hora de poner un poco de orden en el corral. Entonces, en 1868, el famoso diseñador afrancesado, junto a otros profesionales del sector, creó la Chambre Syndicale de la Confection et de la Couture (actual Fédération Française de la Couture) para consolidar la industria de la moda en Francia y, como no, reglamentarla. Entre otras muchas disposiciones legales, se definió mejor la etiqueta de “Alta Costura” para que solo pudieran utilizarla los miembros de dicha asociación profesional, que previamente tendrían que cumplir unas determinadas condiciones para ser incluidos.


   En cuanto a los desfiles, comenzaron a generalizarse a finales del siglo XIX. Se realizaban en los fastuosos salones de las casas de costura o en las residencias privadas de los clientes (si lo pedían), en presencia de pocos y muy selectos invitados y, por supuesto, sin medios de comunicación para que nadie pudiera copiar los modelos. Poco a poco, las puestas en escena fueron ganando terreno y, a principios del siglo XX, las presentaciones de las creaciones de los modistos se instalaron en los teatros de las capitales. Eran verdaderas fiestas con música y originales decorados incluidos, que nadie quería perderse.


   Siempre en busca de nuevas sensaciones, Paul Poiret (1879-1944), uno de los discípulos parisinos de Worth, conocido por su moda de inspiración oriental con sofisticados caftanes y quimonos y que realizó algunas creaciones históricas como el vestido La Vague (entallado bajo el pecho y con caída recta hasta los pies) que motivó la feliz jubilación del corsé, se convirtió del día a la mañana en una auténtica celebridad al presentar, en 1910, su colección de verano exclusivamente para la prensa, algo inédito hasta el momento. Pero, nada más empezar la I Guerra Mundial, fue llamado al frente y, cuando volvió, las cosas habían cambiado. El excéntrico diseñador, que no supo calibrar el talento de su rival, Coco Chanel (1883-1971), cuyos diseños depurados menospreciaba, siguió organizando grandes fiestas con champán, ostras, perlas y actuaciones de Isadora Duncan, que le llevaron a la ruina.


   Los primeros desfiles tal y como los entendemos hoy se celebraron en los locos años 20 en París, con las creaciones de Chanel, Paquin o Doucet. Mención aparte merece Lady Duff-Gordon (1863-1935), conocida por Lucy, una aristócrata y diseñadora británica que vistió a celebridades de la época como Mary Pickford. Más que desfiles propiamente dichos, las presentaciones de sus colecciones en sus tiendas de París, Londres, Nueva York y Chicago rozaban una transgresora teatralidad, que hoy se hubieran conocido como performance.


   Así continuó todo hasta que empezara la II Guerra Mundial. París tuvo que agudizar el ingenio frente a los nazis, que no podían aceptar que la capital de la moda no fuera alemana. En 1942, las colecciones de primavera se movieron de París a Lyon, situada en la zona de libre comercio y abierta a suizos, españoles e italianos. Los modistos galos utilizaron materiales insospechados (al escasear las telas convencionales) y contrataron a diestro y siniestro, para evitar llamadas a filas. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de muchos y del optimismo ciego de otros, Francia tendría que resignarse a perder su trono.


   En efecto, como la guerra impedía que la prensa y los clientes americanos viajaran a Europa tan despreocupadamente como antaño, en 1943 la publicista Eleanor Lambert (1903-2003) aprovechó la ocasión para organizar, en Nueva York, la primera Semana de la Moda ‘made in USA’ de la Historia, con el objetivo de promocionar la moda americana. Bajo el nombre de Press Week, los diseñadores nacionales presentaron sus colecciones únicamente a los periodistas, dejando a los clientes sin poder asistir al show. Aún así, el evento fue un éxito total y se ganó apariciones en Vogue, donde hasta entonces solo se veían creaciones parisinas.


   Pero, el sabor de la victoria les supo a poco. Al acabar la guerra, aunque no había dinero para celebrar grandes desfiles, en 1945 se creó en París el Théâtre de la Mode, un evento en el que los modistos galos vestían con sus creaciones a muñequitas de alambre. Y, contra todo pronóstico, la mini “exposición” itinerante, que recorrió medio mundo, se convirtió en la mejor embajadora de la moda francesa y consiguió recuperar algunos clientes y captar nuevos. Pero, el verdadero despertar llegó el 12 de febrero de 1947, en la muy parisina Avenue Montaigne, con el nacimiento del New Look de la mano de Christian Dior (1905-1957), que cambiaría para siempre la imagen de la silueta femenina. Además, el modisto cambió la forma de presentar la Alta Costura concibiendo sus desfiles como verdaderos espectáculos artísticos, donde los modelos se movían teatralmente y hacían ondular la ropa; y el evocador nombre de cada creación (Wagner, Verdi…) se decía en voz alta. Para hacerse una idea, sus desfiles podían durar hasta 2 horas en lugar de los 10 minutos de media y de rigor de hoy en día.


   Suya fue también la idea de presentar una nueva colección cada 6 meses (y no cada año).  Y es que Dior cambiaba las tendencias que él mismo había creado: donde antes subía un dobladillo ahora lo bajaba, asegurándose así clientela y titulares. Entre sus fieles seguidores, estaba lo más de lo más de la refulgente industria cinematográfica, de Marlene Dietrich a Lauren Bacall, y, por supuesto, de la alta sociedad y la aristocracia como Wallis Simpson. De hecho, solo las personas con rango y nombre propio, como la propia duquesa de Windsor, podían tomar asiento en las escasas sillas doradas del taller de Dior. Los demás tenían que conformarse con ocupar un mínimo lugar en las emblemáticas escaleras de la maison, en una cura de humildad que les hacía guardar la compostura si querían ser testigos del evento.


   Mientras tanto en Italia, inspirándose del éxito fulgurante de Press Week neoyorquina, los creadores italianos decidieron organizar un evento similar, en el Palacio Pitti de Florencia, en 1952. La cogida fue tan buena que dejó pequeña la ciudad y, después de 5 exitosas ediciones, la fiesta anual de la moda se trasladó a Milán, que pasaría a llamarse Settimana della Moda, en 1975. En cuanto a Londres, tardó un poco en reaccionar ya que no hizo su propia presentación de moda -muy inspirada por la tendencia vanguardista- hasta 1961, y la actual Fashion Week no llegó hasta 1984 y lo hizo en un humilde parking donde, con el apoyo de Vogue UK, se presentaron las propuestas de nuevas promesas como las de (un tal) John Galliano. Finalmente, La Semaine de la Mode parisina nació en 1973, el mismo año que se “hermanaron” creadores franceses y americanos (como Givenchy, Dior, Yves Saint Laurent y Oscar de la Renta), con el objetivo de recaudar fondos para la restauración del Palacio de Versalles, donde se celebraban los desfiles, que acabarían trasladándose, en 1994, al céntrico carrousel del Louvre. Hoy en día, la capital francesa es la única del mundo con una pasarela de Alta Costura, independiente del prêt-à-porter, que aglutina a los más grandes creadores.


   Si bien es verdad que, por esencia, la moda siempre se reinventa, cabe preguntarse si, con el creciente protagonismo de los blogueros, el fervor fotográfico popular a las puertas de los recintos por el Street Style, y la celebración de pasarelas virtuales en las que se puede comprar la prenda directamente con la Tablet antes de que la modelo desaparezca en el backstage, ¿los desfiles del futuro conseguirán conservar su magia?


                             (De Abigail Campos, el 03 de septiembre de 2014)


Referencias útiles:
Como bien se sabe, septiembre es el mes de la moda por excelencia. Para saber qué llevaremos la Primavera/Verano del 2015, ¡no te pierdas los principales desfiles y eventos mundiales!:
- La  New York Fashion Week  (también en Facebook y Twitter), del Jueves 04 al Jueves 11 de septiembre de 2014; 


- La Mercedes-Benz Fashion Week Madrid (también en Facebook y Twitter), antigua Cibeles, del Jueves 11 al Martes 16 de septiembre de 2014; 


- La London Fashion Week (también en Facebook y Twitter), del Viernes 12 al Martes 16 de septiembre de 2014.


- La Milan Fashion Week (también en Facebook), del Miércoles 17 al Martes 23 de septiembre de 2014.


- y, la última pero la más importante, la Paris Fashion Week (también en Facebook), del Martes 23 de septiembre al Miércoles 01 de octubre de 2014.


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