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CRÓNiCA SENTiMENTAL DEL SOMBRERO:
¡FELiZ DíA DE SANTA CATALiNA!

CRÓNiCA SENTiMENTAL DEL SOMBRERO:
¡FELiZ DíA DE SANTA CATALiNA!

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   A medio camino entre tradición y fashion, el sombrero tiene una larga historia a sus espaldas. Además de proteger del sol y el frío, e indicar estatus (desde los uniformes militares a las vestimentas religiosas, pasando por la realeza de etiqueta), el fieltro, la chistera, el bombín, el canotier, el tricornio, la boina, la cofia o la pamela han sido testigos de nuestra historia colectiva desde el Antiguo Egipto a Pharrel Williams, pasando por Abraham Lincoln, Napoleón, el Che Guevara, la reina de Inglaterra o Lady Gaga. Crónica sentimental de un complemento que no pasa de moda ¿gracias a Santa Catalina (retratada aquí), la patrona de los sombrereros, y al Museo del Traje?


   En las civilizaciones antiguas, era costumbre que las personas pudientes cubrieran o, mejor dicho, adornaran sus cabecitas con tocados, birretes, mantos, casquetes de cuero u otro tipo de ornamentos más que con sombreros propiamente dichos. En cuanto al pueblo, solía protegerse de la intemperie con el frigio, una especie de gorro de origen persa, que según cuentan los expertos remonta al siglo XII a.C. y que, con el tiempo, fue convirtiéndose en el símbolo de los esclavos liberados del yugo de sus amos. De hecho, los revolucionarios galos también lo lucirían con orgullo en las barricadas de 1789 así como los 7 enanitos (más convencionales) de Blancanieves o, posteriormente, los (¿105?) Pitufos azules.


   Pero, de momento, volvamos a Grecia, que también fue la cuna del primer sombrero tal y como lo entendemos hoy, es decir, con alas alrededor de la corona. Fechado en el siglo V a.C., el denominado Petasus respondía a fines eminentemente prácticos ya que solo lo usaban viajeros y cazadores para protegerse de la lluvia y el sol en sus travesías. En Europa, habría que esperar hasta el siglo XIII para que el sombrero pasara a ser un signo exterior de riqueza espiritual, gracias al papa Inocencio IV (1185-1254). En 1245, el pontífice ordenó a los cardenales reunidos en el Concilio de Lyon, que se cubrieran con un capelo escarlata con quince borlas a cada lado para simbolizar su cargo y, de paso, distinguirlo del austero sombrero del pelegrino.


   En la Baja Edad Media, el sombrero convivió como pudo con las caperuzas o capas con capuchas -que a día de hoy siguen usando los frailes de algunas órdenes religiosas y que está muy ligada al imaginario de los dibujos de cuentos infantiles, desde Caperucita Roja a la “ropa de calle” de muchas princesas Disney-, hasta su apogeo, ya hecho con ala y en fieltro, en el siglo XIV. La monarquía europea encontró en él un complemento ideal para diferenciarse de las clases bajas, y sus moditas empezaron a enriquecerlos con terciopelo, plumas, piedras preciosas y cintas, mientras que los campesinos seguían con sus humildes capuchas. Sin embargo, en Francia, su uso empezó a democratizarse poco a poco. En tiempos de Carlos VI de Francia (que reinó de 1380 a 1422), los campesinos comenzaron a usar sombreros para trabajar; bajo Carlos VIII de Francia (1470-1498), las ciudades adoptaron la costumbre de usarlo pero solo si llovía; y, con Luis XI, (1423-1483), su uso ya estaba mucho más extendido.


   Por lo tanto -y, de hecho, como en tantos otros asuntos en la moda-, Francia desempeñó un papel fundamental en la popularización del complemento como adorno. En el siglo XVII, los sombreros supieron adaptarse a la tendencia de las pelucas gigantescas, que nació durante el reinado Luis XIII (1601-1643). Menos mal que la extravagancia sombrerera fue decayendo y la cosa se racionalizó un poco durante el ilustrado siglo XVIII. Los sombreros masculinos y los tocados femeninos pasaron a ser más sencillos. Pero, si la Revolución Francesa hizo rodar cabezas y acabó con las pelucas, no pudo con los sombreros; y el tricornio se puso de moda gracias a Napoleón.


   Todo cambió en los albores del siglo XIX. Con el triunfo de la burguesía y el capitalismo naciente, se crearon algunos de los sombreros más míticos de la historia como el de copa y el bombín. Sobrios para los hombres y mucho más decorados, con cintas, encajes, flores y plumas, para las mujeres, sombreros y tocados fueron reduciéndose en tamaño y multiplicándose en el mercado gracias a la creación de la máquina de coser por el estadounidense Isaac Merrit Singer, que marcó un antes y un después, al permitir la internacionalización de la industria textil y la consiguiente producción masiva de este complemento camaleónico...


   Después del clásico sombrero de cowboy, creado por John B. Stetson en 1865, llegó el sombrero de paja-toquilla desde Jipijapa, en Ecuador, que conquistó las cabezas del continente americano gracias, contra todo pronóstico, a la construcción del Canal de Panamá. Nada más empezar la colosal obra, millares de sombreros fueron importados desde Ecuador para el bien de los peones y, pese a su origen ecuatoriano, el sombrero pasó a llamarse “Panamá”. Pero el verdadero reconocimiento internacional llegaría el día de la inauguración del Canal, el 15 de agosto de 1914, cuando el 26º presidente de los EE.UU., Theodore Roosevelt, luciría uno durante la ceremonia.


   Por extraño que suene, la I Guerra Mundial también contribuyó a la generalización del uso del sombrero. Para reemplazar a los hombres movilizados en el frente, las mujeres se incorporaron al mercado laboral, y como la mayoría tenía que vestir uniformes durante su jornada en la fábrica, el sombrero volvió a ser más que nunca un icono de moda y un acto de coquetería suprema cuando, acabado el trabajo, podían arreglarse. Y, cuando todo volvió a la normalidad, en los locos años 20, el uso del sombrero para los hombres desmovilizados y del coqueto canotier para las mujeres (de vuelta a casa) eran de rigor nada más pisar la acera.


   Huelga decir que los talleres de confección de sombreros así como las tiendas especializadas se multiplicaron. Y no se sabe muy bien cuándo pero sí el porqué (¿para fomentar las ventas?), los sombrereros franceses se apropiaron de la celebración, el 25 de noviembre, del Día de Santa Catalina (de Alejandría), después de convertirla en la patrona de su gremio (como otros muchos que tenían que ver con ¡las ruedas!). La tradición, obviamente de origen católica y cuyo origen se pierde en el tiempo, consistía en invitar a las jóvenes solteras de las cofradías (apodadas “catherinettes”) a engalanar las imágenes de la santa casamentera en las iglesias, colocándole un tocado para pedirle un “buen marido”.


   Adaptada a los modernos años veinte (del siglo XX), la festividad de Santa Catalina (de Alejandría), que empezó a celebrarse primero en los talleres de alta costura francesa y, más tarde, fuera del hexágono galo, ganó en originalidad al proponer parar la actividad durante ese día para honrar a las trabajadoras solteras de menos de 25 años organizando un baile al que las catherinettes debían acudir luciendo llamativos tocados amarillos (el color de la esperanza) y verdes (el color de la sabiduría y de la alegría). Si la celebración cayó en desuso a partir de la década de los 70 con los movimientos de liberación de la mujer, volvió a reaparecer en a finales de los 80, con más fuerza que nunca, no solo en Francia sino también en la mayoría de los países europeos así como en Rusia, Argentina, Nueva York, Japón y Australia, cuando Christian Lacroix, que acababa de inaugurar su propia casa de alta costura, decidió volver a poner de moda la tradición. Y al minuto y medio, Sonia Rykiel, Jean-Paul Gauthier y la casa Dior, entre otras muchas casas de renombre, se apuntaron al bombardeo sombrerero. ¿Y tú?


   ¡Feliz Día de Santa Catalina!


                                                     (De Abigail C., el 25 de noviembre de 2015)


Referencias útiles:
SANTA CATALiNA EN MADRiD


(1) En la Parroquia de Santa Catalina (también en Facebook) (en la ilustración)
¿CUÁNDO? El Miércoles 25 de noviembre de 2015.


¿QUÉ? Misa a 18h30.


¿DÓNDE? En la Parroquia de Santa Catalina
Calle de la Rambla, 5
28042 Madrid
917 426 437
M El Capricho / Alameda de Osuna


(2) En el Museo del Traje (también en Facebook y Twitter)
¿CUÁNDO? El Sábado 28 de noviembre de 2015, de 11h a 19h.


¿QUÉ?
- de 11h a 19h: Tocador de sombreros, Photocall y exposiciones “Herramientas y proceso de un sombrero cordobés” y “Muestra de piezas actuales inspiradas en el sombrero cordobés”;
- a las 12h: Performance “Danza de la expresión”, de Mercedes Ridocci;
- a las 12h, a las 13h30, a las 16h30 y a las 18h: Taller infantil de creación de un sombrero cordobés;
- de 12h30 a 14h: Mesa redonda “¿Qué espacio ocupa actualmente en el vestir el sombrero cordobés?” con Charo Iglesias, Henar Iglesias, Miguel García, Luis Bobes, Nina Pawlowsky y Julien Pajot;
- de 17h a 19h: Co-creación de un tocado.


¿DÓNDE? En el Museo del Traje
Avenida Juan de Herrera, 2
28040 Madrid
M Ciudad Universitaria


¿CUÁNTO? Entrada libre y actividades gratuitas (con inscripción previa para los talleres a través del siguiente formulario).


Para saberlo todo sobre el DíA DEL SOMBRERO, conéctate al blog de la ASOCiACiÓN DE SOMBREREROS (también en Facebook).


[Volver a Mi Petit Armario, Callejero Blogosfera]

   A medio camino entre tradición y fashion, el sombrero tiene una larga historia a sus espaldas. Además de proteger del sol y el frío, e indicar estatus (desde los uniformes militares a las vestimentas religiosas, pasando por la realeza de etiqueta), el fieltro, la chistera, el bombín, el canotier, el tricornio, la boina, la cofia o la pamela han sido testigos de nuestra historia colectiva desde el Antiguo Egipto a Pharrel Williams, pasando por Abraham Lincoln, Napoleón, el Che Guevara, la reina de Inglaterra o Lady Gaga. Crónica sentimental de un complemento que no pasa de moda ¿gracias a Santa Catalina (retratada aquí), la patrona de los sombrereros, y al Museo del Traje?


   En las civilizaciones antiguas, era costumbre que las personas pudientes cubrieran o, mejor dicho, adornaran sus cabecitas con tocados, birretes, mantos, casquetes de cuero u otro tipo de ornamentos más que con sombreros propiamente dichos. En cuanto al pueblo, solía protegerse de la intemperie con el frigio, una especie de gorro de origen persa, que según cuentan los expertos remonta al siglo XII a.C. y que, con el tiempo, fue convirtiéndose en el símbolo de los esclavos liberados del yugo de sus amos. De hecho, los revolucionarios galos también lo lucirían con orgullo en las barricadas de 1789 así como los 7 enanitos (más convencionales) de Blancanieves o, posteriormente, los (¿105?) Pitufos azules.


   Pero, de momento, volvamos a Grecia, que también fue la cuna del primer sombrero tal y como lo entendemos hoy, es decir, con alas alrededor de la corona. Fechado en el siglo V a.C., el denominado Petasus respondía a fines eminentemente prácticos ya que solo lo usaban viajeros y cazadores para protegerse de la lluvia y el sol en sus travesías. En Europa, habría que esperar hasta el siglo XIII para que el sombrero pasara a ser un signo exterior de riqueza espiritual, gracias al papa Inocencio IV (1185-1254). En 1245, el pontífice ordenó a los cardenales reunidos en el Concilio de Lyon, que se cubrieran con un capelo escarlata con quince borlas a cada lado para simbolizar su cargo y, de paso, distinguirlo del austero sombrero del pelegrino.


   En la Baja Edad Media, el sombrero convivió como pudo con las caperuzas o capas con capuchas -que a día de hoy siguen usando los frailes de algunas órdenes religiosas y que está muy ligada al imaginario de los dibujos de cuentos infantiles, desde Caperucita Roja a la “ropa de calle” de muchas princesas Disney-, hasta su apogeo, ya hecho con ala y en fieltro, en el siglo XIV. La monarquía europea encontró en él un complemento ideal para diferenciarse de las clases bajas, y sus moditas empezaron a enriquecerlos con terciopelo, plumas, piedras preciosas y cintas, mientras que los campesinos seguían con sus humildes capuchas. Sin embargo, en Francia, su uso empezó a democratizarse poco a poco. En tiempos de Carlos VI de Francia (que reinó de 1380 a 1422), los campesinos comenzaron a usar sombreros para trabajar; bajo Carlos VIII de Francia (1470-1498), las ciudades adoptaron la costumbre de usarlo pero solo si llovía; y, con Luis XI, (1423-1483), su uso ya estaba mucho más extendido.


   Por lo tanto -y, de hecho, como en tantos otros asuntos en la moda-, Francia desempeñó un papel fundamental en la popularización del complemento como adorno. En el siglo XVII, los sombreros supieron adaptarse a la tendencia de las pelucas gigantescas, que nació durante el reinado Luis XIII (1601-1643). Menos mal que la extravagancia sombrerera fue decayendo y la cosa se racionalizó un poco durante el ilustrado siglo XVIII. Los sombreros masculinos y los tocados femeninos pasaron a ser más sencillos. Pero, si la Revolución Francesa hizo rodar cabezas y acabó con las pelucas, no pudo con los sombreros; y el tricornio se puso de moda gracias a Napoleón.


   Todo cambió en los albores del siglo XIX. Con el triunfo de la burguesía y el capitalismo naciente, se crearon algunos de los sombreros más míticos de la historia como el de copa y el bombín. Sobrios para los hombres y mucho más decorados, con cintas, encajes, flores y plumas, para las mujeres, sombreros y tocados fueron reduciéndose en tamaño y multiplicándose en el mercado gracias a la creación de la máquina de coser por el estadounidense Isaac Merrit Singer, que marcó un antes y un después, al permitir la internacionalización de la industria textil y la consiguiente producción masiva de este complemento camaleónico...


   Después del clásico sombrero de cowboy, creado por John B. Stetson en 1865, llegó el sombrero de paja-toquilla desde Jipijapa, en Ecuador, que conquistó las cabezas del continente americano gracias, contra todo pronóstico, a la construcción del Canal de Panamá. Nada más empezar la colosal obra, millares de sombreros fueron importados desde Ecuador para el bien de los peones y, pese a su origen ecuatoriano, el sombrero pasó a llamarse “Panamá”. Pero el verdadero reconocimiento internacional llegaría el día de la inauguración del Canal, el 15 de agosto de 1914, cuando el 26º presidente de los EE.UU., Theodore Roosevelt, luciría uno durante la ceremonia.


   Por extraño que suene, la I Guerra Mundial también contribuyó a la generalización del uso del sombrero. Para reemplazar a los hombres movilizados en el frente, las mujeres se incorporaron al mercado laboral, y como la mayoría tenía que vestir uniformes durante su jornada en la fábrica, el sombrero volvió a ser más que nunca un icono de moda y un acto de coquetería suprema cuando, acabado el trabajo, podían arreglarse. Y, cuando todo volvió a la normalidad, en los locos años 20, el uso del sombrero para los hombres desmovilizados y del coqueto canotier para las mujeres (de vuelta a casa) eran de rigor nada más pisar la acera.


   Huelga decir que los talleres de confección de sombreros así como las tiendas especializadas se multiplicaron. Y no se sabe muy bien cuándo pero sí el porqué (¿para fomentar las ventas?), los sombrereros franceses se apropiaron de la celebración, el 25 de noviembre, del Día de Santa Catalina (de Alejandría), después de convertirla en la patrona de su gremio (como otros muchos que tenían que ver con ¡las ruedas!). La tradición, obviamente de origen católica y cuyo origen se pierde en el tiempo, consistía en invitar a las jóvenes solteras de las cofradías (apodadas “catherinettes”) a engalanar las imágenes de la santa casamentera en las iglesias, colocándole un tocado para pedirle un “buen marido”.


   Adaptada a los modernos años veinte (del siglo XX), la festividad de Santa Catalina (de Alejandría), que empezó a celebrarse primero en los talleres de alta costura francesa y, más tarde, fuera del hexágono galo, ganó en originalidad al proponer parar la actividad durante ese día para honrar a las trabajadoras solteras de menos de 25 años organizando un baile al que las catherinettes debían acudir luciendo llamativos tocados amarillos (el color de la esperanza) y verdes (el color de la sabiduría y de la alegría). Si la celebración cayó en desuso a partir de la década de los 70 con los movimientos de liberación de la mujer, volvió a reaparecer en a finales de los 80, con más fuerza que nunca, no solo en Francia sino también en la mayoría de los países europeos así como en Rusia, Argentina, Nueva York, Japón y Australia, cuando Christian Lacroix, que acababa de inaugurar su propia casa de alta costura, decidió volver a poner de moda la tradición. Y al minuto y medio, Sonia Rykiel, Jean-Paul Gauthier y la casa Dior, entre otras muchas casas de renombre, se apuntaron al bombardeo sombrerero. ¿Y tú?


   ¡Feliz Día de Santa Catalina!


                                                     (De Abigail C., el 25 de noviembre de 2015)


Referencias útiles:
SANTA CATALiNA EN MADRiD


(1) En la Parroquia de Santa Catalina (también en Facebook) (en la ilustración)
¿CUÁNDO? El Miércoles 25 de noviembre de 2015.


¿QUÉ? Misa a 18h30.


¿DÓNDE? En la Parroquia de Santa Catalina
Calle de la Rambla, 5
28042 Madrid
917 426 437
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(2) En el Museo del Traje (también en Facebook y Twitter)
¿CUÁNDO? El Sábado 28 de noviembre de 2015, de 11h a 19h.


¿QUÉ?
- de 11h a 19h: Tocador de sombreros, Photocall y exposiciones “Herramientas y proceso de un sombrero cordobés” y “Muestra de piezas actuales inspiradas en el sombrero cordobés”;
- a las 12h: Performance “Danza de la expresión”, de Mercedes Ridocci;
- a las 12h, a las 13h30, a las 16h30 y a las 18h: Taller infantil de creación de un sombrero cordobés;
- de 12h30 a 14h: Mesa redonda “¿Qué espacio ocupa actualmente en el vestir el sombrero cordobés?” con Charo Iglesias, Henar Iglesias, Miguel García, Luis Bobes, Nina Pawlowsky y Julien Pajot;
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